/ lunes 6 de julio de 2020

A dos años de distancia: AMLO en el poder

Se cumplieron dos años del triunfo electoral inobjetable del presidente Andrés Manuel López Obrador. Las encuestas previas habían anticipado ya su triunfo, la noticia sería que fallaran todas las encuestas, que se cayera el sistema o que no se reconociera el triunfo de quien fue el abanderado de un proyecto de nación que se vendió al pueblo de México. Los excesos de poder, la corrupción imperante (que sigue igual), el descrédito de los partidos políticos, un crecimiento económico mínimo, tuvieron como incubadora un cambio social en el país. No se puede negar la realidad que se veía dibujada.

Han pasado más de dos años del triunfo electoral de André Manuel López Obrador, sus actos de gobierno empezaron de inmediato. Se anticipó a la lógica y tomó el control de la administración pública federal. La vieja escuela en la que se formaron los políticos mexicanos regresaba al poder, la UNAM entre ellos. Se integraban a un gabinete de experiencias encontradas, revueltas las ideologías de extremas derechas, extremas izquierdas, los del centro y moderados, pero nunca se juntaron. Visiblemente se antojaba un cambio positivo, de sentido común. Son dos años de un gobierno que tiene altas y bajas y que será evaluado en función de lo que haga.

A lo largo de estos años han pasado crisis políticas, como todos los anteriores gobiernos. Se ha polarizado como nunca a la sociedad. Se han dañado las economías, se ha llegado a un populismo, se ha buscado implementar un nuevo partido hegemónico o un gobierno hegemónico. La pregunta es saber si saben que ya son gobierno, o bien, saben que lo son y buscan seguir siendo partido político de oposición.

No es algo nuevo, el PAN cuando era oposición a nivel nacional sabía gobernar, imponía condiciones, sabía negociar. Cuando a nivel nacional fue partido en el poder, le costaba gobernar, era un fenómeno que se observaba desde el campo de estudio de las ciencias sociales. Le costó mucho mantenerse en el poder no sabía negociar desde el poder. Las relaciones entre los partidos políticos no eran las mejores, recordemos la juramentación atropellada de Felipe Calderón en el año 2006 en el H. Congreso de la Unión. La disciplina partidista no era algo muy propio de este partido y algo similar le está pasando al partido en el poder actualmente.

El PRI supo mantener una gobernabilidad democrática, sabía mantener aliados, repartía cuotas poder y buscaba copar de alguna manera a los grupos y líderes del país. De esta manera, se regeneraba el sistema político mexicano. Cada seis años moría y renacía de entre las cenizas como ave Fénix. Del PRI salieron los principales políticos a nivel nacional, estatal y municipal. Fue una escuela muy amplia de formación política, los actores aprendieron a gobernar, a ser gobierno, con disciplina partidista donde había un jefe que dirigía la orquesta. Le ha costado mucho ser oposición, no se observa, no se mueve, no se escucha, hasta parece que está muerto.

Es necesario releer a Cosío Villegas, formador desde la academia de estudiosos en la materia, pero también un analista desde los entonces entrañables procesos de la sucesión presidencial, del estilo personal de gobernador, del sistema político mexicano. Es necesario entonces empezar a evaluar desde la academia lo que pasa en el país con el gobierno, ya no podemos decir que el “nuevo gobierno”, ya están en el poder y no pueden decir que estaban aprendiendo, la gran mayoría si no es que todos en el gabinete han tenido experiencias de primer nivel dentro de la esfera de lo público y lo gubernamental.

Dentro del análisis de este nuevo partido en el poder, es que no han separado la delgada línea de lo que es el gobierno y lo que es un partido político. Es decir, ya son gobierno y lo que deben hacer es gobernar. Punto final. Si quieren ser partido, dejen de ser gobierno. Esa misma sana distancia que se pedía entre el PRI y el gobierno es inobjetable también pedir el día de hoy. Karla Valverde y Rosa María Mirón, estudiaron el caso desde la UNAM en la década de 1990, entonces el tema no es nuevo, pero hay otros actores (La “sana distancia” entre el PRI y el gobierno, 1995, UNAM). Este es un tema de interés que podemos resaltar para asegurar la consolidación democrática del país.

En conclusión, hay mucho por analizar, las categorías, los indicadores, los discursos, la agenda nacional, los medios de comunicación, las instituciones, las obras de gobierno. Son ya dos años de un triunfo electoral en donde debemos ver resultados. Los gobiernos anteriores ya fueron juzgados en las urnas y el actual gobierno debe responder a su plataforma de campaña, dejar de ser partido y tomar esa “sana distancia” que hace más de 25 años se pidió en la agenda pública nacional y se exigió al PRI con el gobierno del presidente Ernesto Zedillo Ponce de León.

