/ martes 24 de marzo de 2020

“Biblioteca de la periferia”

Juan Carlos Quirarte Méndez

Salesiano, sacerdote. Doctor en Antropología Social

“Seguimos siendo periferia”

Estos días, con mayor fuerza, la vida nos hace convencer -si es que alguno todavía dudada- que somos periferia. Y es que la idea dominante a finales del siglo XIX era la del evolucionismo, que tenía por convicción el pensar que el ser humano con su devenir histórico fue pasando de una “estupidez primitiva” hacia una ascendente “inteligencia superior”.

Tanto las ciencias del hombre como las ciencias naturales evocaban precisamente este camino de la especie humana, donde al principio el hombre era imbécil y asustadizo, pero con el paso del tiempo ha venido superando ciertos miedos y se ha hecho más listo, hasta incluso pensar en un futuro no lejano donde se irá perfeccionando para ser más listo, más moral y más fuerte. Esa concepción de que lo que ha sido siempre es inferior a lo que es.

Pero esa condición de vulnerabilidad sigue estando presente. Y si bien esa visión del mundo desde el enfoque del evolucionismo ya se ha venido desmoronando en un siglo y poco más… muchas de las veces seguimos teniendo esos aires de apropiarnos de un derecho de dominación, justificado por un “sentido” de superación del pasado. Hoy la humanidad puede ser más consciente de que el estado de las cosas tiene un impacto mucho más veloz que antes, vertiginosamente rápido se expanden las informaciones, las tendencias de moda pronto son a nivel mundial, lo que acontece en los mercados de una nación repercute de manera ágil en otros muchos países incluso de otros continentes..., el mercado ya es global, la información es global, el espectáculo, la espiritualidad, la salud.

La condición de fragilidad de la especie humana ante un virus con un impacto inminentemente global nos sitúa una vez más en el nivel de conciencia básica de la dependencia entre todos los que conformamos este mundo. Tumba una vez más aquellos principios soberbios de la autosuficiencia, de la auto referencia, de la actitud de considerarse en un nivel de privilegio. Aquí nadie es centro y la demás periferia, en esto todos estamos en periferia, es decir, vuelve a ponernos en nuestro lugar (ya que pretendimos instalarnos al centro de la creación, entendiéndolo como capacidad de dominarla y explotarla para provecho predilecto de nuestra propia especie -y de algunos pocos de la misma especie- a costa de las demás especies de nuestro planeta) y darnos cuenta de la fragilidad y exposición que seguimos teniendo, como cualquier otra especie de nuestro mundo.

Quizá los errores del pasado han dado ocasión de tomar aprendizajes para el presente e incluso para prevenir ciertas cuestiones futuras. Hoy podemos estar precisamente en un momento tal. Experimentar esa necesidad de cuidarnos y de colocar no sólo la propia vida sino la vida de los otros junto con la propia, es una manera de volver a recuperar aquello de que nada es más importante de la condición vital de todos para nuestro mundo marche como está llamado a ser por su propia naturaleza.

Como especie humana hemos caído en el error de comprender una filosofía de vida donde lo importante sea el acumulamiento (económico, de bienes capitales, de vivencias, de reconocimientos, etc.) y ahora este tipo de “sacudidas” a nuestra realidad nos puede hacer reconocer que la filosofía de la vida debería estar situada en que: todos tengamos lo suficiente.

Si todos nos miramos desde un mismo nivel de condición (llamémosle periferia) seguramente eso nos fortalecerá para poder apoyarnos y ser solidarios, sintiéndonos de verdad una misma familia humana.

Juan Carlos Quirarte Méndez

Salesiano, sacerdote. Doctor en Antropología Social

“Seguimos siendo periferia”

Estos días, con mayor fuerza, la vida nos hace convencer -si es que alguno todavía dudada- que somos periferia. Y es que la idea dominante a finales del siglo XIX era la del evolucionismo, que tenía por convicción el pensar que el ser humano con su devenir histórico fue pasando de una “estupidez primitiva” hacia una ascendente “inteligencia superior”.

Tanto las ciencias del hombre como las ciencias naturales evocaban precisamente este camino de la especie humana, donde al principio el hombre era imbécil y asustadizo, pero con el paso del tiempo ha venido superando ciertos miedos y se ha hecho más listo, hasta incluso pensar en un futuro no lejano donde se irá perfeccionando para ser más listo, más moral y más fuerte. Esa concepción de que lo que ha sido siempre es inferior a lo que es.

Pero esa condición de vulnerabilidad sigue estando presente. Y si bien esa visión del mundo desde el enfoque del evolucionismo ya se ha venido desmoronando en un siglo y poco más… muchas de las veces seguimos teniendo esos aires de apropiarnos de un derecho de dominación, justificado por un “sentido” de superación del pasado. Hoy la humanidad puede ser más consciente de que el estado de las cosas tiene un impacto mucho más veloz que antes, vertiginosamente rápido se expanden las informaciones, las tendencias de moda pronto son a nivel mundial, lo que acontece en los mercados de una nación repercute de manera ágil en otros muchos países incluso de otros continentes..., el mercado ya es global, la información es global, el espectáculo, la espiritualidad, la salud.

La condición de fragilidad de la especie humana ante un virus con un impacto inminentemente global nos sitúa una vez más en el nivel de conciencia básica de la dependencia entre todos los que conformamos este mundo. Tumba una vez más aquellos principios soberbios de la autosuficiencia, de la auto referencia, de la actitud de considerarse en un nivel de privilegio. Aquí nadie es centro y la demás periferia, en esto todos estamos en periferia, es decir, vuelve a ponernos en nuestro lugar (ya que pretendimos instalarnos al centro de la creación, entendiéndolo como capacidad de dominarla y explotarla para provecho predilecto de nuestra propia especie -y de algunos pocos de la misma especie- a costa de las demás especies de nuestro planeta) y darnos cuenta de la fragilidad y exposición que seguimos teniendo, como cualquier otra especie de nuestro mundo.

Quizá los errores del pasado han dado ocasión de tomar aprendizajes para el presente e incluso para prevenir ciertas cuestiones futuras. Hoy podemos estar precisamente en un momento tal. Experimentar esa necesidad de cuidarnos y de colocar no sólo la propia vida sino la vida de los otros junto con la propia, es una manera de volver a recuperar aquello de que nada es más importante de la condición vital de todos para nuestro mundo marche como está llamado a ser por su propia naturaleza.

Como especie humana hemos caído en el error de comprender una filosofía de vida donde lo importante sea el acumulamiento (económico, de bienes capitales, de vivencias, de reconocimientos, etc.) y ahora este tipo de “sacudidas” a nuestra realidad nos puede hacer reconocer que la filosofía de la vida debería estar situada en que: todos tengamos lo suficiente.

Si todos nos miramos desde un mismo nivel de condición (llamémosle periferia) seguramente eso nos fortalecerá para poder apoyarnos y ser solidarios, sintiéndonos de verdad una misma familia humana.