/ miércoles 12 de junio de 2019

“Biblioteca de la periferia”




“Cuando se busca dejar la periferia sin conocimiento”



Si bien en cierto que no toda la educación es entendida como la acumulación de saberes transmitida en las aulas escolares, sigue siendo uno de los instrumentos más importantes y prominentes en la configuración de las estructuras del pensamiento y, por ende, de la manera de ver y situarse ante el mundo en que se vive.


Pero quizá en ningún otro momento de la historia ha sido tan urgente, como lo es ahora, el desarrollar las herramientas pedagógicas necesarias para criticar las formas que adopta la violencia en la época contemporánea- nos dice Henry A. Giroux-.


Y esto porque la violencia tiene muchos rostros, y uno de ellos -que aparece muy sutil- es la del impedir una cultura formativa y crítica, lo cual deja en desventaja a quienes deberían tener por derecho ese acceso. De ahí que por esas circunstancias se vive el frenesí de lo cotidiano y lo más peligroso: se llegue a normalizar una serie de prácticas que son realmente desequilibrados para la mayoría, donde incluso la propia violencia del día a día se aprecia ya como parte del propio paisaje.


Y es que, como dice James Baldwin: “La ignorancia, en alianza con el poder, es el enemigo más feroz que puede tener la justicia”.


Quizá muchas veces hemos escuchado que a ciertos grupos de poder les conviene que el pueblo se mantenga ignorante, o bien que la educación escolarizada adoctrine de ciertas cosas y no entrene al pensamiento autónomo. Si bien es complicado buscar culpables explícitos si resulta más fácil encontrar síntomas que nos hacen ampliar nuestra sospecha. Sobre todo cuando encontramos que lo que más se ofrecen son productos que fomentan una frivolidad y estancamiento de pensamientos, arrinconándonos a consumir productos muy superfluos.


Es triste cuando se ve que, a grupos en mayor contexto de vulnerabilidades y bajo el yugo de diversas violencias, en vez de impulsar pedagogías críticas con instrumentos intensos para fomentar pensamientos que les incentiven un entrenamiento mental de cuestionar y buscar soluciones -contrario a eso- se les da más bien consumo “chatarra” de cuestiones de entretenimiento y espectáculos que adormecen o enajenan los pensamientos en otro tipo de distractores para evitar los contenidos que quizá pudieran ser una alternativa para cambios de sus propias realidades.




“Cuando se busca dejar la periferia sin conocimiento”



Si bien en cierto que no toda la educación es entendida como la acumulación de saberes transmitida en las aulas escolares, sigue siendo uno de los instrumentos más importantes y prominentes en la configuración de las estructuras del pensamiento y, por ende, de la manera de ver y situarse ante el mundo en que se vive.


Pero quizá en ningún otro momento de la historia ha sido tan urgente, como lo es ahora, el desarrollar las herramientas pedagógicas necesarias para criticar las formas que adopta la violencia en la época contemporánea- nos dice Henry A. Giroux-.


Y esto porque la violencia tiene muchos rostros, y uno de ellos -que aparece muy sutil- es la del impedir una cultura formativa y crítica, lo cual deja en desventaja a quienes deberían tener por derecho ese acceso. De ahí que por esas circunstancias se vive el frenesí de lo cotidiano y lo más peligroso: se llegue a normalizar una serie de prácticas que son realmente desequilibrados para la mayoría, donde incluso la propia violencia del día a día se aprecia ya como parte del propio paisaje.


Y es que, como dice James Baldwin: “La ignorancia, en alianza con el poder, es el enemigo más feroz que puede tener la justicia”.


Quizá muchas veces hemos escuchado que a ciertos grupos de poder les conviene que el pueblo se mantenga ignorante, o bien que la educación escolarizada adoctrine de ciertas cosas y no entrene al pensamiento autónomo. Si bien es complicado buscar culpables explícitos si resulta más fácil encontrar síntomas que nos hacen ampliar nuestra sospecha. Sobre todo cuando encontramos que lo que más se ofrecen son productos que fomentan una frivolidad y estancamiento de pensamientos, arrinconándonos a consumir productos muy superfluos.


Es triste cuando se ve que, a grupos en mayor contexto de vulnerabilidades y bajo el yugo de diversas violencias, en vez de impulsar pedagogías críticas con instrumentos intensos para fomentar pensamientos que les incentiven un entrenamiento mental de cuestionar y buscar soluciones -contrario a eso- se les da más bien consumo “chatarra” de cuestiones de entretenimiento y espectáculos que adormecen o enajenan los pensamientos en otro tipo de distractores para evitar los contenidos que quizá pudieran ser una alternativa para cambios de sus propias realidades.