/ sábado 12 de septiembre de 2020

AMLO abandonó al partido que él formó

Una característica ha tenido la partidocracia mexicana. La militancia sólo sabe sobrevivir si es dirigida por un máximo líder. Los partidos no son organizaciones donde converjan hombres con una idea clara y definida sobre cómo conducir al país.

Durante siete décadas, el PRI cambiaba cada seis años de ideario político, un día fueron nacionalistas, en la tarde tecnócratas y por la noche, neoliberales. Cumplieron con la máxima “Muerto el rey, viva el rey”.

El tricolor supo someter a la oposición, anularla, jugar a la democracia, a la representatividad. Eso sí, siempre en orden y sin que nadie se atreviera a cuestionar cada una de las decisiones ordenadas desde Los Pinos. Hasta 1987, cuando Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo y un importante grupo se atrevió a iniciar la diáspora priista.

Con todo el apoyo ciudadano, Cárdenas Solórzano estuvo a punto de romper “la dictadura perfecta”, empero la maquinaria del PRI le arrebató el triunfo en las urnas.

Una ocasión, le pregunté al hijo del General por qué no tomó Palacio Nacional, aquel día que convocó a miles de mexicanos en el Zócalo, que le permitía atrincherarse en ese recinto y su respuesta fue de lo más patriótica. “Para evitar que se derramara sangre inocente”, me dijo.

Desde 1988 hasta el 2000, el ingeniero fue el líder espiritual de la izquierda mexicana, tres veces candidato a la Presidencia. Hasta que apareció un hombre dicharachero, ocurrente, mal hablado, que también era conservador, empresario y que contaba con el apoyo empresarial: el panista Vicente Fox quien ganó en las urnas.

Los panistas resistieron en el gobierno durante la llamada “decena trágica”, sostenida por el fraude electoral del 2006, esta vez organizado por Fox, su esposa Martha Sahagún, Elba Esther Gordillo y el Cardenal Norberto Rivera, que instaló en el gobierno al espurio de Felipe Calderón.

Debido al baño de sangre que ocasionó la guerra contra el narcotráfico en todo el país, Calderón y los panistas fueron echados del gobierno en 2012 lo que permitió el regreso del PRI, con un presidente que es más recordado por sus pifias ante las cámaras que por sus acciones de gobierno.

LA DECENA TRÁGICA PANISTA

Terminado el siglo XX y recién iniciado el XXI, la partidocracia se tambaleó, los panistas se empalagaron con las mieles del éxito que producía la Presidencia de la República y los priistas desaprovecharon la segunda oportunidad que les dio el pueblo.

En medio de tanto cambio y confrontación, Andrés Manuel López Obrador caminó como líder único de la izquierda nacional, que a cada paso sumaba más adeptos a su causa. El fraude del 2006 lo obligó a buscar una manera de asegurarse que llegaría a Palacio Nacional y comenzó el llamado Movimiento de Regeneración Nacional que el 30 de enero de 2014 solicitó registro ante el entonces Instituto Federal Electoral como Morena.

Sólo cuatro años bastaron para que AMLO y su proyecto de nación triunfara en las urnas, seguido por un importante número de personas, principalmente de desposeídos y grupos vulnerables, beneficiados por los programas sociales que destinó cuando fue jefe de gobierno del entonces Distrito Federal.

Pero si cuatro años fueron suficientes para llegar a la cima, parece que 24 meses (tiempo que ha transcurrido sin la figura de un ideólogo) bastarán a Morena para colapsar y desaparecer como partido político. La prueba de fuego la tendrán el próximo año en las elecciones intermedias.

Esta semana, se llevó a cabo el registro de quienes aspiran a dirigir al órgano político. Hasta el INE acudieron un total de 51 aspirantes a la presidencia partidista y 54 a la secretaría general. La inmensa mayoría de ellos, conducidos por la avaricia del dinero público.

LA INCAPACIDAD DE MORENA

La desunión entre los morenistas es tan evidente, que ni siquiera pudieron organizar un proceso interno legítimo, limpio ni ordenado. No serán libres de contar sus votos, porque el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación ordenó al INE organizar la encuesta entre militantes e informar los resultados de quien resulté ganador del proceso.

