/ miércoles 4 de diciembre de 2019

“Biblioteca de la periferia”

Juan Carlos Quirarte Méndez

Salesiano, sacerdote. Doctor en Antropología Social

“La memoria periférica”

Quien está leyendo estas líneas y puede comprender lo que estoy intentando comunicar a través de estos códigos, ha de saber que está viviendo un proceso heredado de miles de años, por millones de seres de la misma especie. Quien escribe, como quien lee, son fruto de todo un desarrollo evolutivo.

Otras muchas especies animales tienen la mayor parte de la información necesaria para sustentar sus sociedades, y es información codificada en sus genomas. Pero en el caso de los seres humanos, el orden social no está codificado ya en su ADN, sino que es un constructo imaginado. Y para mantener ese modo de proceder, de sus conductas, de sus leyes, de sus costumbres, se debe hacer un grande esfuerzo para sostenerlas.

Tanta cantidad de información no fue posible sostenerla en la memoria del ser humano, y ese acumulamiento de saberes, de aprehensiones sobre sus formas de ser y actuar en el mundo, le llevaron a procesar formas de conservarlo, preservarlo, transmitirlo… ya no era suficiente el cerebro. Para que las formas de vida asumida por un colectivo puedan ir más allá de ese pequeño número, de esa generación, se debió evolucionar a unas formas nuevas, exógenas a la constitución biológica del propio ser humano. El primer dato conocido de grupos sociales que cruzaron ese umbral es el del grupo de los sumerios, ubicados al sur de Mesopotamia (más allá del 3000 antes de Cristo).

Así, desde los primeros sistemas de escritura para almacenar y procesar información fuera de nuestro cerebro; unos de ellos llamados jeroglíficos, algunos inicios eran también elementos numéricos, códices para hacer cálculos, todos ellos eran ya el inicio de un proceso que nos llevaría a las formas contemporáneas basadas en sistemas binarios, donde los 0 y 1 se extienden hasta el infinito y los miramos codificados a través de nuestras computadoras, tabletas electrónicas y demás dispositivos cada vez más complejos y con mayores cantidades de información acumulada.

Todo pues está conectado, y debemos nuestras maneras de comunicarnos, cada vez más extensivamente, a un proceso que lleva mínimo 5000 años desde que se iniciaron los primeros sistemas de almacenamiento y comunicación entre la convivencia de los seres humanos y su búsqueda de armonía social.

A veces podemos caer en la soberbia y sentirnos en la cúspide de la evolución, incuso tener la osadía de mirar el pasado y juzgarlo con las categorías de nuestro presente, pero debemos ser justos con la historia y el legado que nos han dejado todos nuestros ancestros, que sin ellos y sus grandes capacidades de adaptación e ingenio fueron desarrollando nuevas maneras de ser y actuar en el mundo.

También heredamos muchas fallas, y en ellas también debemos ser críticos y aprender de esos errores antes que reproducirlos. Aunque infelizmente pareciera que no aprendemos.

Debemos reconocer que incluso en estos tiempos que pareciera que tenemos un control de información, seguimos siendo periferia, que formamos un lugar en un poliedro, y por lo tanto no tenemos una visión homogénea y dominante, sino que sigue el mismo curso de aprender y corregir, de cuidar y de acompañar. Nos toca no dominar, sino por el contrario, nos corresponde una mayor responsabilidad por tener ahora la oportunidad de tener más información. El saber no es sólo dominio sino sobre todo responsabilidad.

Y si hablamos de que todo va evolucionando y asumiendo los conocimientos anteriores, también toca turno a este mismo periódico que tan amablemente ha venido albergando mis letras. Ahora “El Heraldo de Juárez” es un espacio donde también esa información se conserva y se transmite y, como con toda información a la cual hoy en día podemos acceder: información propia y de otros, cercana y lejana, actual y de reserva histórica… toda ella, es una información ante la cual nos toca saber discernir, asumir y transmitir. Felicidades a todo el equipo que hace posible seguir aquella herencia de los sumerios… grabar y perpetuar la memoria de unos para los tantos.

