/ martes 15 de diciembre de 2020

“Biblioteca de la periferia”

También dentro de las currículas educativas existen elementos de periferia, voy a mencionar aquí algunos elementos que, desde mi punto de vista, me parece tremendamente significativo que no se consideren o se conformen con pequeñas cosas. En las escuelas se dice con gran pompa y platillo que se ofrece educación sexual. Y eso está muy bien, pero cuando se escrudiña qué se entiende por esto, es cuando vienen los debates o las inconsistencias, pues quizá se conforma el sistema educativo con presentar información pertiente para asuntos de higiene corporal y prevención de enfermedades venéreas. Pero poco se sabe de instituciones que también ofrezcan educación sobre el amor, educación sobre la afectividad, educación sobre las emociones vinculadas a los afectos y las sensaciones, las distinciones mismas entre el deseo y el amor, entre el placer y la entrega, y otros tantos elementos vitales que serían realmente importantes.

Pero también lo es en relación a la formación nutricional, pareciera que el sistema educativo supone que los estudiantes están con esta necesidad básica debidamente atendidos, se da poca información sobre lo que se consume, sobre los componentes necesarios para una alimentación saludable y provechosa para su desarrollo, y si llega a darse choca inevitablemente con las ofertas establecidas en las cafeterías y establecimientos de consumo dentro del propio plantel educativo, que descuida la atención de los productos que se promueven para la venta.

Con estos dos ejemplos (pudieran señalarse muchos otros) podemos mirar ya desde una percepción no tan profunda, el cómo se nos viene imponiendo una formación para el consumo, y no una formación para un pensamiento crítico. La escuela, que deberia ser una aliada estratégica para contribuir a la formación de ciudadanos y sociedad comprometida, crítica y guardiana de derechos y deberes, muchas de las veces -por el contrario- se ha alineado a los estándares de crear consumidores acríticos, y para ello se busca reproducir generaciones que busque sobre todo acumular y competir entre ellos para ver quién puede acumular más y más capital.

Incluso véase cómo las asignaturas que invitan a despertar la contemplación y la creatividad muchas de las veces queda relegada y poco valorada; artes, pensamientos hacia la estética, la nobleza de una ética, la fuerza del compromiso político, literatura y poésia que recoge el pensamiento alternativo y cuestionador, la reflexión sobre la espiritualidad y el sentido trascendente del ser humano… todas estas cosas y otras más son relagadas como ociosas (porque producen poco) y como no rentables por despertar sentido crítico y protagonismo social.

Cierto, la formación técnica es necesaria, y más en un mundo que predomina en tendencias para la industria y el ritmo del frenesí citadino… pero no se debe por ello despreciar o minusvalorar otras formaciones que son imprescendibles para tener un balance en la vida, donde sea el desarrollo del pensamiento crítico y el impulso del protagonismo social y político la preponderancia.

El mundo nos viene invitando con mucha sensualidad, desde hace ya varias décadas, a formarnos para el consumo exacerbado y sus “valores”… pero ese será tema de la siguiente semana aquí, en la Biblioteca de la periferia.

También dentro de las currículas educativas existen elementos de periferia, voy a mencionar aquí algunos elementos que, desde mi punto de vista, me parece tremendamente significativo que no se consideren o se conformen con pequeñas cosas. En las escuelas se dice con gran pompa y platillo que se ofrece educación sexual. Y eso está muy bien, pero cuando se escrudiña qué se entiende por esto, es cuando vienen los debates o las inconsistencias, pues quizá se conforma el sistema educativo con presentar información pertiente para asuntos de higiene corporal y prevención de enfermedades venéreas. Pero poco se sabe de instituciones que también ofrezcan educación sobre el amor, educación sobre la afectividad, educación sobre las emociones vinculadas a los afectos y las sensaciones, las distinciones mismas entre el deseo y el amor, entre el placer y la entrega, y otros tantos elementos vitales que serían realmente importantes.

Pero también lo es en relación a la formación nutricional, pareciera que el sistema educativo supone que los estudiantes están con esta necesidad básica debidamente atendidos, se da poca información sobre lo que se consume, sobre los componentes necesarios para una alimentación saludable y provechosa para su desarrollo, y si llega a darse choca inevitablemente con las ofertas establecidas en las cafeterías y establecimientos de consumo dentro del propio plantel educativo, que descuida la atención de los productos que se promueven para la venta.

Con estos dos ejemplos (pudieran señalarse muchos otros) podemos mirar ya desde una percepción no tan profunda, el cómo se nos viene imponiendo una formación para el consumo, y no una formación para un pensamiento crítico. La escuela, que deberia ser una aliada estratégica para contribuir a la formación de ciudadanos y sociedad comprometida, crítica y guardiana de derechos y deberes, muchas de las veces -por el contrario- se ha alineado a los estándares de crear consumidores acríticos, y para ello se busca reproducir generaciones que busque sobre todo acumular y competir entre ellos para ver quién puede acumular más y más capital.

Incluso véase cómo las asignaturas que invitan a despertar la contemplación y la creatividad muchas de las veces queda relegada y poco valorada; artes, pensamientos hacia la estética, la nobleza de una ética, la fuerza del compromiso político, literatura y poésia que recoge el pensamiento alternativo y cuestionador, la reflexión sobre la espiritualidad y el sentido trascendente del ser humano… todas estas cosas y otras más son relagadas como ociosas (porque producen poco) y como no rentables por despertar sentido crítico y protagonismo social.

Cierto, la formación técnica es necesaria, y más en un mundo que predomina en tendencias para la industria y el ritmo del frenesí citadino… pero no se debe por ello despreciar o minusvalorar otras formaciones que son imprescendibles para tener un balance en la vida, donde sea el desarrollo del pensamiento crítico y el impulso del protagonismo social y político la preponderancia.

El mundo nos viene invitando con mucha sensualidad, desde hace ya varias décadas, a formarnos para el consumo exacerbado y sus “valores”… pero ese será tema de la siguiente semana aquí, en la Biblioteca de la periferia.