De los 51 candidatos a la presidencia de Morena, sólo dos son verdaderas personas de izquierda, con un plan para recuperar la confianza del pueblo en sus candidatos que contiendan en este proceso. Se trata de Yeidckol Polevnsky y Porfirio Muñoz Ledo.

Los dos son políticos de izquierda, con un verdadero ideario, preparados y con el conocimiento de la calle, donde se ganan los votos. Pero sobre todo con apoyo popular.

Sin embargo, al interior de Morena no se observa y parece que tampoco se está formando ninguna figura cuyo carisma se avasallador, como en su momento lo fue López Obrador. Sí hay personajes reconocidos como la misma Yeidckol o Tatiana Clouthier, incluso Porfirio, Mario Delgado, Ricardo Monreal o Martí Batres, pero aún les falta ese arrastre que tuvo el Presidente de la República cuando recorrió el país y llenó en varias ocasiones el Zócalo capitalino.

Aún queda tiempo para la sucesión presidencial y en Morena están a tiempo de formarse un líder con la capacidad de defender la Presidencia de la República en 2024.

EN BUSCA DE LA APROBACIÓN CIUDADANA

El viernes 7 de septiembre comenzó el proceso electoral más importante en la historia del país, que habrá de concretarse en la jornada del 6 de junio de 2021. Sin duda, será uno de los más competidos en la historia nacional y que esta ocasión tendrá la peculiar característica de la reelección, una de las pruebas más difíciles para los gobernantes porque en las urnas los ciudadanos expresarán su apoyo o rechazo a los gobernantes o legisladores.

Entre los aspirantes a reelegirse, está el caso de Rafael Reyes, quien busca repetir como alcalde de Jiutepec, Morelos, cargo al que llegó en 2018 con la coalición “Juntos haremos historia”, que encabezó Morena.

En enero de 2019, cuando rindió protesta, el presidente municipal llegó al gobierno con una aprobación del 46.67 por ciento, que ha sostenido durante este tiempo. Su labor se ha centrado en resolver asuntos agrarios, de seguridad y obra pública.

Y hasta la próxima semana, en este mismo espacio.


manuelmejidot@gmail.com

Una característica ha tenido la partidocracia mexicana. La militancia sólo sabe sobrevivir si es dirigida por un máximo líder. Los partidos no son organizaciones donde converjan hombres con una idea clara y definida sobre cómo conducir al país.

Durante siete décadas, el PRI cambiaba cada seis años de ideario político, un día fueron nacionalistas, en la tarde tecnócratas y por la noche, neoliberales. Cumplieron con la máxima “Muerto el rey, viva el rey”.

El tricolor supo someter a la oposición, anularla, jugar a la democracia, a la representatividad. Eso sí, siempre en orden y sin que nadie se atreviera a cuestionar cada una de las decisiones ordenadas desde Los Pinos. Hasta 1987, cuando Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo y un importante grupo se atrevió a iniciar la diáspora priista.

Con todo el apoyo ciudadano, Cárdenas Solórzano estuvo a punto de romper “la dictadura perfecta”, empero la maquinaria del PRI le arrebató el triunfo en las urnas.

Una ocasión, le pregunté al hijo del General por qué no tomó Palacio Nacional, aquel día que convocó a miles de mexicanos en el Zócalo, que le permitía atrincherarse en ese recinto y su respuesta fue de lo más patriótica. “Para evitar que se derramara sangre inocente”, me dijo.

Desde 1988 hasta el 2000, el ingeniero fue el líder espiritual de la izquierda mexicana, tres veces candidato a la Presidencia. Hasta que apareció un hombre dicharachero, ocurrente, mal hablado, que también era conservador, empresario y que contaba con el apoyo empresarial: el panista Vicente Fox quien ganó en las urnas.

Los panistas resistieron en el gobierno durante la llamada “decena trágica”, sostenida por el fraude electoral del 2006, esta vez organizado por Fox, su esposa Martha Sahagún, Elba Esther Gordillo y el Cardenal Norberto Rivera, que instaló en el gobierno al espurio de Felipe Calderón.

