/ martes 7 de julio de 2020

“Biblioteca de la periferia”

Juan Carlos Quirarte Méndez

Salesiano, sacerdote. Doctor en Antropología Social

“Los gustos periféricos”

Recuerdo de cuando yo era un adolescente, me encontraba con ciertos géneros musicales que eran catalogados de una u otra manera por las tendencias de la sociedad, es decir: existía una serie de categorías de la música que sonaba en la radio, en la que se asociaba el estilo musical con un determinado grupo social… de ahí que se podía ubicar la música que por un sector era considerado de los “nacos” y otra que para era la de los “fresas”, por señalar algunos géneros que parecieran totalmente polarizados unos de otros.

Pero el asombro venía con el paso del tiempo, que mucha de aquella música antes catalogada para el sector de los nacos y, por tanto, repudiada o despreciada por los fresas, era luego ya totalmente asimilada y hasta deseada por ese sector que antes la rechazaba. Y entonces, lo que antes era casi como insulto por asociarse con ese estilo de música, ahora era parte de un rito de aceptación para sentirse parte de un grupo. Son pues, las fuerzas de las tendencias que van configurando esos imaginarios que se instalan en la sociedad y nos ponen los filtros para establecer los juicios sobre lo aceptable o lo propio de ser rechazado.

Qué más podríamos decir de otros géneros de música altamente asociados a determinados grupos. Hoy, después de la revolución tecnológica bajo la introducción del mundo digital y el internet, la amplitud de géneros y la accesibilidad a la apreciación de una tan diversa variedad musical hace que más fácil se migre de un estilo a otro y se pueda hablar hasta de “hibridación”. Y es que lo mismo podría decirse de las tendencias del vestir y su asocación con ciertos sectores y luego migró a otro tipo de valoración social (los jeans -mezclilla- por ejemplo, que se asociaba a una clase trabajadora obrera y luego pasa a ser una moda casual).

Pues, así como se polarizaba y cuidaba la “imagen” casi hasta para domesticar y domar los propios gustos con tal de tener la aceptación del grupo al que se deseaba pertenecer, sin darse la oportunidad de poder apreciar y darse el privilegio de asumir sus riesgos por gustar algo no aceptado por lo otros, así hoy en día seguimos muchas de las veces buscando más lo que los otros pueden aprobar o desaprobar de nosotros mismos, más que poder disfrutar de lo que ya la vida misma nos ofrece, aunque aquello que queramos destacar no sea igualmente apreciado por los demás.

Quizá podría enseñarnos esto a no enviar a la periferia nuestros gustos, muy propios, marginándolos por no ser igualmente apreciados por los demás. Nuestros gustos muy bien deberían ser puestos al centro, no a la periferia, porque cada uno tiene esas maneras de dejarse afectar y sentir por las apreciaciones y sensibilidades. Y si no, miremos la historia, y cuánto genios no ha reconocido la humanidad mucho después de sus contemporáneos, porque en sus contextos y tiempos no fueron comprendidos e incluso fueron ridiculizados, por haber expresado sus gustos por estilos y formas no aceptados y reconocidos convencionalmente por la sociedad que les rodeaba.

Nuestro mundo sigue requiriendo esos seres valientes, que saben hacer la diferencia.

Juan Carlos Quirarte Méndez

Salesiano, sacerdote. Doctor en Antropología Social

“Los gustos periféricos”

Recuerdo de cuando yo era un adolescente, me encontraba con ciertos géneros musicales que eran catalogados de una u otra manera por las tendencias de la sociedad, es decir: existía una serie de categorías de la música que sonaba en la radio, en la que se asociaba el estilo musical con un determinado grupo social… de ahí que se podía ubicar la música que por un sector era considerado de los “nacos” y otra que para era la de los “fresas”, por señalar algunos géneros que parecieran totalmente polarizados unos de otros.

Pero el asombro venía con el paso del tiempo, que mucha de aquella música antes catalogada para el sector de los nacos y, por tanto, repudiada o despreciada por los fresas, era luego ya totalmente asimilada y hasta deseada por ese sector que antes la rechazaba. Y entonces, lo que antes era casi como insulto por asociarse con ese estilo de música, ahora era parte de un rito de aceptación para sentirse parte de un grupo. Son pues, las fuerzas de las tendencias que van configurando esos imaginarios que se instalan en la sociedad y nos ponen los filtros para establecer los juicios sobre lo aceptable o lo propio de ser rechazado.

Qué más podríamos decir de otros géneros de música altamente asociados a determinados grupos. Hoy, después de la revolución tecnológica bajo la introducción del mundo digital y el internet, la amplitud de géneros y la accesibilidad a la apreciación de una tan diversa variedad musical hace que más fácil se migre de un estilo a otro y se pueda hablar hasta de “hibridación”. Y es que lo mismo podría decirse de las tendencias del vestir y su asocación con ciertos sectores y luego migró a otro tipo de valoración social (los jeans -mezclilla- por ejemplo, que se asociaba a una clase trabajadora obrera y luego pasa a ser una moda casual).

Pues, así como se polarizaba y cuidaba la “imagen” casi hasta para domesticar y domar los propios gustos con tal de tener la aceptación del grupo al que se deseaba pertenecer, sin darse la oportunidad de poder apreciar y darse el privilegio de asumir sus riesgos por gustar algo no aceptado por lo otros, así hoy en día seguimos muchas de las veces buscando más lo que los otros pueden aprobar o desaprobar de nosotros mismos, más que poder disfrutar de lo que ya la vida misma nos ofrece, aunque aquello que queramos destacar no sea igualmente apreciado por los demás.

Quizá podría enseñarnos esto a no enviar a la periferia nuestros gustos, muy propios, marginándolos por no ser igualmente apreciados por los demás. Nuestros gustos muy bien deberían ser puestos al centro, no a la periferia, porque cada uno tiene esas maneras de dejarse afectar y sentir por las apreciaciones y sensibilidades. Y si no, miremos la historia, y cuánto genios no ha reconocido la humanidad mucho después de sus contemporáneos, porque en sus contextos y tiempos no fueron comprendidos e incluso fueron ridiculizados, por haber expresado sus gustos por estilos y formas no aceptados y reconocidos convencionalmente por la sociedad que les rodeaba.

Nuestro mundo sigue requiriendo esos seres valientes, que saben hacer la diferencia.