Juan Carlos Quirarte Méndez

Salesiano, sacerdote. Doctor en Antropología Social

“La memoria periférica”

Quien está leyendo estas líneas y puede comprender lo que estoy intentando comunicar a través de estos códigos, ha de saber que está viviendo un proceso heredado de miles de años, por millones de seres de la misma especie. Quien escribe, como quien lee, son fruto de todo un desarrollo evolutivo.

Otras muchas especies animales tienen la mayor parte de la información necesaria para sustentar sus sociedades, y es información codificada en sus genomas. Pero en el caso de los seres humanos, el orden social no está codificado ya en su ADN, sino que es un constructo imaginado. Y para mantener ese modo de proceder, de sus conductas, de sus leyes, de sus costumbres, se debe hacer un grande esfuerzo para sostenerlas.

Tanta cantidad de información no fue posible sostenerla en la memoria del ser humano, y ese acumulamiento de saberes, de aprehensiones sobre sus formas de ser y actuar en el mundo, le llevaron a procesar formas de conservarlo, preservarlo, transmitirlo… ya no era suficiente el cerebro. Para que las formas de vida asumida por un colectivo puedan ir más allá de ese pequeño número, de esa generación, se debió evolucionar a unas formas nuevas, exógenas a la constitución biológica del propio ser humano. El primer dato conocido de grupos sociales que cruzaron ese umbral es el del grupo de los sumerios, ubicados al sur de Mesopotamia (más allá del 3000 antes de Cristo).

Así, desde los primeros sistemas de escritura para almacenar y procesar información fuera de nuestro cerebro; unos de ellos llamados jeroglíficos, algunos inicios eran también elementos numéricos, códices para hacer cálculos, todos ellos eran ya el inicio de un proceso que nos llevaría a las formas contemporáneas basadas en sistemas binarios, donde los 0 y 1 se extienden hasta el infinito y los miramos codificados a través de nuestras computadoras, tabletas electrónicas y demás dispositivos cada vez más complejos y con mayores cantidades de información acumulada.

Todo pues está conectado, y debemos nuestras maneras de comunicarnos, cada vez más extensivamente, a un proceso que lleva mínimo 5000 años desde que se iniciaron los primeros sistemas de almacenamiento y comunicación entre la convivencia de los seres humanos y su búsqueda de armonía social.

A veces podemos caer en la soberbia y sentirnos en la cúspide de la evolución, incuso tener la osadía de mirar el pasado y juzgarlo con las categorías de nuestro presente, pero debemos ser justos con la historia y el legado que nos han dejado todos nuestros ancestros, que sin ellos y sus grandes capacidades de adaptación e ingenio fueron desarrollando nuevas maneras de ser y actuar en el mundo.

También heredamos muchas fallas, y en ellas también debemos ser críticos y aprender de esos errores antes que reproducirlos. Aunque infelizmente pareciera que no aprendemos.

Debemos reconocer que incluso en estos tiempos que pareciera que tenemos un control de información, seguimos siendo periferia, que formamos un lugar en un poliedro, y por lo tanto no tenemos una visión homogénea y dominante, sino que sigue el mismo curso de aprender y corregir, de cuidar y de acompañar. Nos toca no dominar, sino por el contrario, nos corresponde una mayor responsabilidad por tener ahora la oportunidad de tener más información. El saber no es sólo dominio sino sobre todo responsabilidad.

Y si hablamos de que todo va evolucionando y asumiendo los conocimientos anteriores, también toca turno a este mismo periódico que tan amablemente ha venido albergando mis letras. Ahora “El Heraldo de Juárez” es un espacio donde también esa información se conserva y se transmite y, como con toda información a la cual hoy en día podemos acceder: información propia y de otros, cercana y lejana, actual y de reserva histórica… toda ella, es una información ante la cual nos toca saber discernir, asumir y transmitir. Felicidades a todo el equipo que hace posible seguir aquella herencia de los sumerios… grabar y perpetuar la memoria de unos para los tantos.