Debido al baño de sangre que ocasionó la guerra contra el narcotráfico en todo el país, Calderón y los panistas fueron echados del gobierno en 2012 lo que permitió el regreso del PRI, con un presidente que es más recordado por sus pifias ante las cámaras que por sus acciones de gobierno.

LA DECENA TRÁGICA PANISTA

Terminado el siglo XX y recién iniciado el XXI, la partidocracia se tambaleó, los panistas se empalagaron con las mieles del éxito que producía la Presidencia de la República y los priistas desaprovecharon la segunda oportunidad que les dio el pueblo.

En medio de tanto cambio y confrontación, Andrés Manuel López Obrador caminó como líder único de la izquierda nacional, que a cada paso sumaba más adeptos a su causa. El fraude del 2006 lo obligó a buscar una manera de asegurarse que llegaría a Palacio Nacional y comenzó el llamado Movimiento de Regeneración Nacional que el 30 de enero de 2014 solicitó registro ante el entonces Instituto Federal Electoral como Morena.

Sólo cuatro años bastaron para que AMLO y su proyecto de nación triunfara en las urnas, seguido por un importante número de personas, principalmente de desposeídos y grupos vulnerables, beneficiados por los programas sociales que destinó cuando fue jefe de gobierno del entonces Distrito Federal.

Pero si cuatro años fueron suficientes para llegar a la cima, parece que 24 meses (tiempo que ha transcurrido sin la figura de un ideólogo) bastarán a Morena para colapsar y desaparecer como partido político. La prueba de fuego la tendrán el próximo año en las elecciones intermedias.

Esta semana, se llevó a cabo el registro de quienes aspiran a dirigir al órgano político. Hasta el INE acudieron un total de 51 aspirantes a la presidencia partidista y 54 a la secretaría general. La inmensa mayoría de ellos, conducidos por la avaricia del dinero público.

LA INCAPACIDAD DE MORENA

La desunión entre los morenistas es tan evidente, que ni siquiera pudieron organizar un proceso interno legítimo, limpio ni ordenado. No serán libres de contar sus votos, porque el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación ordenó al INE organizar la encuesta entre militantes e informar los resultados de quien resulté ganador del proceso.

De los 51 candidatos a la presidencia de Morena, sólo dos son verdaderas personas de izquierda, con un plan para recuperar la confianza del pueblo en sus candidatos que contiendan en este proceso. Se trata de Yeidckol Polevnsky y Porfirio Muñoz Ledo.

Los dos son políticos de izquierda, con un verdadero ideario, preparados y con el conocimiento de la calle, donde se ganan los votos. Pero sobre todo con apoyo popular.

Sin embargo, al interior de Morena no se observa y parece que tampoco se está formando ninguna figura cuyo carisma se avasallador, como en su momento lo fue López Obrador. Sí hay personajes reconocidos como la misma Yeidckol o Tatiana Clouthier, incluso Porfirio, Mario Delgado, Ricardo Monreal o Martí Batres, pero aún les falta ese arrastre que tuvo el Presidente de la República cuando recorrió el país y llenó en varias ocasiones el Zócalo capitalino.

Aún queda tiempo para la sucesión presidencial y en Morena están a tiempo de formarse un líder con la capacidad de defender la Presidencia de la República en 2024.

EN BUSCA DE LA APROBACIÓN CIUDADANA

El viernes 7 de septiembre comenzó el proceso electoral más importante en la historia del país, que habrá de concretarse en la jornada del 6 de junio de 2021. Sin duda, será uno de los más competidos en la historia nacional y que esta ocasión tendrá la peculiar característica de la reelección, una de las pruebas más difíciles para los gobernantes porque en las urnas los ciudadanos expresarán su apoyo o rechazo a los gobernantes o legisladores.

Entre los aspirantes a reelegirse, está el caso de Rafael Reyes, quien busca repetir como alcalde de Jiutepec, Morelos, cargo al que llegó en 2018 con la coalición “Juntos haremos historia”, que encabezó Morena.

En enero de 2019, cuando rindió protesta, el presidente municipal llegó al gobierno con una aprobación del 46.67 por ciento, que ha sostenido durante este tiempo. Su labor se ha centrado en resolver asuntos agrarios, de seguridad y obra pública.

Y hasta la próxima semana, en este mismo espacio.


manuelmejidot@gmail.com