/ sábado 30 de enero de 2021

Alto poder | Twitter no tiene derecho a decidir a quién bloquea

Cuando el internet comenzó a utilizarse de manera masiva, allá por la década de los 90, se idealizó un mundo donde estaría garantizada la libertad de expresión. Empero, el derecho de autor fue la primera garantía en ser trastocada.

En aquellos días, la industria musical (entonces una de las más poderosas) fue la primera en verse afectada porque los cibernautas comenzaron a compartir de persona a persona millones de archivos de canciones y discos completos.

Le siguió el robo al sector editorial, donde la cultura del “copia-pega” se volvió una forma de “intelectualidad”, pero que en realidad es el hurto de ideas e investigaciones que llevaron años de creación y, en muchos casos, miles de dólares para desarrollarlo.

Después, el ciberespacio amplió su oferta a los usuarios hasta la llegada de las redes sociales, a través de diversos nombres y distintos servicios, todos con el mismo fin: unir a sus suscriptores.

Jamás nadie imaginó el impacto que tendrían algunas redes, como Facebook, la primera en ser verdaderamente masiva y que trastocó la vida de las personas, al grado de provocar pleitos entre familias y amigos.

Sin duda Twitter se convirtió en la madre de todas las redes, porque, primero, difunde ideas breves, imágenes impactantes y contenido de lo más controvertido, al tiempo que permite la interacción. También se volvió en un importante difusor de comunicados oficiales y propagación de noticias falsas.

Además, “el pajarito” logró unir a millones de inconformes en aquella Primavera Árabe que derrocó a dictadores quienes parecían intocables; congregó lo mismo a españoles en la Puerta del Sol, que a los “ocupa Wall Street” en Nueva York.

Fue entonces que se encendieron las alertas por controlar ese medio que unió a los distintos, la ultraderecha exigió su desaparición y la izquierda más radical defendió la total libertad de expresión. Ambas partes olvidaron que Twitter, a pesar de todo, es una empresa estadounidense que busca enriquecerse y controlar a sus consumidores.

LOCO vs DICTADOR: TRUMP vs ZUCKERBERG

Los ciudadanos de casi todo el mundo consideran que lo público es gratis, como Twitter, Facebook o Instagram. Nada más falso que tal aseveración, porque si bien es correcto afirmar que no cuesta nada abrir una cuenta, también lo es entender que sus dueños pueden fijar las reglas que mejor les parezca.

Y así lo demostraron hace un par de semanas, cuando el loco del entonces presidente Donald Trump llamó a la insurrección contra el demócrata y su sucesor, Joe Biden, que involucró la muerte de al menos cinco personas.

Justo el día de la toma del Capitolio estadounidense, las redes sociales se volvieron locas, algunos usuarios apoyando la insurrección y otros rechazando la violencia y, sin duda, lo que más cuestionamientos ocasionó fue que, de manera unilateral, los directivos de Twitter cerraron la cuenta del expresidente Trump, quien exhibió su lado más ultraderechista recalcitrante.

Al día siguiente, durante la conferencia matutina, el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, salió en defensa no de Trump sino al derecho de expresarse libremente y que ninguna empresa, ni estadounidense ni de ninguna parte, podía establecer sus criterios unilateralmente.

Aquellos anti lopezobradorista de inmediato criticaron al político tabasqueño arguyendo que su deseo era realmente defender al desquiciado de Trump, cuando en realidad el Primer Mandatario sólo reiteró su defensa a un derecho humano fundamental: la libertad de expresión.

Este asunto, ha sido tema de debate por muchos años, sin que hasta el momento los expertos constitucionalistas, periodistas, investigadores ni ninguna de las partes involucradas se hayan podido poner de acuerdo.

LO QUE DEBE O NO PERMITIRSE

Por un lado, cada ciudadano tiene la libertad de abrir una cuenta o cuantas quiera, en cualquier red social y cuyo contenido que publique le deja de pertenecer exclusivamente y puede ser usado, replicado o reproducido casi por quien sea. En ese aspecto, las redes son “públicas”, dejan de serlo cuando hay una empresa que está detrás y que debe cuidar sus ingresos a través de la publicidad que incluye cuando el cibernauta utiliza tal o cual plataforma.

Sobre el contenido, cada país debería establecer a las empresas que las administran una serie de condiciones y de asuntos que no puedan ser publicados como el llamado a la insurrección, a cometer algún asesinato, trata de personas o cualquiera de aquellos que están sobreentendidos, tal y como ocurre con los medios de comunicación.

Ante este panorama, Twitter se apegó a las leyes estadounidenses y bloqueó la cuenta de Trump al momento de convocar a tomar ocupar el Capitolio e impedir que Biden rindiera protesta.

La crítica es que la plataforma de Mark Zuckerberg debió reportar el contenido de la cuenta de Trump ante las autoridades estadounidenses para proceder en consecuencia, no bloquear la cuenta del loco usuario de manera unilateral, porque entonces la censura podría ocurrir en cualquier país donde esté permitida la red social.

En otro asunto relacionado con la reserva de información, hay quienes demandan que sea público el reporte clínico del presidente Andrés Manuel López Obrador, luego de que la semana pasada confirmó que dio positivo a covid 19.

En este caso, debe ser un asunto de seguridad nacional porque cualquier rumor o mala interpretación pone en riesgo la situación económica, política y social de todo el país. Y no es porque se trate de AMLO, sino de quien esté al frente del gobierno.

Es importante establecer qué información es pública y cuál es privada, lo mismo da si se trata de una red social que un reporte clínico. Las leyes deben definir los límites de cada una.

