/ sábado 24 de octubre de 2020

Arnoldo Pérez Rocha: un sueño en Moricato

No resulta sencillo tener una infancia plagada de carencias, coronada con esfuerzo, estudios y una profesión que permita alcanzar los más altos niveles de reconocimiento a nivel nacional del Colegio de Ingenieros Mecánicos y Electricistas (CIME).

Se trata de las grandes dificultades que debió vencer un niño que nació y vivió sus primeros años en una pequeña ranchería ubicada en Moricato, a 17 kilómetros de Culiacán, Sinaloa, en una población llamada Estación Rosales, incomunicada, pero donde pasaba el ferrocarril con pasajeros y carga, que mayoritariamente era enviada a Estados Unidos.

Sólo a base de esfuerzo y dedicación, Arnoldo Pérez Rocha superó las trampas que le puso el destino para llegar al pináculo de una carrera que, además de ser complicada, requiere de dedicación, empeño y una importante suma de recursos.

Pérez Rocha encuadra muy bien en la poesía del argentino Pedro Bonifacio Palacios, quien bajo el seudónimo “Alma fuerte”, dejó escrito para la historia su verso “Piu Avanti”:

“No te des por vencido, ni aun vencido,

no te sientas esclavo, ni aun esclavo;

trémulo de pavor, piénsate bravo,

y arremete feroz, ya mal herido.

“Ten el tesón del clavo enmohecido

que ya viejo y ruin, vuelve a ser clavo;

no la cobarde intrepidez del pavo

que amaina su plumaje al menor ruido.”

Fue el destino que ubicó a Pérez Rocha como un gran ingeniero cuando en realidad lo que él pretendía desde la infancia era estudiar medicina.

Pasado el tiempo, la forma de actuar de este joven lleno de ilusiones y buenos deseos, superó las grandes carencias económicas que la vida le presentó junto a sus hermanos.

Desde pequeño, Arnoldo buscó incansablemente y encontró las veredas que lo condujeron por un camino de superación, de preparación para saciar el intelecto y aspirar a estudios profesionales.

En todo momento, ese joven soñador contó con el apoyo de su humilde padre, Ventura Pérez Serrano, trabajador del campo quien a pesar de ser iletrado, no le faltó visión e inteligencia para saber que lo más importante era la educación de su hijo.

EL SUEÑO QUE NUNCA DESCANSA

En su natal ranchería de Moricato, había alrededor de 10 familias, todas emparentadas, que día a día luchaban por sobrevivir y salir adelante, pese a las carencias.

Todos los niños de la comunidad, con diferentes edades, se educaban en la misma aula y sobre las mismas bancas, guiados por dos maestras hasta que llegaban al cuarto grado de primaria.

Para que el pequeño Arnoldo cursara el quinto año, don Ventura logró ingresarlo a un internado en Culiacán, sin saber que sería su primer y último año en ese lugar ya que el gobierno había decidido cerrar la escuela para convertirla en correccional.

Pérez Rocha logró terminar el sexto año de primaria gracias al apoyo de sus tíos, quienes le dieron cobijo en otra ranchería, donde debía estudiar y trabajar.

En su largo peregrinar, siempre persiguiendo los estudios por la geografía sinaloense, cursó los tres años de secundaria en un internado de Culiacán. Para un soñador, como Arnoldo, los fines de semana no eran de descanso, sino que regresaba a su casa, con su familia, a trabajar la tierra.

Después, para continuar sus estudios universitarios se trasladó a la Ciudad de México, fue recibido en el Instituto Politécnico Nacional (IPN) en calidad de “gaviota”, como le llamaba en aquel entonces a los estudiantes que no tenían ni alimento ni dormitorio.

Empero, como su hermano mayor ya había llegado al IPN bajo esta misma condición, obteniendo buenos resultados, Arnoldo pronto se convirtió en la “gaviota de la gaviota”.

LA GAVIOTA QUE EMPRENDIÓ EL VUELO

Empecinado en los estudios y con el claro deseo de superación, Pérez Rocha fue una “gaviota” que ha volado tan alto como para ser uno de los ingenieros mecánicos más reconocidos (generación 1960-1963) y respetados en este país.

Como parte de su trayectoria, el ingeniero, acostumbrado a vencer adversidades, se dedicó a trabajar, al tiempo que buscaba oportunidades para emprender el vuelo solo. Enfrentó vicisitudes, crisis y un sinfín de adversidades.

Gracias al esfuerzo que ha demostrado a lo largo de su labor profesional, Arnoldo Pérez Rocha ha convertido en el posible ganador del Premio Nacional de Ingeniería 2020.

