/ miércoles 21 de agosto de 2019

“Biblioteca de la periferia”

Columna: “El Mexicano”

Juan Carlos Quirarte Méndez

Salesiano, sacerdote. Doctor en Antropología Social

“Cuando el grito marca el cambio”

Quizá algunos pretenderán argumentar que el feminismo está de moda, o que hay tendencias esnobistas que se han “viralizado” por las nuevas formas de comunicarse a través de las redes sociales y han colocado temas “periféricos” como “centros”. Para muchos, posiblemente las diversas formas de querer vivir desde otros enfoques que vayan más allá del horizonte convencional o dominante de maneras de estar y actuar en lo social pueden parecerles escandalosas y hasta disruptivas, revolucionarias, contestatarias o provocativas.

Nada más lejano que pensar que estas cosas son nuevas y pasajeras. La historia de la humanidad -que por cierto es muy corta respecto a la edad de nuestro mundo- nos ha mostrado que hemos tenido varios cambios en las formas de aprehender elementos tan fundamentales para cada ser humano, como son la comprensión y expresión del amor, la manera de estar y actuar frente al mundo, la organización social y la clasificación de los mismos seres humanos, así como de la comprensión de mi responsabilidad o dominación delante de los otros seres vivos, con la tierra y con el medio ambiente con los cuales compartimos este espacio de vida.

Nuestro planeta, recordémoslo bien, está ya desde mucho antes que los primeros humanos le poblaran. Nuestra especie lleva apenas unos doscientos mil años, en un lugar donde la vida en sus diversas formas ya estaba presente, y cuya ubicación es periférica, pues formamos parte de una galaxia que está conformada quizá por más de diez mil millones de estrellas, y es una galaxia de entre los cien mil millones de galaxias que presumiblemente existan en nuestro Universo.

La historia nuestra es muy reciente, estamos aprendiendo y experimentando las formas de aferrarnos a la vida y compartirla en múltiples expresiones, y son cuestiones que han venido también cambiando con el paso de los años… en miles, en cientos, en décadas, en años, en meses, semanas y días… actualmente sentimos que las cosas cambian súbitamente en cosa de minutos por “viralizar” y compartir tanta información donde muchas cosas parecen simultaneas o instantáneas.

Hoy, por ejemplo, entendemos en muchísimos contextos, que el matrimonio es un consenso entre los propios cónyuges, pero muchos registros sociales nos hacen ver que eso no fue siempre así, y eran por otros momentos pactos entre los padres de los esponsales, o acuerdos de trueques entre grupos. El amor de pareja se comprendía y asumía de otros modos, las expresiones eran distintas, las decisiones y las aceptaciones (resignaciones) de diversos roles asumidos en las formas de comprender el amor, el sentido de familia, las experiencias comunitarias, el sentido de lo civil, etc. Todas estas muestras se han venido transformando en la historia. Hoy es por países, a otros les tocó por reinos o imperios, otros más bajo esquemas de clanes… algunos nómadas, otros sedentarios, aquellos bajo modos monógamos, otras tantas bajo patriarcados y esquemas polígamos. En tiempos se les determinaba sus decisiones; quienes al ejercito, quienes al clero o vida monacal, quien más para la vida en pareja pensado sobre todo en visión de procreación para la postergación de un linaje familiar, etc.

Muchas de las cosas fueron modificándose, se fueron ajustando y pasando de apreciaciones de “alterar el orden establecido” a modelos nuevos reconocidos y asimilados comunitariamente. Para todos esos pasos se fueron dando procesos de entendimiento, de comprensión… no siempre ese camino ha sido ascendente y lineal, sino que han sido rutas sinuosas de subidas y bajadas, de repliegues y avanzadas… cada paso a precisado ejercicios de transformación de paradigmas.

Estamos en tiempos en que seguimos escuchando nuevos gritos que reclaman reconocimiento, que buscan posicionar otras formas de entender el mundo y de ser entendidas en el mismo. Una de las más manifestadas recientemente son las diversas formas de feminismos en sus varias vertientes, de masculinidades que también desean que cesen esas marginaciones que se siguen originando desde grupos dominantes basados muchas de las veces en la cuestión de género, pero también de raza, de clase o de religión.

Variadas pueden ser las formas de tomar frente ante la pluralidad de voces alzadas, pero unos mínimos que requerimos todos es la de tres actitudes básicas expresadas en forma de negación: no ser indiferentes ante tales impulsos, no juzgar anticipadamente y desde posiciones autorreferenciales y, por último, no reducirlos a la burla y el sarcasmo que descalifica.

Y aunque seamos muy recientes en este Universo y nuestra voz sea como un resuello desde un rinconcito de esta inmensurable galaxia… cuando se trata de algo digno de ser atendido por la dignidad misma que merece cada persona, vale la pena darle su lugar céntrico que le corresponde.