Y hasta próxima semana, en este mismo espacio.

manuelmejidot@gmail.com

Cuando el internet comenzó a utilizarse de manera masiva, allá por la década de los 90, se idealizó un mundo donde estaría garantizada la libertad de expresión. Empero, el derecho de autor fue la primera garantía en ser trastocada.

En aquellos días, la industria musical (entonces una de las más poderosas) fue la primera en verse afectada porque los cibernautas comenzaron a compartir de persona a persona millones de archivos de canciones y discos completos.

Le siguió el robo al sector editorial, donde la cultura del “copia-pega” se volvió una forma de “intelectualidad”, pero que en realidad es el hurto de ideas e investigaciones que llevaron años de creación y, en muchos casos, miles de dólares para desarrollarlo.

Después, el ciberespacio amplió su oferta a los usuarios hasta la llegada de las redes sociales, a través de diversos nombres y distintos servicios, todos con el mismo fin: unir a sus suscriptores.

Jamás nadie imaginó el impacto que tendrían algunas redes, como Facebook, la primera en ser verdaderamente masiva y que trastocó la vida de las personas, al grado de provocar pleitos entre familias y amigos.

Sin duda Twitter se convirtió en la madre de todas las redes, porque, primero, difunde ideas breves, imágenes impactantes y contenido de lo más controvertido, al tiempo que permite la interacción. También se volvió en un importante difusor de comunicados oficiales y propagación de noticias falsas.

Además, “el pajarito” logró unir a millones de inconformes en aquella Primavera Árabe que derrocó a dictadores quienes parecían intocables; congregó lo mismo a españoles en la Puerta del Sol, que a los “ocupa Wall Street” en Nueva York.

Fue entonces que se encendieron las alertas por controlar ese medio que unió a los distintos, la ultraderecha exigió su desaparición y la izquierda más radical defendió la total libertad de expresión. Ambas partes olvidaron que Twitter, a pesar de todo, es una empresa estadounidense que busca enriquecerse y controlar a sus consumidores.

LOCO vs DICTADOR: TRUMP vs ZUCKERBERG

Los ciudadanos de casi todo el mundo consideran que lo público es gratis, como Twitter, Facebook o Instagram. Nada más falso que tal aseveración, porque si bien es correcto afirmar que no cuesta nada abrir una cuenta, también lo es entender que sus dueños pueden fijar las reglas que mejor les parezca.

Y así lo demostraron hace un par de semanas, cuando el loco del entonces presidente Donald Trump llamó a la insurrección contra el demócrata y su sucesor, Joe Biden, que involucró la muerte de al menos cinco personas.

Justo el día de la toma del Capitolio estadounidense, las redes sociales se volvieron locas, algunos usuarios apoyando la insurrección y otros rechazando la violencia y, sin duda, lo que más cuestionamientos ocasionó fue que, de manera unilateral, los directivos de Twitter cerraron la cuenta del expresidente Trump, quien exhibió su lado más ultraderechista recalcitrante.

Al día siguiente, durante la conferencia matutina, el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, salió en defensa no de Trump sino al derecho de expresarse libremente y que ninguna empresa, ni estadounidense ni de ninguna parte, podía establecer sus criterios unilateralmente.

Aquellos anti lopezobradorista de inmediato criticaron al político tabasqueño arguyendo que su deseo era realmente defender al desquiciado de Trump, cuando en realidad el Primer Mandatario sólo reiteró su defensa a un derecho humano fundamental: la libertad de expresión.

Este asunto, ha sido tema de debate por muchos años, sin que hasta el momento los expertos constitucionalistas, periodistas, investigadores ni ninguna de las partes involucradas se hayan podido poner de acuerdo.

LO QUE DEBE O NO PERMITIRSE

Por un lado, cada ciudadano tiene la libertad de abrir una cuenta o cuantas quiera, en cualquier red social y cuyo contenido que publique le deja de pertenecer exclusivamente y puede ser usado, replicado o reproducido casi por quien sea. En ese aspecto, las redes son “públicas”, dejan de serlo cuando hay una empresa que está detrás y que debe cuidar sus ingresos a través de la publicidad que incluye cuando el cibernauta utiliza tal o cual plataforma.

Sobre el contenido, cada país debería establecer a las empresas que las administran una serie de condiciones y de asuntos que no puedan ser publicados como el llamado a la insurrección, a cometer algún asesinato, trata de personas o cualquiera de aquellos que están sobreentendidos, tal y como ocurre con los medios de comunicación.

Ante este panorama, Twitter se apegó a las leyes estadounidenses y bloqueó la cuenta de Trump al momento de convocar a tomar ocupar el Capitolio e impedir que Biden rindiera protesta.

La crítica es que la plataforma de Mark Zuckerberg debió reportar el contenido de la cuenta de Trump ante las autoridades estadounidenses para proceder en consecuencia, no bloquear la cuenta del loco usuario de manera unilateral, porque entonces la censura podría ocurrir en cualquier país donde esté permitida la red social.

En otro asunto relacionado con la reserva de información, hay quienes demandan que sea público el reporte clínico del presidente Andrés Manuel López Obrador, luego de que la semana pasada confirmó que dio positivo a covid 19.

En este caso, debe ser un asunto de seguridad nacional porque cualquier rumor o mala interpretación pone en riesgo la situación económica, política y social de todo el país. Y no es porque se trate de AMLO, sino de quien esté al frente del gobierno.

Es importante establecer qué información es pública y cuál es privada, lo mismo da si se trata de una red social que un reporte clínico. Las leyes deben definir los límites de cada una.

Y hasta próxima semana, en este mismo espacio.

manuelmejidot@gmail.com