Se cumplieron dos años del triunfo electoral inobjetable del presidente Andrés Manuel López Obrador. Las encuestas previas habían anticipado ya su triunfo, la noticia sería que fallaran todas las encuestas, que se cayera el sistema o que no se reconociera el triunfo de quien fue el abanderado de un proyecto de nación que se vendió al pueblo de México. Los excesos de poder, la corrupción imperante (que sigue igual), el descrédito de los partidos políticos, un crecimiento económico mínimo, tuvieron como incubadora un cambio social en el país. No se puede negar la realidad que se veía dibujada.

Han pasado más de dos años del triunfo electoral de André Manuel López Obrador, sus actos de gobierno empezaron de inmediato. Se anticipó a la lógica y tomó el control de la administración pública federal. La vieja escuela en la que se formaron los políticos mexicanos regresaba al poder, la UNAM entre ellos. Se integraban a un gabinete de experiencias encontradas, revueltas las ideologías de extremas derechas, extremas izquierdas, los del centro y moderados, pero nunca se juntaron. Visiblemente se antojaba un cambio positivo, de sentido común. Son dos años de un gobierno que tiene altas y bajas y que será evaluado en función de lo que haga.

A lo largo de estos años han pasado crisis políticas, como todos los anteriores gobiernos. Se ha polarizado como nunca a la sociedad. Se han dañado las economías, se ha llegado a un populismo, se ha buscado implementar un nuevo partido hegemónico o un gobierno hegemónico. La pregunta es saber si saben que ya son gobierno, o bien, saben que lo son y buscan seguir siendo partido político de oposición.

No es algo nuevo, el PAN cuando era oposición a nivel nacional sabía gobernar, imponía condiciones, sabía negociar. Cuando a nivel nacional fue partido en el poder, le costaba gobernar, era un fenómeno que se observaba desde el campo de estudio de las ciencias sociales. Le costó mucho mantenerse en el poder no sabía negociar desde el poder. Las relaciones entre los partidos políticos no eran las mejores, recordemos la juramentación atropellada de Felipe Calderón en el año 2006 en el H. Congreso de la Unión. La disciplina partidista no era algo muy propio de este partido y algo similar le está pasando al partido en el poder actualmente.

El PRI supo mantener una gobernabilidad democrática, sabía mantener aliados, repartía cuotas poder y buscaba copar de alguna manera a los grupos y líderes del país. De esta manera, se regeneraba el sistema político mexicano. Cada seis años moría y renacía de entre las cenizas como ave Fénix. Del PRI salieron los principales políticos a nivel nacional, estatal y municipal. Fue una escuela muy amplia de formación política, los actores aprendieron a gobernar, a ser gobierno, con disciplina partidista donde había un jefe que dirigía la orquesta. Le ha costado mucho ser oposición, no se observa, no se mueve, no se escucha, hasta parece que está muerto.

Es necesario releer a Cosío Villegas, formador desde la academia de estudiosos en la materia, pero también un analista desde los entonces entrañables procesos de la sucesión presidencial, del estilo personal de gobernador, del sistema político mexicano. Es necesario entonces empezar a evaluar desde la academia lo que pasa en el país con el gobierno, ya no podemos decir que el “nuevo gobierno”, ya están en el poder y no pueden decir que estaban aprendiendo, la gran mayoría si no es que todos en el gabinete han tenido experiencias de primer nivel dentro de la esfera de lo público y lo gubernamental.

Dentro del análisis de este nuevo partido en el poder, es que no han separado la delgada línea de lo que es el gobierno y lo que es un partido político. Es decir, ya son gobierno y lo que deben hacer es gobernar. Punto final. Si quieren ser partido, dejen de ser gobierno. Esa misma sana distancia que se pedía entre el PRI y el gobierno es inobjetable también pedir el día de hoy. Karla Valverde y Rosa María Mirón, estudiaron el caso desde la UNAM en la década de 1990, entonces el tema no es nuevo, pero hay otros actores (La “sana distancia” entre el PRI y el gobierno, 1995, UNAM). Este es un tema de interés que podemos resaltar para asegurar la consolidación democrática del país.

En conclusión, hay mucho por analizar, las categorías, los indicadores, los discursos, la agenda nacional, los medios de comunicación, las instituciones, las obras de gobierno. Son ya dos años de un triunfo electoral en donde debemos ver resultados. Los gobiernos anteriores ya fueron juzgados en las urnas y el actual gobierno debe responder a su plataforma de campaña, dejar de ser partido y tomar esa “sana distancia” que hace más de 25 años se pidió en la agenda pública nacional y se exigió al PRI con el gobierno del presidente Ernesto Zedillo Ponce de León.