/ martes 8 de septiembre de 2020

“Biblioteca de la periferia”

Juan Carlos Quirarte Méndez

Salesiano, sacerdote. Doctor en Antropología Social

“La muerte y la periferia”

Con cierta cautela podemos señalar que nosotros tenemos experiencia de morir, pero no de la muerte. Con otras palabras; ninguno de nosotros -mientras estamos vivos- podemos tener experiencia de la muerte, pues este es un evento único e irrepetible que nos acontece y listo. Pero del morir si que tenemos experiencia, pues esta forma de señalarlo (como verbo y no como un sustantivo) significa que es un acto continuo del cual padecemos a lo largo de toda nuestra vida, ¿cómo es esto?

Pues bien, sabemos que nuestras células mueren continuamente, que nuestra piel va mutando y regenerándose a lo largo de toda vida individual, también se va muriendo.a ciertas cosas de nosotros incluyendo órganos de nuestro cuerpo, esas podemos llamarle experiencias de morir. La muerte, a diferencia del morir, es un evento al cual una sola vez nos enfrentamos y resulta incomunicable por ser padecido sólo por la propia persona en quien se da ese evento. De la muerte podemos tener proximidad por experiencias de los próximos a nosotros, del morir podemos tener la vivencia por ser experiencia que recae sobre mí mismo y de la cual puedo llegar a ser consciente.

Ahora, la pregunta en nuestra columna de hoy es la siguiente: ¿Qué enseñanza nos da la muerte y el morir sobre la periferia?, ¿qué es central y qué es periférico en nuestras vidas ante la realidad del morir y el evento de la muerte?

Baste aquí señalar que muchas cosas por las que nos desgastamos en esta vida son truncadas con el evento mismo de la muerte, no las podemos cruzar. Aquello que puede ser trascendente ante el evento único e irrepetible de la muerte es lo que podría quizá considerarse como lo central y primario, y lo periférico podría ser aquello a lo que pudiéramos ir muriendo en la vida misma porque aún sin él o precisamente por prescindir de él es que podemos seguir viviendo.

Muchas cosas van a morir con nuestra muerte, por lo tanto podemos decir que son periféricas, pero otras muchas vivirán más allá de nuestra muerte, quedando como un legado, como una herencia, como una memoria en aquellos que sigan viviendo y perpetúan nuestra existencia en su recuerdo.

Quizá puede bien valer la pena enfocar nuestras energías y dedicación en vida a lo que pueda ir más allá de nuestra propia muerte y no desgastar nuestra vida en menesteres innecesarios y superfluos respecto a lo que realmente interesa e importa, no sólo para prepararnos al evento de la muerte, sino para poder vivir como dignamente estamos llamados a vivir.

Es cierto, nos podemos preparar para la muerte, aceptando a lo que se muere en el día a día, como el sacrificio mismo que amerita aspirar a algo que se propone. Es valorar el costo, y lo que bien vale cuesta, amerita renuncias, esfuerzos, morir (renunciar) a ciertas cosas en aras de alcanzar aquello que es más alto, más deseado. Es saber distinguir entre lo periférico y lo central en nuestras propias formas de vida.


Juan Carlos Quirarte Méndez

Salesiano, sacerdote. Doctor en Antropología Social

“La muerte y la periferia”

Con cierta cautela podemos señalar que nosotros tenemos experiencia de morir, pero no de la muerte. Con otras palabras; ninguno de nosotros -mientras estamos vivos- podemos tener experiencia de la muerte, pues este es un evento único e irrepetible que nos acontece y listo. Pero del morir si que tenemos experiencia, pues esta forma de señalarlo (como verbo y no como un sustantivo) significa que es un acto continuo del cual padecemos a lo largo de toda nuestra vida, ¿cómo es esto?

Pues bien, sabemos que nuestras células mueren continuamente, que nuestra piel va mutando y regenerándose a lo largo de toda vida individual, también se va muriendo.a ciertas cosas de nosotros incluyendo órganos de nuestro cuerpo, esas podemos llamarle experiencias de morir. La muerte, a diferencia del morir, es un evento al cual una sola vez nos enfrentamos y resulta incomunicable por ser padecido sólo por la propia persona en quien se da ese evento. De la muerte podemos tener proximidad por experiencias de los próximos a nosotros, del morir podemos tener la vivencia por ser experiencia que recae sobre mí mismo y de la cual puedo llegar a ser consciente.

Ahora, la pregunta en nuestra columna de hoy es la siguiente: ¿Qué enseñanza nos da la muerte y el morir sobre la periferia?, ¿qué es central y qué es periférico en nuestras vidas ante la realidad del morir y el evento de la muerte?

Baste aquí señalar que muchas cosas por las que nos desgastamos en esta vida son truncadas con el evento mismo de la muerte, no las podemos cruzar. Aquello que puede ser trascendente ante el evento único e irrepetible de la muerte es lo que podría quizá considerarse como lo central y primario, y lo periférico podría ser aquello a lo que pudiéramos ir muriendo en la vida misma porque aún sin él o precisamente por prescindir de él es que podemos seguir viviendo.

Muchas cosas van a morir con nuestra muerte, por lo tanto podemos decir que son periféricas, pero otras muchas vivirán más allá de nuestra muerte, quedando como un legado, como una herencia, como una memoria en aquellos que sigan viviendo y perpetúan nuestra existencia en su recuerdo.

Quizá puede bien valer la pena enfocar nuestras energías y dedicación en vida a lo que pueda ir más allá de nuestra propia muerte y no desgastar nuestra vida en menesteres innecesarios y superfluos respecto a lo que realmente interesa e importa, no sólo para prepararnos al evento de la muerte, sino para poder vivir como dignamente estamos llamados a vivir.

Es cierto, nos podemos preparar para la muerte, aceptando a lo que se muere en el día a día, como el sacrificio mismo que amerita aspirar a algo que se propone. Es valorar el costo, y lo que bien vale cuesta, amerita renuncias, esfuerzos, morir (renunciar) a ciertas cosas en aras de alcanzar aquello que es más alto, más deseado. Es saber distinguir entre lo periférico y lo central en nuestras propias formas de vida.