/ sábado 6 de febrero de 2021

Ahora enfrentar otra realidad

En nuestro tiempo el discurso político, es ante todo una defensa de lo indefendible

George Orwell

Sabemos que en todas las culturas, usamos el silencio dentro del discurso cotidiano, para dar sentido a una palabra o una frase, aquí coinciden, humanistas, filósofos y pensadores; con la premisa de que todo comienza con la palabra.

Recordemos que la función de la palabra, es dar a conocer la verdad, y no para encubrirla, por lo que haciendo un recuento de las expresiones más utilizadas por el titular del gobierno federal en sus famosas mañaneras, encontramos la palabra “corrupción” la cual fue utilizada 1 366 ocasiones hasta el 14 de diciembre de 2020, después de la palabra “pueblo”

Todo en exceso hace daño, pero no sería tan malo cuando se habla de corrupción; tema que debe estar sustentado en un plan o un programa, para combatirla con información verificable.

Vemos que la corrupción y la impunidad, como el resto de los asuntos de política pública en México, se tratan con mucha ligereza; por tal motivo la ciudadanía simplemente ya no tiene confianza, porque no hay resultados de la supuesta lucha contra la corrupción.

No puede haberlos, cuando en lugar de una política integral, creíble y coherente; lo que se nos ha dado es una demagogia discursiva, fincada en noticias manipuladas o falsas, entretejidas con una “moralidad” muy cuestionada.

El resultado de todas las encuestas de percepción, señalan que los mexicanos piensan, que la corrupción sigue igual o es mayor que en años anteriores.

Para el último trimestre de 2020, GEA (consultoría económica y política generadora de información) reporta que el 81 % de los mexicanos piensa que la corrupción es mayor, de este porcentaje el 31 % piensa que es igual y el 50 % restante piensa que es igual que hace seis años.

Por lo que Transparencia Internacional, coloca a México en el número 142 de 183 países; con una imagen de malas prácticas en el sector público.

Además de que la popularidad presidencial, se ha visto afectada por el grave deterioro de la situación económica del país y de las familias.

Casi 40% de la población dice que el económico es el principal problema del país y 63% de los ciudadanos considera que la situación económica de su familia es mala.

Por otro lado el Inegi, indica que la prevalencia de corrupción mantiene una tendencia creciente, entre 2017 y 2019, el “costo” de la corrupción aumentó 63.1 % esto representa que el gasto promedio por persona afectada pasó de $ 2 273 pesos en 2017 a $ 3 822 pesos en 2019.

En todas las encuestas, son más los que piensan que el presidente de nuestro país, está tratando mal el combate a la corrupción, y que simplemente no ha dado resultados.

Una política anticorrupción requiere algo más que un “discurso” y presentarse como un gobernante honesto y austero; no es suficiente decir que “no somos iguales”; se requiere de algo más que la voluntad y una “cartilla moral” para decirnos que “nos portemos bien como sociedad”.

Para combatir la corrupción, se requiere de un diagnóstico actualizado del problema, y de una política integral facultativa, que abarque la prevención, la denuncia y la detección a través de las unidades administrativas, ministerios públicos y la sanción por parte de los jueces correspondientes.

Pero no podríamos dejar de mencionar que los mexicanos aún siguen sin denunciar, porque hacerlo no tiene efecto alguno.

Desafortunadamente los mexicanos no tenemos la cultura de denunciar y de los pocos que se animan a hacerlo, no sabemos qué denuncian, ni qué proceso tienen sus denuncias, y lo que aún es peor, es que la información no se hace pública.

[…Lo que bien es cierto, es que la cantidad y calidad de la información pública han disminuido drásticamente o podría ser incluso que está ausente en esta administración…]

Seguiremos con la predicación y las buenas intenciones en contra de la corrupción, vociferando la austeridad, la moralidad y la ética del gobierno en turno.

Tan solo mencionar que la palabra y el silencio son una sola cosa; la palabra está hecha de silencio que se convierte en un preludio, antes de alzar el siguiente vuelo de quien la ejerce, desde luego un derecho que todos tenemos.

Porque de buenas intenciones está inundado el mundo de los justos”. La realidad es que la austeridad, la moralidad y la ética que se pregonan, difícilmente evitarán el lastre de la corrupción, que tanto daño nos hace como sociedad.

