/ miércoles 5 de febrero de 2020

“Biblioteca de la periferia”

Juan Carlos Quirarte Méndez

Salesiano, sacerdote. Doctor en Antropología Social

“Los rostros más allá de los números”

“Kisera saber si me puede conseguir donde quedarme, porque ya no puedo estar ya en casa de mi abuelita, en lo k me consigue donde que manda… me dijeron que si no me iva orasi me ivan a matar”.

Este fue el último texto del chat que pude leer de un chico a quien me tocó acompañar en diversos momentos, durante un tiempo que pasó por medidas cautelares. Alguien a quien aprendí a querer como creo que también el aprendió a quererme a mí. De ahí que haya sido triste constatar que nuestro proceso fue interrumpido porque se le arrebató la vida.

El autor de este mensaje es alguien a quien no alcancé a ubicarlo en nuevo lugar donde pudiera estar seguro y tratar de iniciar una nueva fase, con un nuevo proyecto. No alcancé, y le hicieron real su amenaza. Así como esta historia nos encontramos muchas, continuamente en nuestra sociedad, tantas, que a veces da pavor sentir que se vuelve costumbre.

Ciertamente los discursos dominantes han fortalecido un imaginario social donde se mira y juzga socialmente a muchos jóvenes que han infringido la ley y/o les ha tocado algún proceso de medida cautelar. A esta población fácil y anticipadamente se le pueden colocar categoría de reproche moral por la evidencia de sus actos. Se generalizan y universalizan los calificativos con que se señalan a muchos jóvenes (menores) que están en condición de conflicto con la ley, sin importar si éstos han sido víctimas o han sido forzados por una grande diversificación de circunstancias. Medios de comunicación tan diversos han provocado un exacerbamiento todavía más sesgado sobre esta realidad.

Cierto, cada sujeto tiene un nivel de responsabilidad, porque en cada caso se tiene un momento ineludible de toma de decisión, pero también en cierto que es posible, viable y justo que se puedan dar pasos a una reinserción, a un reconstruirse y reparar daños en la medida de las posibilidades. Esta última cuestión es por muchos sectores sociales todavía no comprendido y, menos aún, ejercitado (sea por el sector público como por el sector privado). Es menester que se tenga más en cuenta esto en una sociedad que cada vez más recluta a nuestros menores para ser parte de grupos delictivos, pues ante todo debe considerársele a ellos como víctimas, pues las estrategias son muchas respecto a esta condición.

Hay algunas experiencias maravillosas, magníficas y casi hasta heroicas que buscan la reinserción para jóvenes que están buscando dejar esas situaciones y acciones fuera del marco de la ley, pero que por sí solos no les es posible.., pero estas experiencias y acciones son todavía muy pocas en comparación con el frenesí del mercado ilegal que nos sigue arrebatando vidas, y estás vidas no han de impactarnos solamente por la cifra pavorosa cuantitativa sino por la sensitiva aceptación de que ese alguien era único, irrepetible y creado para grandes cosas.

Juan Carlos Quirarte Méndez

Salesiano, sacerdote. Doctor en Antropología Social

“Los rostros más allá de los números”

“Kisera saber si me puede conseguir donde quedarme, porque ya no puedo estar ya en casa de mi abuelita, en lo k me consigue donde que manda… me dijeron que si no me iva orasi me ivan a matar”.

Este fue el último texto del chat que pude leer de un chico a quien me tocó acompañar en diversos momentos, durante un tiempo que pasó por medidas cautelares. Alguien a quien aprendí a querer como creo que también el aprendió a quererme a mí. De ahí que haya sido triste constatar que nuestro proceso fue interrumpido porque se le arrebató la vida.

El autor de este mensaje es alguien a quien no alcancé a ubicarlo en nuevo lugar donde pudiera estar seguro y tratar de iniciar una nueva fase, con un nuevo proyecto. No alcancé, y le hicieron real su amenaza. Así como esta historia nos encontramos muchas, continuamente en nuestra sociedad, tantas, que a veces da pavor sentir que se vuelve costumbre.

Ciertamente los discursos dominantes han fortalecido un imaginario social donde se mira y juzga socialmente a muchos jóvenes que han infringido la ley y/o les ha tocado algún proceso de medida cautelar. A esta población fácil y anticipadamente se le pueden colocar categoría de reproche moral por la evidencia de sus actos. Se generalizan y universalizan los calificativos con que se señalan a muchos jóvenes (menores) que están en condición de conflicto con la ley, sin importar si éstos han sido víctimas o han sido forzados por una grande diversificación de circunstancias. Medios de comunicación tan diversos han provocado un exacerbamiento todavía más sesgado sobre esta realidad.

Cierto, cada sujeto tiene un nivel de responsabilidad, porque en cada caso se tiene un momento ineludible de toma de decisión, pero también en cierto que es posible, viable y justo que se puedan dar pasos a una reinserción, a un reconstruirse y reparar daños en la medida de las posibilidades. Esta última cuestión es por muchos sectores sociales todavía no comprendido y, menos aún, ejercitado (sea por el sector público como por el sector privado). Es menester que se tenga más en cuenta esto en una sociedad que cada vez más recluta a nuestros menores para ser parte de grupos delictivos, pues ante todo debe considerársele a ellos como víctimas, pues las estrategias son muchas respecto a esta condición.

Hay algunas experiencias maravillosas, magníficas y casi hasta heroicas que buscan la reinserción para jóvenes que están buscando dejar esas situaciones y acciones fuera del marco de la ley, pero que por sí solos no les es posible.., pero estas experiencias y acciones son todavía muy pocas en comparación con el frenesí del mercado ilegal que nos sigue arrebatando vidas, y estás vidas no han de impactarnos solamente por la cifra pavorosa cuantitativa sino por la sensitiva aceptación de que ese alguien era único, irrepetible y creado para grandes cosas.