/ miércoles 17 de julio de 2019

Biblioteca de la periferia

“Las historias de periferia”

A través del tiempo, la humanidad ha podido ser testigo de tantas fallas y aciertos, de emprendimientos y de nuevas búsquedas, la historia narrada ha preponderado las que pudiéramos llamar “macro historias”, esos relatos sobre acontecimientos relevantes masivamente, que han definido las formas de configurar las sociedades, han elegido también la narración de personajes emblemáticos y de alto impacto. Tan fuerte es la narración que en muchos casos se sospecha que “contar una historia” también puede ser un instrumento de poder, o una herramienta de control, en ahí donde se establece de manera uniforme e incisiva, se establecen ciertas narrativas que configuran sentidos de nación, sentidos de identidad, sentidos de pertenencia. Y esto ocurre bien intencionado, o con toda una maquinaria ideológica para manipular y generar pensamientos alineados.


Ciertamente la historia, esa que a veces llamamos universal, es impresionante y, a la vez, digna de reconocer que marca un rumbo y maneras de dar sentido a nuestra comunidad humana, forjada a base de sudores, alegrías, lágrimas, rupturas y reconciliaciones. Pero en estas historias narradas por algunos y legitimadas como documento testigo de los acontecimientos que nos sitúan en el presente y arrojan al futuro, están entretejidas miles, millones de “microhistorias” … esas vivencias de los sujetos que hacen precisamente que las cosas sucedan. Es como en el cine al asistir a una exhibición, vemos como existen algunos cuantos actores protagonistas pero que detrás de ellos y en torno a ello giran tantísimas otras personas que no se les enfoca como principales, pero sin cuya existencia aquello no estaría siendo posible.


Esas microhistorias no-narradas, son las de cada uno de nosotros, esas que a veces tienen pocos testigos, pero que tiene gran impacto. Si entrenáramos nuestros sentidos a tener presente no sólo las macro-historias, las historias de “centro” y abocáramos nuestra atención a esas historias periféricas, nos daríamos cuenta de lo central que son, de lo impactante que tienen en sus relatos, en sus decisiones, en sus emociones.


Cuántos héroes sin reflectores, cuántos mártires sin monumentos, cuántos santos sin nicho y maestros sin aula. Tenemos la gran oportunidad de asombrarnos en el día a día sobre las grandes hazañas de la gente sencilla, de la gente que contribuye a procurar un mejor mundo posible. Un espacio donde no dejamos que algunos cuantos quieran acaparar los hilos del discurso hacia los ejes de la envidia, de la ambición, de la dominación.


Si pudiéramos entrenarnos a mirar y asimilar, no sólo las grandes narrativas de las macro historias, sino también a contemplar y poder tejer la narrativa de las microhistorias, nos daríamos cuenta de la gran riqueza que tenemos al alcance, de aprender del cercano, del alcanzable, de ese que no está cubierto de impedimentos para poder cruzar un diálogo con él o con ella, historias que podemos tocar, que podemos sentir y oír como testigos de primera mano.


Pero, lo más rico de todo esto es que, también nosotros, cada uno de nosotros, puede darse cuenta de que su historia no es periferia, sino que es una historia de centro, ¡central para mí, para ti, para todos! Y lo que estoy haciendo y decidiendo ahora, tiene un alcance e impacto más allá de lo que imaginamos, forjamos nuestro futuro en el ahora, y somos responsables de lo puede ser más adelante, a causa de lo que estamos realizando ahora. No debiésemos de entender que existen vidas y relatos dignas de ser relatadas y asimiladas por otros, y algunas otras vidas que el pasar del tiempo cubra de polvo y perezcan en el sin-recuerdo. Todos, sin excepciones, con nuestros aciertos y fallas, conformamos este entramado de historias que conforman nuestra gran historia.

“Las historias de periferia”

A través del tiempo, la humanidad ha podido ser testigo de tantas fallas y aciertos, de emprendimientos y de nuevas búsquedas, la historia narrada ha preponderado las que pudiéramos llamar “macro historias”, esos relatos sobre acontecimientos relevantes masivamente, que han definido las formas de configurar las sociedades, han elegido también la narración de personajes emblemáticos y de alto impacto. Tan fuerte es la narración que en muchos casos se sospecha que “contar una historia” también puede ser un instrumento de poder, o una herramienta de control, en ahí donde se establece de manera uniforme e incisiva, se establecen ciertas narrativas que configuran sentidos de nación, sentidos de identidad, sentidos de pertenencia. Y esto ocurre bien intencionado, o con toda una maquinaria ideológica para manipular y generar pensamientos alineados.


Ciertamente la historia, esa que a veces llamamos universal, es impresionante y, a la vez, digna de reconocer que marca un rumbo y maneras de dar sentido a nuestra comunidad humana, forjada a base de sudores, alegrías, lágrimas, rupturas y reconciliaciones. Pero en estas historias narradas por algunos y legitimadas como documento testigo de los acontecimientos que nos sitúan en el presente y arrojan al futuro, están entretejidas miles, millones de “microhistorias” … esas vivencias de los sujetos que hacen precisamente que las cosas sucedan. Es como en el cine al asistir a una exhibición, vemos como existen algunos cuantos actores protagonistas pero que detrás de ellos y en torno a ello giran tantísimas otras personas que no se les enfoca como principales, pero sin cuya existencia aquello no estaría siendo posible.


Esas microhistorias no-narradas, son las de cada uno de nosotros, esas que a veces tienen pocos testigos, pero que tiene gran impacto. Si entrenáramos nuestros sentidos a tener presente no sólo las macro-historias, las historias de “centro” y abocáramos nuestra atención a esas historias periféricas, nos daríamos cuenta de lo central que son, de lo impactante que tienen en sus relatos, en sus decisiones, en sus emociones.


Cuántos héroes sin reflectores, cuántos mártires sin monumentos, cuántos santos sin nicho y maestros sin aula. Tenemos la gran oportunidad de asombrarnos en el día a día sobre las grandes hazañas de la gente sencilla, de la gente que contribuye a procurar un mejor mundo posible. Un espacio donde no dejamos que algunos cuantos quieran acaparar los hilos del discurso hacia los ejes de la envidia, de la ambición, de la dominación.


Si pudiéramos entrenarnos a mirar y asimilar, no sólo las grandes narrativas de las macro historias, sino también a contemplar y poder tejer la narrativa de las microhistorias, nos daríamos cuenta de la gran riqueza que tenemos al alcance, de aprender del cercano, del alcanzable, de ese que no está cubierto de impedimentos para poder cruzar un diálogo con él o con ella, historias que podemos tocar, que podemos sentir y oír como testigos de primera mano.


Pero, lo más rico de todo esto es que, también nosotros, cada uno de nosotros, puede darse cuenta de que su historia no es periferia, sino que es una historia de centro, ¡central para mí, para ti, para todos! Y lo que estoy haciendo y decidiendo ahora, tiene un alcance e impacto más allá de lo que imaginamos, forjamos nuestro futuro en el ahora, y somos responsables de lo puede ser más adelante, a causa de lo que estamos realizando ahora. No debiésemos de entender que existen vidas y relatos dignas de ser relatadas y asimiladas por otros, y algunas otras vidas que el pasar del tiempo cubra de polvo y perezcan en el sin-recuerdo. Todos, sin excepciones, con nuestros aciertos y fallas, conformamos este entramado de historias que conforman nuestra gran historia.