En nuestro tiempo el discurso político, es ante todo una defensa de lo indefendible

George Orwell

Sabemos que en todas las culturas, usamos el silencio dentro del discurso cotidiano, para dar sentido a una palabra o una frase, aquí coinciden, humanistas, filósofos y pensadores; con la premisa de que todo comienza con la palabra.

Recordemos que la función de la palabra, es dar a conocer la verdad, y no para encubrirla, por lo que haciendo un recuento de las expresiones más utilizadas por el titular del gobierno federal en sus famosas mañaneras, encontramos la palabra “corrupción” la cual fue utilizada 1 366 ocasiones hasta el 14 de diciembre de 2020, después de la palabra “pueblo”

Todo en exceso hace daño, pero no sería tan malo cuando se habla de corrupción; tema que debe estar sustentado en un plan o un programa, para combatirla con información verificable.

Vemos que la corrupción y la impunidad, como el resto de los asuntos de política pública en México, se tratan con mucha ligereza; por tal motivo la ciudadanía simplemente ya no tiene confianza, porque no hay resultados de la supuesta lucha contra la corrupción.

No puede haberlos, cuando en lugar de una política integral, creíble y coherente; lo que se nos ha dado es una demagogia discursiva, fincada en noticias manipuladas o falsas, entretejidas con una “moralidad” muy cuestionada.

El resultado de todas las encuestas de percepción, señalan que los mexicanos piensan, que la corrupción sigue igual o es mayor que en años anteriores.

Para el último trimestre de 2020, GEA (consultoría económica y política generadora de información) reporta que el 81 % de los mexicanos piensa que la corrupción es mayor, de este porcentaje el 31 % piensa que es igual y el 50 % restante piensa que es igual que hace seis años.

Por lo que Transparencia Internacional, coloca a México en el número 142 de 183 países; con una imagen de malas prácticas en el sector público.

Además de que la popularidad presidencial, se ha visto afectada por el grave deterioro de la situación económica del país y de las familias.

Casi 40% de la población dice que el económico es el principal problema del país y 63% de los ciudadanos considera que la situación económica de su familia es mala.

Por otro lado el Inegi, indica que la prevalencia de corrupción mantiene una tendencia creciente, entre 2017 y 2019, el “costo” de la corrupción aumentó 63.1 % esto representa que el gasto promedio por persona afectada pasó de $ 2 273 pesos en 2017 a $ 3 822 pesos en 2019.

En todas las encuestas, son más los que piensan que el presidente de nuestro país, está tratando mal el combate a la corrupción, y que simplemente no ha dado resultados.

Una política anticorrupción requiere algo más que un “discurso” y presentarse como un gobernante honesto y austero; no es suficiente decir que “no somos iguales”; se requiere de algo más que la voluntad y una “cartilla moral” para decirnos que “nos portemos bien como sociedad”.

Para combatir la corrupción, se requiere de un diagnóstico actualizado del problema, y de una política integral facultativa, que abarque la prevención, la denuncia y la detección a través de las unidades administrativas, ministerios públicos y la sanción por parte de los jueces correspondientes.

Pero no podríamos dejar de mencionar que los mexicanos aún siguen sin denunciar, porque hacerlo no tiene efecto alguno.

Desafortunadamente los mexicanos no tenemos la cultura de denunciar y de los pocos que se animan a hacerlo, no sabemos qué denuncian, ni qué proceso tienen sus denuncias, y lo que aún es peor, es que la información no se hace pública.

[…Lo que bien es cierto, es que la cantidad y calidad de la información pública han disminuido drásticamente o podría ser incluso que está ausente en esta administración…]

Seguiremos con la predicación y las buenas intenciones en contra de la corrupción, vociferando la austeridad, la moralidad y la ética del gobierno en turno.

Tan solo mencionar que la palabra y el silencio son una sola cosa; la palabra está hecha de silencio que se convierte en un preludio, antes de alzar el siguiente vuelo de quien la ejerce, desde luego un derecho que todos tenemos.

Porque de buenas intenciones está inundado el mundo de los justos”. La realidad es que la austeridad, la moralidad y la ética que se pregonan, difícilmente evitarán el lastre de la corrupción, que tanto daño nos hace como sociedad.