/ sábado 19 de septiembre de 2020

A propósito de la palabra educación

El ejemplo que hemos heredado de la imagen de Juan José Arreola, es la de un personaje que hablaba como escribía; que no distinguía entre la imaginación y la realidad; además que se sentía igualmente agobiado por las pequeñeces que por los problemas metafísicos.

Se explaya en temas que siempre le interesaron como: la educación; conocer la importancia de ser un hombre o una mujer culta; la responsabilidad de los maestros así como la responsabilidad de los jóvenes, con su propio conocimiento y los cambios que deben hacer para mejorar el lugar en donde les ha tocado vivir.

Su airado reclamo llego hasta la censura de lo que él calificaba como “el error de que ahora todos queremos ser homo sapiens”.

Mencionaba “No podemos pensar que todos tengamos un nivel tal que ya no sea posible la artesanía, que se va volviendo un reducto de clases populares como desamparadas.

El hombre se realiza como homo faber al trabajar con sus manos; el error es que ahora todos queremos ser homo sapiens.

Frente a tantas profesiones supuestas podemos volver a cosas sencillas.

Arreola exigía una vuelta a la sencillez, en el sentido de respetar, de venerar quizá, el trabajo manual, y se indignaba ante el hecho de que “el hombre mira viles los trabajos manuales y así traiciona su naturaleza”.

Arreola valoraba, en un particular sentido, el significado concreto e individual de la cultura.

Decía que el precepto de cultura “consiste en ponerse en el espíritu de lo que le pertenece, aunque no lo haya pensado”.

Imagen de un hombre culto, excelente conversador que estaba en una comunicación activa. Centro emisor con ideas y actitudes que se ajustaban armoniosamente a la realidad inmediata de cada día.

Viajero incansable de grandes sensaciones visuales, que transmitía la voz al papel, tenía el gran triunfo del verbo, prevaleciendo lo preciso sobre lo confuso.

Calificado como el último “juglar” un autodidacta de gran memoria.

Así que […el arte de escribir…] consiste en usar el sol cenital para iluminar la voz y convertir las palabras en un predicamento que expresen más allá de lo que la imaginación pueda expresar.

El arte que en su origen es una vocación y un oficio de la expresión se reduce a la ordenación de las palabras, que deben de tomar en cuenta aquellos que se dedican a comunicar y dar a conocer un precepto

Las palabras bien acomodadas producen un significado mayor de la que tienen aisladamente.

De allí que palabras comunes, desgastadas por el uso, vuelvan a relucir como nuevas.

Las palabras son inertes de por sí, y de pronto la pasión las anima, las levanta, las incluye en el arrebato del espíritu.

El problema del arte consiste en untar el espíritu en la materia; en tratar de detener el espíritu en cualquier forma material.

[…El artista…] comete aproximaciones, para que otro simplemente las interprete.

La creación requiere libertad de pensamiento y reflexión.

El espíritu tiene una necesidad inagotable de manifestarse y lo hace a veces empleando la razón, pero siempre en los casos verdaderos, a pesar de la razón o haciendo caso omiso de ella.

Toda belleza es formal, percepción humilde del mundo externo, de todos y de mí mismo.

Detrás de esas bellezas ornamentales conscientes, se puede ver la sorna agazapada.

Se debe aspirar al lenguaje absoluto y al lenguaje puro que da un rendimiento mayor que el lenguaje frondoso porque es fértil.

Fuente de aquellos que se atreven a “comunicar” el conocimiento que se convierte en un “arte” como beneficio común para todos.

Se dice que los escritores tienen el don de la palabra, pero esta es una verdadera falacia, la palabra es la que selecciona y se confabula con el hacedor de la imaginación.

La oralidad ha quedado como testigo en cada cultura del planeta, donde cada palabra tiene su origen y su designio y al mismo tiempo definen la idiosincrasia de cada ser humano que está inundado de palabras.

De esta forma se ama el venero del lenguaje, entre los arcaísmos de nuestros abuelos y los neologismos de los que vienen conquistando otros sueños y otras tierras.

Jóvenes que ejercerán otras modalidades, recordemos que el lenguaje nos da identidad y un sentido de pertenencia, además de que se convierte en un inventario cultural.

