/ jueves 24 de marzo de 2022

AIFA, victoria histórica

El evento inaugural del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles el pasado lunes, promovió en mí dos reflexiones. La primera, fácilmente anticipable, sobre lo mucho que ha cambiado la política y el peso de los compromisos, y la segunda, profundamente emotiva y personal sobre las fuerzas armadas y su quehacer.

La obra nos sorprendió a muchas y muchos, tanto a las y los simpatizantes del Presidente Andrés Manuel López Obrador, como a varios representantes de su oposición. La construcción del AIFA genera la misma impresión en todas y todos aquellos que hemos podido presenciar su funcionalidad y magnificencia, que se levantó en el tiempo prometido y con los recursos presupuestados, sin un peso más. Basta escuchar las intervenciones de los gobernadores priístas, Omar Fayad de Hidalgo y Alfredo del Mazo del Estado de México.

Resulta inevitable reflexionar sobre todos aquellos megaproyectos prometidos en sexenios anteriores cuyo destino fue el abandono y, en el mejor de los casos, la entrega tardía y a sobreprecios. Como el aeropuerto prometido por Vicente Fox en Texcoco, o la hidroeléctrica en la cuenca del Río Papagayo.

En el sexenio de Felipe Calderón la Refinería Bicentenario, entre los municipios de Atitalaquia y Tula en Hidalgo, que terminó siendo una barda perimetral, o la famosa Estela de Luz, en la Ciudad de México, que costó tres veces más que lo anunciado.

Enrique Peña Nieto no se quedó atrás, incumpliendo sus compromisos firmados ante notario público de levantar un aeropuerto en el estado de Hidalgo y de iniciar la construcción de la refinería prometida por su antecesor. Ahora, el Presidente López Obrador anunció la creación de un hospital del IMSS al interior de esta barda perimetral, que habrá de inaugurarse el 21 de marzo de 2023.

Los ejemplos sobran, el megaproyecto en Cancún “Dragon Mart”, que tuvo una inversión inicial de 2 mil 300 millones de pesos, que jamás se terminó. El Tren Bala México-Querétaro, el Tren Yucatán-Quintana Roo, entre otros.

La entrega del AIFA, con todo y la campaña de descrédito propiciada por los agoreros del desastre, incontables amparos para detener su construcción y por supuesto, las vicisitudes que trajo consigo la pandemia, representa el cambio de paradigma. Se construyeron tres pistas, una terminal, una base aérea, una torre de control, varias terminales de carga, hangares, una ciudad para cerca de 15 mil elementos del Ejército, con unidad habitacional, escuelas, centros deportivos, museos, hoteles, centro comercial, calles y avenidas.

Todo aquello, pensado y construido por ingenieros militares, lo que me lleva a mi segunda reflexión. Como adolescente viví la terrible y absurda “guerra contra el narco” en la ciudad en la que enclavó su nido, Ciudad Juárez. El Expresidente Felipe Calderón decidió trasladar elementos del Ejército Mexicano a la frontera, para “afrontar” la guerra.

Las y los habitantes en zona de guerra hemos dado testimonio de cómo escaló la violencia con la llegada de los militares, trasladándoles durante muchos años a ellos la responsabilidad de lo que había sucedido, olvidándonos de su formación en la disciplina y la obediencia. Obviando lo obvio, con motivo de nuestros dolores y decepciones: los integrantes del Ejército siguen órdenes.

¿Y quién da las órdenes? El Comandante Supremo, es decir, el Presidente de la República.

La entrega del Aeropuerto nos abre los ojos: la orden ya no es reprimir, ahora es construir, y eso también es parte de la transformación. ¡Y vaya que tiene valor! Nunca imaginé sentirme tan orgullosa de nuestras Fuerzas Armadas, un cambio que nunca anticipé, ni en el más remoto de los escenarios.

Que sirva esta publicación para rendir homenaje a todas y todos aquellos los que formaron parte en la consecución de esta victoria histórica, para que las promesas se cumplan y para que los paradigmas se sigan transformando.

