/ martes 23 de junio de 2020

“Biblioteca de la periferia”

Juan Carlos Quirarte Méndez

Salesiano, sacerdote. Doctor en Antropología Social

“Valor y reconocimiento”

¡Cuánta importancia tiene el reconocimiento! Lo digo, no porque las cosas no tuviesen valor en sí mismas sin nuestro juicio hacia ellas, sino porque con esa valoración adquieren un mayor y mejor alcance, y si permite la expresión… se le hace justicia.

Y es que hasta en las bebidas se puede apreciar esos acontecimientos sociales y sus reubicaciones dentro de los estándares de medición y apropiación de una cultura. Tal es el caso de nuestras bebidas mexicanas hoy tan emblemáticas: tequila, mezcal, pulque, entre otras. Hace todavía algunas décadas, muchas de estas bebidas se marginaban a la periferia y se consideraba de mayor envergadura aquellos que se daban el lujo de beber otras tradiciones etílicas importadas, como sería el whiskey o el propio vino tinto.

Las ubicaciones y movilizaciones que empuja el reconocimiento social desplaza o aproxima las cosas según su valoración y aceptación, haciendo que las masas pertenecientes a esas sociedades ni siquiera se cuestionen sino que adoptan la categoría e incluso se apropien del nuevo valor (monetario) instalado sobre aquello que en otro momento fue considerado de lo más económico.

Para que todo esto suceda, se ponen muchas consideraciones en juego, hoy en día uno de esos elementos dominantes que marcan las tendencias para la aceptación, reconocimiento y nueva embestidura de las cosas, son los medios de comunicación. Desde una mercadotecnia y un bombardeo incesante de los productos al sistema de mercado, en asociación con estilos de vida y formas de comportamiento social, se van estableciendo unas nuevas figuras para sentirse perteneciente a una sociedad que le acepta y le valora, porque forma parte de ese mismo sistema de mediciones del valor.

De ahí que muchas veces resulta complicado ser “diferente” a lo que los otros esperan de uno. De ahí la cuesta hacia arriba, pesada y fatigosa de quien busca emprender sus propios criterios dentro de un marco que asfixia a quien no siga los convencionalismos aceptados que han sido puestos casi impositivamente.

Es cierto, el reconocimiento no lo es todo. El tequila, el mezcal, tenían su valor en sí mismo, aunque no fueran puestos al mismo nivel de otras bebidas más instaladas en un imaginario de lo socialmente aceptable y valioso, pero cuántas personas más han podido disfrutar de estas bebidas ahora que se les ha brindado su posibilidad de ser visibles -y no relegadas- ante una sociedad más numerosa y expandida.

Así mismo hemos hecho, como sociedad, con tantísimos individuos y grupos de personas, cuando no les damos la oportunidad de mostrarse tal cual son y, por ende, no tienen el reconocimiento de los otros, por no brindarse la oportunidad de conocer al diferente, al diverso, al prójimo.

Juan Carlos Quirarte Méndez

Salesiano, sacerdote. Doctor en Antropología Social

“Valor y reconocimiento”

¡Cuánta importancia tiene el reconocimiento! Lo digo, no porque las cosas no tuviesen valor en sí mismas sin nuestro juicio hacia ellas, sino porque con esa valoración adquieren un mayor y mejor alcance, y si permite la expresión… se le hace justicia.

Y es que hasta en las bebidas se puede apreciar esos acontecimientos sociales y sus reubicaciones dentro de los estándares de medición y apropiación de una cultura. Tal es el caso de nuestras bebidas mexicanas hoy tan emblemáticas: tequila, mezcal, pulque, entre otras. Hace todavía algunas décadas, muchas de estas bebidas se marginaban a la periferia y se consideraba de mayor envergadura aquellos que se daban el lujo de beber otras tradiciones etílicas importadas, como sería el whiskey o el propio vino tinto.

Las ubicaciones y movilizaciones que empuja el reconocimiento social desplaza o aproxima las cosas según su valoración y aceptación, haciendo que las masas pertenecientes a esas sociedades ni siquiera se cuestionen sino que adoptan la categoría e incluso se apropien del nuevo valor (monetario) instalado sobre aquello que en otro momento fue considerado de lo más económico.

Para que todo esto suceda, se ponen muchas consideraciones en juego, hoy en día uno de esos elementos dominantes que marcan las tendencias para la aceptación, reconocimiento y nueva embestidura de las cosas, son los medios de comunicación. Desde una mercadotecnia y un bombardeo incesante de los productos al sistema de mercado, en asociación con estilos de vida y formas de comportamiento social, se van estableciendo unas nuevas figuras para sentirse perteneciente a una sociedad que le acepta y le valora, porque forma parte de ese mismo sistema de mediciones del valor.

De ahí que muchas veces resulta complicado ser “diferente” a lo que los otros esperan de uno. De ahí la cuesta hacia arriba, pesada y fatigosa de quien busca emprender sus propios criterios dentro de un marco que asfixia a quien no siga los convencionalismos aceptados que han sido puestos casi impositivamente.

Es cierto, el reconocimiento no lo es todo. El tequila, el mezcal, tenían su valor en sí mismo, aunque no fueran puestos al mismo nivel de otras bebidas más instaladas en un imaginario de lo socialmente aceptable y valioso, pero cuántas personas más han podido disfrutar de estas bebidas ahora que se les ha brindado su posibilidad de ser visibles -y no relegadas- ante una sociedad más numerosa y expandida.

Así mismo hemos hecho, como sociedad, con tantísimos individuos y grupos de personas, cuando no les damos la oportunidad de mostrarse tal cual son y, por ende, no tienen el reconocimiento de los otros, por no brindarse la oportunidad de conocer al diferente, al diverso, al prójimo.