Y hasta la próxima semana, en este mismo espacio.

manuelmejidot@gmail.com

No resulta sencillo tener una infancia plagada de carencias, coronada con esfuerzo, estudios y una profesión que permita alcanzar los más altos niveles de reconocimiento a nivel nacional del Colegio de Ingenieros Mecánicos y Electricistas (CIME).

Se trata de las grandes dificultades que debió vencer un niño que nació y vivió sus primeros años en una pequeña ranchería ubicada en Moricato, a 17 kilómetros de Culiacán, Sinaloa, en una población llamada Estación Rosales, incomunicada, pero donde pasaba el ferrocarril con pasajeros y carga, que mayoritariamente era enviada a Estados Unidos.

Sólo a base de esfuerzo y dedicación, Arnoldo Pérez Rocha superó las trampas que le puso el destino para llegar al pináculo de una carrera que, además de ser complicada, requiere de dedicación, empeño y una importante suma de recursos.

Pérez Rocha encuadra muy bien en la poesía del argentino Pedro Bonifacio Palacios, quien bajo el seudónimo “Alma fuerte”, dejó escrito para la historia su verso “Piu Avanti”:

“No te des por vencido, ni aun vencido,

no te sientas esclavo, ni aun esclavo;

trémulo de pavor, piénsate bravo,

y arremete feroz, ya mal herido.

“Ten el tesón del clavo enmohecido

que ya viejo y ruin, vuelve a ser clavo;

no la cobarde intrepidez del pavo

que amaina su plumaje al menor ruido.”

Fue el destino que ubicó a Pérez Rocha como un gran ingeniero cuando en realidad lo que él pretendía desde la infancia era estudiar medicina.

Pasado el tiempo, la forma de actuar de este joven lleno de ilusiones y buenos deseos, superó las grandes carencias económicas que la vida le presentó junto a sus hermanos.

Desde pequeño, Arnoldo buscó incansablemente y encontró las veredas que lo condujeron por un camino de superación, de preparación para saciar el intelecto y aspirar a estudios profesionales.

En todo momento, ese joven soñador contó con el apoyo de su humilde padre, Ventura Pérez Serrano, trabajador del campo quien a pesar de ser iletrado, no le faltó visión e inteligencia para saber que lo más importante era la educación de su hijo.

EL SUEÑO QUE NUNCA DESCANSA

En su natal ranchería de Moricato, había alrededor de 10 familias, todas emparentadas, que día a día luchaban por sobrevivir y salir adelante, pese a las carencias.

Todos los niños de la comunidad, con diferentes edades, se educaban en la misma aula y sobre las mismas bancas, guiados por dos maestras hasta que llegaban al cuarto grado de primaria.

Para que el pequeño Arnoldo cursara el quinto año, don Ventura logró ingresarlo a un internado en Culiacán, sin saber que sería su primer y último año en ese lugar ya que el gobierno había decidido cerrar la escuela para convertirla en correccional.

Pérez Rocha logró terminar el sexto año de primaria gracias al apoyo de sus tíos, quienes le dieron cobijo en otra ranchería, donde debía estudiar y trabajar.

En su largo peregrinar, siempre persiguiendo los estudios por la geografía sinaloense, cursó los tres años de secundaria en un internado de Culiacán. Para un soñador, como Arnoldo, los fines de semana no eran de descanso, sino que regresaba a su casa, con su familia, a trabajar la tierra.

Después, para continuar sus estudios universitarios se trasladó a la Ciudad de México, fue recibido en el Instituto Politécnico Nacional (IPN) en calidad de “gaviota”, como le llamaba en aquel entonces a los estudiantes que no tenían ni alimento ni dormitorio.

Empero, como su hermano mayor ya había llegado al IPN bajo esta misma condición, obteniendo buenos resultados, Arnoldo pronto se convirtió en la “gaviota de la gaviota”.

LA GAVIOTA QUE EMPRENDIÓ EL VUELO

Empecinado en los estudios y con el claro deseo de superación, Pérez Rocha fue una “gaviota” que ha volado tan alto como para ser uno de los ingenieros mecánicos más reconocidos (generación 1960-1963) y respetados en este país.

Como parte de su trayectoria, el ingeniero, acostumbrado a vencer adversidades, se dedicó a trabajar, al tiempo que buscaba oportunidades para emprender el vuelo solo. Enfrentó vicisitudes, crisis y un sinfín de adversidades.

Gracias al esfuerzo que ha demostrado a lo largo de su labor profesional, Arnoldo Pérez Rocha ha convertido en el posible ganador del Premio Nacional de Ingeniería 2020.

Y hasta la próxima semana, en este mismo espacio.

manuelmejidot@gmail.com