El evento inaugural del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles el pasado lunes, promovió en mí dos reflexiones. La primera, fácilmente anticipable, sobre lo mucho que ha cambiado la política y el peso de los compromisos, y la segunda, profundamente emotiva y personal sobre las fuerzas armadas y su quehacer.

La obra nos sorprendió a muchas y muchos, tanto a las y los simpatizantes del Presidente Andrés Manuel López Obrador, como a varios representantes de su oposición. La construcción del AIFA genera la misma impresión en todas y todos aquellos que hemos podido presenciar su funcionalidad y magnificencia, que se levantó en el tiempo prometido y con los recursos presupuestados, sin un peso más. Basta escuchar las intervenciones de los gobernadores priístas, Omar Fayad de Hidalgo y Alfredo del Mazo del Estado de México.

Resulta inevitable reflexionar sobre todos aquellos megaproyectos prometidos en sexenios anteriores cuyo destino fue el abandono y, en el mejor de los casos, la entrega tardía y a sobreprecios. Como el aeropuerto prometido por Vicente Fox en Texcoco, o la hidroeléctrica en la cuenca del Río Papagayo.

En el sexenio de Felipe Calderón la Refinería Bicentenario, entre los municipios de Atitalaquia y Tula en Hidalgo, que terminó siendo una barda perimetral, o la famosa Estela de Luz, en la Ciudad de México, que costó tres veces más que lo anunciado.

Enrique Peña Nieto no se quedó atrás, incumpliendo sus compromisos firmados ante notario público de levantar un aeropuerto en el estado de Hidalgo y de iniciar la construcción de la refinería prometida por su antecesor. Ahora, el Presidente López Obrador anunció la creación de un hospital del IMSS al interior de esta barda perimetral, que habrá de inaugurarse el 21 de marzo de 2023.

Los ejemplos sobran, el megaproyecto en Cancún “Dragon Mart”, que tuvo una inversión inicial de 2 mil 300 millones de pesos, que jamás se terminó. El Tren Bala México-Querétaro, el Tren Yucatán-Quintana Roo, entre otros.

La entrega del AIFA, con todo y la campaña de descrédito propiciada por los agoreros del desastre, incontables amparos para detener su construcción y por supuesto, las vicisitudes que trajo consigo la pandemia, representa el cambio de paradigma. Se construyeron tres pistas, una terminal, una base aérea, una torre de control, varias terminales de carga, hangares, una ciudad para cerca de 15 mil elementos del Ejército, con unidad habitacional, escuelas, centros deportivos, museos, hoteles, centro comercial, calles y avenidas.

Todo aquello, pensado y construido por ingenieros militares, lo que me lleva a mi segunda reflexión. Como adolescente viví la terrible y absurda “guerra contra el narco” en la ciudad en la que enclavó su nido, Ciudad Juárez. El Expresidente Felipe Calderón decidió trasladar elementos del Ejército Mexicano a la frontera, para “afrontar” la guerra.

Las y los habitantes en zona de guerra hemos dado testimonio de cómo escaló la violencia con la llegada de los militares, trasladándoles durante muchos años a ellos la responsabilidad de lo que había sucedido, olvidándonos de su formación en la disciplina y la obediencia. Obviando lo obvio, con motivo de nuestros dolores y decepciones: los integrantes del Ejército siguen órdenes.

¿Y quién da las órdenes? El Comandante Supremo, es decir, el Presidente de la República.

La entrega del Aeropuerto nos abre los ojos: la orden ya no es reprimir, ahora es construir, y eso también es parte de la transformación. ¡Y vaya que tiene valor! Nunca imaginé sentirme tan orgullosa de nuestras Fuerzas Armadas, un cambio que nunca anticipé, ni en el más remoto de los escenarios.

Que sirva esta publicación para rendir homenaje a todas y todos aquellos los que formaron parte en la consecución de esta victoria histórica, para que las promesas se cumplan y para que los paradigmas se sigan transformando.