/ viernes 22 de noviembre de 2019

“Biblioteca de la periferia”

Juan Carlos Quirarte Méndez

Salesiano, sacerdote. Doctor en Antropología Social

“El encuentro entre los diferentes”

En los adolescentes y jóvenes puede percibirse esa intención de saberse parte de una colectividad, de asociarse con otros con los cuales se sienta “un alguien” y un “miembro de”.... por lo que entre ese grande flujo de identidades de las que señalaba -a propósito de Amartya Sen- es posible encontrar afinidades o bien asumir unas para sentirse e integrarse con los otros.

Tzvetan Todorov hace una tipología respecto a los modos en que se suele dar una relación cuando ésta es asimétrica en relación con esos “otros” con los que se ha encontrado. Y así lo señala cuando presenta la alteridad o, lo que es lo mismo, el encuentro con “el otro”.

Es importante comenzar señalando que “Yo es otro”. Pero los otros también son “yos". Se puede concebir a esos otros como una abstracción, como una instancia de la configuración psíquica de todo individuo, como el Otro -con mayúsculas-, el otro y otro en relación con el yo; o bien como un grupo social concreto al que nosotros no pertenecemos. Ese grupo puede, a su vez, estar en el interior de la sociedad: las mujeres para los hombres, los ricos para los pobres, los locos para los “normales”; o puede ser exterior a ella, es decir, otra sociedad, que será, según los casos, cercana o lejana. Se puede pues hablar del otro como un cercano, o bien como el lejano.

La relación con el otro no se constituye en una sola dimensión. Para dar cuenta de las diferencias existentes en la realidad, hay que distinguir por lo menos tres ejes, en los que se pueden situar la problemática de la alteridad.

a) Primero hay un juicio de valor (plano axiológico): el otro es bueno o malo, lo quiero o no lo quiero, o bien, como se prefiere decir en esa época, es mi igual o es inferior a mí.

b) En segundo lugar está la acción de acercamiento o alejamiento en relación con el otro (un plano praxeológico): adopto los valores del otro, me identifico con él; o asimilo al otro a mí, le impongo mi propia imagen; entre la sumisión al otro y la sumisión del otro hay un tercer punto, que es la neutralidad o la indiferencia.

c) En tercer lugar, conozco o ignoro la identidad del otro (éste sería un plano epistémico); evidentemente no hay aquí ningún absoluto, sino una gradación infinita entre los estados de conocimiento menos o más elevados.

Claro que existen relaciones y afinidades entre estos tres planos. El conocimiento no implica el amor, ni a la inversa; y ninguno de los dos implica por la identificación del otro, ni es implicado por ella. Conquistar, amar y conocer son comportamientos autónomos y, en cierta forma, elementales.

Juan Carlos Quirarte Méndez

Salesiano, sacerdote. Doctor en Antropología Social

“El encuentro entre los diferentes”

En los adolescentes y jóvenes puede percibirse esa intención de saberse parte de una colectividad, de asociarse con otros con los cuales se sienta “un alguien” y un “miembro de”.... por lo que entre ese grande flujo de identidades de las que señalaba -a propósito de Amartya Sen- es posible encontrar afinidades o bien asumir unas para sentirse e integrarse con los otros.

Tzvetan Todorov hace una tipología respecto a los modos en que se suele dar una relación cuando ésta es asimétrica en relación con esos “otros” con los que se ha encontrado. Y así lo señala cuando presenta la alteridad o, lo que es lo mismo, el encuentro con “el otro”.

Es importante comenzar señalando que “Yo es otro”. Pero los otros también son “yos". Se puede concebir a esos otros como una abstracción, como una instancia de la configuración psíquica de todo individuo, como el Otro -con mayúsculas-, el otro y otro en relación con el yo; o bien como un grupo social concreto al que nosotros no pertenecemos. Ese grupo puede, a su vez, estar en el interior de la sociedad: las mujeres para los hombres, los ricos para los pobres, los locos para los “normales”; o puede ser exterior a ella, es decir, otra sociedad, que será, según los casos, cercana o lejana. Se puede pues hablar del otro como un cercano, o bien como el lejano.

La relación con el otro no se constituye en una sola dimensión. Para dar cuenta de las diferencias existentes en la realidad, hay que distinguir por lo menos tres ejes, en los que se pueden situar la problemática de la alteridad.

a) Primero hay un juicio de valor (plano axiológico): el otro es bueno o malo, lo quiero o no lo quiero, o bien, como se prefiere decir en esa época, es mi igual o es inferior a mí.

b) En segundo lugar está la acción de acercamiento o alejamiento en relación con el otro (un plano praxeológico): adopto los valores del otro, me identifico con él; o asimilo al otro a mí, le impongo mi propia imagen; entre la sumisión al otro y la sumisión del otro hay un tercer punto, que es la neutralidad o la indiferencia.

c) En tercer lugar, conozco o ignoro la identidad del otro (éste sería un plano epistémico); evidentemente no hay aquí ningún absoluto, sino una gradación infinita entre los estados de conocimiento menos o más elevados.

Claro que existen relaciones y afinidades entre estos tres planos. El conocimiento no implica el amor, ni a la inversa; y ninguno de los dos implica por la identificación del otro, ni es implicado por ella. Conquistar, amar y conocer son comportamientos autónomos y, en cierta forma, elementales.