Columna: “El Mexicano”

Juan Carlos Quirarte Méndez

Salesiano, sacerdote. Doctor en Antropología Social

“Cuando el grito marca el cambio”

Quizá algunos pretenderán argumentar que el feminismo está de moda, o que hay tendencias esnobistas que se han “viralizado” por las nuevas formas de comunicarse a través de las redes sociales y han colocado temas “periféricos” como “centros”. Para muchos, posiblemente las diversas formas de querer vivir desde otros enfoques que vayan más allá del horizonte convencional o dominante de maneras de estar y actuar en lo social pueden parecerles escandalosas y hasta disruptivas, revolucionarias, contestatarias o provocativas.

Nada más lejano que pensar que estas cosas son nuevas y pasajeras. La historia de la humanidad -que por cierto es muy corta respecto a la edad de nuestro mundo- nos ha mostrado que hemos tenido varios cambios en las formas de aprehender elementos tan fundamentales para cada ser humano, como son la comprensión y expresión del amor, la manera de estar y actuar frente al mundo, la organización social y la clasificación de los mismos seres humanos, así como de la comprensión de mi responsabilidad o dominación delante de los otros seres vivos, con la tierra y con el medio ambiente con los cuales compartimos este espacio de vida.

Nuestro planeta, recordémoslo bien, está ya desde mucho antes que los primeros humanos le poblaran. Nuestra especie lleva apenas unos doscientos mil años, en un lugar donde la vida en sus diversas formas ya estaba presente, y cuya ubicación es periférica, pues formamos parte de una galaxia que está conformada quizá por más de diez mil millones de estrellas, y es una galaxia de entre los cien mil millones de galaxias que presumiblemente existan en nuestro Universo.

La historia nuestra es muy reciente, estamos aprendiendo y experimentando las formas de aferrarnos a la vida y compartirla en múltiples expresiones, y son cuestiones que han venido también cambiando con el paso de los años… en miles, en cientos, en décadas, en años, en meses, semanas y días… actualmente sentimos que las cosas cambian súbitamente en cosa de minutos por “viralizar” y compartir tanta información donde muchas cosas parecen simultaneas o instantáneas.

Hoy, por ejemplo, entendemos en muchísimos contextos, que el matrimonio es un consenso entre los propios cónyuges, pero muchos registros sociales nos hacen ver que eso no fue siempre así, y eran por otros momentos pactos entre los padres de los esponsales, o acuerdos de trueques entre grupos. El amor de pareja se comprendía y asumía de otros modos, las expresiones eran distintas, las decisiones y las aceptaciones (resignaciones) de diversos roles asumidos en las formas de comprender el amor, el sentido de familia, las experiencias comunitarias, el sentido de lo civil, etc. Todas estas muestras se han venido transformando en la historia. Hoy es por países, a otros les tocó por reinos o imperios, otros más bajo esquemas de clanes… algunos nómadas, otros sedentarios, aquellos bajo modos monógamos, otras tantas bajo patriarcados y esquemas polígamos. En tiempos se les determinaba sus decisiones; quienes al ejercito, quienes al clero o vida monacal, quien más para la vida en pareja pensado sobre todo en visión de procreación para la postergación de un linaje familiar, etc.

Muchas de las cosas fueron modificándose, se fueron ajustando y pasando de apreciaciones de “alterar el orden establecido” a modelos nuevos reconocidos y asimilados comunitariamente. Para todos esos pasos se fueron dando procesos de entendimiento, de comprensión… no siempre ese camino ha sido ascendente y lineal, sino que han sido rutas sinuosas de subidas y bajadas, de repliegues y avanzadas… cada paso a precisado ejercicios de transformación de paradigmas.

Estamos en tiempos en que seguimos escuchando nuevos gritos que reclaman reconocimiento, que buscan posicionar otras formas de entender el mundo y de ser entendidas en el mismo. Una de las más manifestadas recientemente son las diversas formas de feminismos en sus varias vertientes, de masculinidades que también desean que cesen esas marginaciones que se siguen originando desde grupos dominantes basados muchas de las veces en la cuestión de género, pero también de raza, de clase o de religión.

Variadas pueden ser las formas de tomar frente ante la pluralidad de voces alzadas, pero unos mínimos que requerimos todos es la de tres actitudes básicas expresadas en forma de negación: no ser indiferentes ante tales impulsos, no juzgar anticipadamente y desde posiciones autorreferenciales y, por último, no reducirlos a la burla y el sarcasmo que descalifica.

Y aunque seamos muy recientes en este Universo y nuestra voz sea como un resuello desde un rinconcito de esta inmensurable galaxia… cuando se trata de algo digno de ser atendido por la dignidad misma que merece cada persona, vale la pena darle su lugar céntrico que le corresponde.