/ miércoles 5 de junio de 2019

“Biblioteca de la periferia”

“Es bueno descansar”

En un mundo ávido de producir, el descanso es considerado por la mayoría como pecado… o bien, un privilegio (derecho) sólo de unos cuantos.

Pero descansar -para tranquilidad de los desesperados por el activismo- es hacer no haciendo, porque también se puede convertir en una actividad; ¡el momento de satisfacción de contemplar lo realizado!

El descanso es el premio de todo un proceso vital donde se activan las habilidades, actitudes y aptitudes para las acciones del día a día. Descansar es un valor, no es un vacío ni un perder tiempo, sino que es una expansión de todo aquel recorrido que se ha hecho y su debida consecuencia que es la satisfacción.

Y es que la vida misma implica la fatiga, así que es necesario el momento mismo de reposar y recargar esa energía para continuar o iniciar nuevos procesos de hacerse a través de lo que se hace.

En nuestras sociedades, tan desiguales y poco balanceadas en cuanto a oportunidades, nos damos cuenta de que para muchos -de hecho, para la mayoría- la vida actual implica grandes fatigas y pocos espacios para el descanso. Y suele pasar que quienes tienen que trabajar más para alcanzar al menos lo mínimo suelen tener mayor fatiga incluso para iniciar su labor de rutina. Es decir, muchos de quienes trabajan una jornada de 8 horas, deben prever su traslado al lugar de trabajo que implica mucho más tiempo de quien ostenta algún puesto más alto en la jerarquía de la empresa.

Y además de la dificultad y muchas veces la frustración de quienes trabajan mucho y ganan poco, vienen luego los estigmas que consideran a la pobreza como sinónimo de delincuencia, de pereza, de suciedad, de vándalos. Lo cual deslegitima esos momentos de descanso, porque no les dan derecho a descansar, como si su condición de haber nacido y crecido en lugares de desventaja social respecto a otros ciudadanos les obligue a trabajar sin descanso o bien, si llegan a descansar, que lo hagan a lo oculto y en sus mismas zonas marginadas y poco atendidas por las autoridades.

Pero ojo… ricos y pobres, obreros y gerentes, hombres y mujeres, viejos y jóvenes, todas y todos tienen derecho a descansar… ¡se vale descansar! Eso, como el comer, dormir y tantas otras cosas de nuestra vida, no son sólo un deseo sino una real y auténtica necesidad.

“Es bueno descansar”

En un mundo ávido de producir, el descanso es considerado por la mayoría como pecado… o bien, un privilegio (derecho) sólo de unos cuantos.

Pero descansar -para tranquilidad de los desesperados por el activismo- es hacer no haciendo, porque también se puede convertir en una actividad; ¡el momento de satisfacción de contemplar lo realizado!

El descanso es el premio de todo un proceso vital donde se activan las habilidades, actitudes y aptitudes para las acciones del día a día. Descansar es un valor, no es un vacío ni un perder tiempo, sino que es una expansión de todo aquel recorrido que se ha hecho y su debida consecuencia que es la satisfacción.

Y es que la vida misma implica la fatiga, así que es necesario el momento mismo de reposar y recargar esa energía para continuar o iniciar nuevos procesos de hacerse a través de lo que se hace.

En nuestras sociedades, tan desiguales y poco balanceadas en cuanto a oportunidades, nos damos cuenta de que para muchos -de hecho, para la mayoría- la vida actual implica grandes fatigas y pocos espacios para el descanso. Y suele pasar que quienes tienen que trabajar más para alcanzar al menos lo mínimo suelen tener mayor fatiga incluso para iniciar su labor de rutina. Es decir, muchos de quienes trabajan una jornada de 8 horas, deben prever su traslado al lugar de trabajo que implica mucho más tiempo de quien ostenta algún puesto más alto en la jerarquía de la empresa.

Y además de la dificultad y muchas veces la frustración de quienes trabajan mucho y ganan poco, vienen luego los estigmas que consideran a la pobreza como sinónimo de delincuencia, de pereza, de suciedad, de vándalos. Lo cual deslegitima esos momentos de descanso, porque no les dan derecho a descansar, como si su condición de haber nacido y crecido en lugares de desventaja social respecto a otros ciudadanos les obligue a trabajar sin descanso o bien, si llegan a descansar, que lo hagan a lo oculto y en sus mismas zonas marginadas y poco atendidas por las autoridades.

Pero ojo… ricos y pobres, obreros y gerentes, hombres y mujeres, viejos y jóvenes, todas y todos tienen derecho a descansar… ¡se vale descansar! Eso, como el comer, dormir y tantas otras cosas de nuestra vida, no son sólo un deseo sino una real y auténtica necesidad.