/ martes 2 de junio de 2020

“Biblioteca de la periferia”

Juan Carlos Quirarte Méndez

Salesiano, sacerdote. Doctor en Antropología Social

“La urgencia de educar a la diversidad”

Al diferente suele vérsele como una amenaza. Sí, es triste que constatemos lo poco que se nos ha educado a vivir y convivir en la diversidad, a pesar de que muchos gobiernos, economías y políticas del mundo se empecinaron en introducirnos hasta los huesos el tema de la globalización, pero no se nos induce precisamente a saber vivir en medio de las diferencias.

Hay muchas pretensiones de querer homologar e incluso uniformar las vidas de los seres humanos, y particularmente esa tendencia de economías globalizadas nos han hecho, por ejemplo, una especie que suele consumir las mismas cosas, que tenemos prácticas de vida semejantes, que han llegado prácticas y costumbres a los cinco continentes para instalarse… el fútbol -como ejemplo- nos hace ver que una dinámica deportiva se convierte también en todo un consumo cultural indistintamente del país, género o raza de quien lo sigue. Y existen instalados tantos modos de consumo que quien no los puede conseguir, se las ingenia para al menos simular tenerlos, como es el caso de la piratería… que no es original, pero lo simula y a un costo más accesible. Pero también sucede que algunos en el afán de querer alinearse a esos mismos niveles de consumo son capaces de infringir la ley para poder tener el alcance adquisitivo económico. Ciertamente es culpa del sujeto ese actuar fuera del margen la ley para alcanzar a tener los medios y poder consumir lo que tanto se incita a consumir para sentirse parte de una sociedad. Pero también pudiéramos decir que es culpable una sociedad insistente en que sólo se es reconocido y digno de atención aquel que es como se dice que se tiene que ser.

Esta tendencia global ha venido acentuando más la marginación de quien no puede uniformarse al resto, o se le ridiculiza por pretender simularlo. Sabemos que no es el consumo el único medio de medir una homologación, son otras tantas las instancias de tendencias para poder determinar los estándares de unificación de ideas y formas de vida dominantes.

Y así, al que vemos diferente, muchas de las veces se le mira como amenaza, como sospechoso, como alguien que viene a desequilibrar y desestabilizar. La historia nos ha demostrado eso, que no tolera al que rompe el modo general de vida. Por lo general el que inicia un rumbo diferente, el que tiene una visión del mundo diferente, el que mira las cosas de forma distinta, no es tolerado, es juzgado y excluido tantas veces. A tanta gente le gusta lo diferente en cuanto exótico, pero que esté lejos, o lo quiero por un momento, por en cuanto sacio mi curiosidad de entender qué es y porqué hace las cosas como las hace.

Hay resistencias, y con justicia, de tantos que se sienten excluidos de un mundo que pretende que se unifiquen las cosas bajo el sistema dominante. A veces alimentamos nuestro inconsciente, en el día a día, con frases y expresiones que acentúan nuestro repelo hacia quien es distinto, nuestra sospecha de quienes son “los otros”.

Este mundo, tan rico por su gran variedad de seres y especies, también debería ser aprovechado por el mismo ser humano para aprender de sus semejantes que son tan diferentes, y a los cuales también podemos aportar nuestra riqueza. Es la sabiduría misma de la reciprocidad.

Juan Carlos Quirarte Méndez

Salesiano, sacerdote. Doctor en Antropología Social

“La urgencia de educar a la diversidad”

Al diferente suele vérsele como una amenaza. Sí, es triste que constatemos lo poco que se nos ha educado a vivir y convivir en la diversidad, a pesar de que muchos gobiernos, economías y políticas del mundo se empecinaron en introducirnos hasta los huesos el tema de la globalización, pero no se nos induce precisamente a saber vivir en medio de las diferencias.

Hay muchas pretensiones de querer homologar e incluso uniformar las vidas de los seres humanos, y particularmente esa tendencia de economías globalizadas nos han hecho, por ejemplo, una especie que suele consumir las mismas cosas, que tenemos prácticas de vida semejantes, que han llegado prácticas y costumbres a los cinco continentes para instalarse… el fútbol -como ejemplo- nos hace ver que una dinámica deportiva se convierte también en todo un consumo cultural indistintamente del país, género o raza de quien lo sigue. Y existen instalados tantos modos de consumo que quien no los puede conseguir, se las ingenia para al menos simular tenerlos, como es el caso de la piratería… que no es original, pero lo simula y a un costo más accesible. Pero también sucede que algunos en el afán de querer alinearse a esos mismos niveles de consumo son capaces de infringir la ley para poder tener el alcance adquisitivo económico. Ciertamente es culpa del sujeto ese actuar fuera del margen la ley para alcanzar a tener los medios y poder consumir lo que tanto se incita a consumir para sentirse parte de una sociedad. Pero también pudiéramos decir que es culpable una sociedad insistente en que sólo se es reconocido y digno de atención aquel que es como se dice que se tiene que ser.

Esta tendencia global ha venido acentuando más la marginación de quien no puede uniformarse al resto, o se le ridiculiza por pretender simularlo. Sabemos que no es el consumo el único medio de medir una homologación, son otras tantas las instancias de tendencias para poder determinar los estándares de unificación de ideas y formas de vida dominantes.

Y así, al que vemos diferente, muchas de las veces se le mira como amenaza, como sospechoso, como alguien que viene a desequilibrar y desestabilizar. La historia nos ha demostrado eso, que no tolera al que rompe el modo general de vida. Por lo general el que inicia un rumbo diferente, el que tiene una visión del mundo diferente, el que mira las cosas de forma distinta, no es tolerado, es juzgado y excluido tantas veces. A tanta gente le gusta lo diferente en cuanto exótico, pero que esté lejos, o lo quiero por un momento, por en cuanto sacio mi curiosidad de entender qué es y porqué hace las cosas como las hace.

Hay resistencias, y con justicia, de tantos que se sienten excluidos de un mundo que pretende que se unifiquen las cosas bajo el sistema dominante. A veces alimentamos nuestro inconsciente, en el día a día, con frases y expresiones que acentúan nuestro repelo hacia quien es distinto, nuestra sospecha de quienes son “los otros”.

Este mundo, tan rico por su gran variedad de seres y especies, también debería ser aprovechado por el mismo ser humano para aprender de sus semejantes que son tan diferentes, y a los cuales también podemos aportar nuestra riqueza. Es la sabiduría misma de la reciprocidad.