Rosario Castellanos mencionaba; […escribo porque yo, un día, adolescente, me incliné ante un espejo y no había nadie. ¿Se da cuenta? El vacío…]

El ejemplo que hemos heredado de la imagen de Juan José Arreola, es la de un personaje que hablaba como escribía; que no distinguía entre la imaginación y la realidad; además que se sentía igualmente agobiado por las pequeñeces que por los problemas metafísicos.

Se explaya en temas que siempre le interesaron como: la educación; conocer la importancia de ser un hombre o una mujer culta; la responsabilidad de los maestros así como la responsabilidad de los jóvenes, con su propio conocimiento y los cambios que deben hacer para mejorar el lugar en donde les ha tocado vivir.

Su airado reclamo llego hasta la censura de lo que él calificaba como “el error de que ahora todos queremos ser homo sapiens”.

Mencionaba “No podemos pensar que todos tengamos un nivel tal que ya no sea posible la artesanía, que se va volviendo un reducto de clases populares como desamparadas.

El hombre se realiza como homo faber al trabajar con sus manos; el error es que ahora todos queremos ser homo sapiens.

Frente a tantas profesiones supuestas podemos volver a cosas sencillas.

Arreola exigía una vuelta a la sencillez, en el sentido de respetar, de venerar quizá, el trabajo manual, y se indignaba ante el hecho de que “el hombre mira viles los trabajos manuales y así traiciona su naturaleza”.

Arreola valoraba, en un particular sentido, el significado concreto e individual de la cultura.

Decía que el precepto de cultura “consiste en ponerse en el espíritu de lo que le pertenece, aunque no lo haya pensado”.

Imagen de un hombre culto, excelente conversador que estaba en una comunicación activa. Centro emisor con ideas y actitudes que se ajustaban armoniosamente a la realidad inmediata de cada día.

Viajero incansable de grandes sensaciones visuales, que transmitía la voz al papel, tenía el gran triunfo del verbo, prevaleciendo lo preciso sobre lo confuso.

Calificado como el último “juglar” un autodidacta de gran memoria.

Así que […el arte de escribir…] consiste en usar el sol cenital para iluminar la voz y convertir las palabras en un predicamento que expresen más allá de lo que la imaginación pueda expresar.

El arte que en su origen es una vocación y un oficio de la expresión se reduce a la ordenación de las palabras, que deben de tomar en cuenta aquellos que se dedican a comunicar y dar a conocer un precepto

Las palabras bien acomodadas producen un significado mayor de la que tienen aisladamente.

De allí que palabras comunes, desgastadas por el uso, vuelvan a relucir como nuevas.

Las palabras son inertes de por sí, y de pronto la pasión las anima, las levanta, las incluye en el arrebato del espíritu.

El problema del arte consiste en untar el espíritu en la materia; en tratar de detener el espíritu en cualquier forma material.

[…El artista…] comete aproximaciones, para que otro simplemente las interprete.

La creación requiere libertad de pensamiento y reflexión.

El espíritu tiene una necesidad inagotable de manifestarse y lo hace a veces empleando la razón, pero siempre en los casos verdaderos, a pesar de la razón o haciendo caso omiso de ella.

Toda belleza es formal, percepción humilde del mundo externo, de todos y de mí mismo.

Detrás de esas bellezas ornamentales conscientes, se puede ver la sorna agazapada.

Se debe aspirar al lenguaje absoluto y al lenguaje puro que da un rendimiento mayor que el lenguaje frondoso porque es fértil.

Fuente de aquellos que se atreven a “comunicar” el conocimiento que se convierte en un “arte” como beneficio común para todos.

Se dice que los escritores tienen el don de la palabra, pero esta es una verdadera falacia, la palabra es la que selecciona y se confabula con el hacedor de la imaginación.

La oralidad ha quedado como testigo en cada cultura del planeta, donde cada palabra tiene su origen y su designio y al mismo tiempo definen la idiosincrasia de cada ser humano que está inundado de palabras.

De esta forma se ama el venero del lenguaje, entre los arcaísmos de nuestros abuelos y los neologismos de los que vienen conquistando otros sueños y otras tierras.

Jóvenes que ejercerán otras modalidades, recordemos que el lenguaje nos da identidad y un sentido de pertenencia, además de que se convierte en un inventario cultural.

Rosario Castellanos mencionaba; […escribo porque yo, un día, adolescente, me incliné ante un espejo y no había nadie. ¿Se da cuenta? El vacío…]