/ martes 6 de abril de 2021

“Campañas de periferia”

Inicia esta semana, en casi todo el territorio nacional, un tiempo de “bombardeos mediáticos” que suceden cada tanto; los tiempos de campañas electorales. Son tiempos en que las periferias son visitadas y recurridas, donde las aproximaciones a las poblaciones marginadas y con mayores rezagos son visitadas. Son momentos en que muchas de las personas que padecen continuamente vulneraciones, que están bajo el yugo de las violencias y las diversas pobrezas, están siendo asistidas y “apapachadas” por diversos actores que les prometen que les atenderán.

Es cierto que no todos los actores políticos ejercitan este tipo de acciones como mera simulación, hay muchas mujeres y hombres que realmente su vocación de servicio y compromiso social lo pueden derivar a través de las plataformas públicas, donde pueden realmente contribuir a cambios estructurales y procuración de justicia y paz social, apoyados en su formación y arte de persuación. Es seguro que se pueden encontrar buenas y buenos candidatos en medio de una arena social bastante desgastada desde el imaginario instalado de lo que es la política en México.

Son tiempos en que escucharemos muchos, pero muchos discursos, donde las narrativas evocan tiempos futuros mejores si son electos tales o fulanos, donde la reiteración de frases parecieran gritos que pretenden que a fuerza de enunciarlos se conviertan en realidades concretas. Suele dar malestar las distinciones que muchos realizan durante sus tiempos de campaña a la de los tiempos de implementación de su cargo al ser electos. Esas proximidades a las periferias se desvancen rápidamente, esas miradas a los que están en mayor desventaja deja de ser prioridad de agenda, esas costumbres de acercarse y hacerse sentir cercano y hasta afectuoso se diluyen fugazmente convirtiéndose en inaccesibles y apartados para cosas “realmente importantes”.

Es un tiempo en que se habla de muchas violencias; de la delincuencia organizada, de las pandillas y los diversos confilctos a partir de las drogas y el empleo de armas, de la procuración de justicia y la búsqueda de aniquilar la corrupción y la impunidad de grupos poderosos. Se habla de la violencia exacerbando el imaginario sobre ciertos grupos en específico, estigmatizando cierto tipo de población y buscando descargar sobre ellos, como sujetos singulares, la causa de las diversas problemáticas en temas de seguridad. Pero son tiempos en que se calla y se habla poco de la violencia estructural; esa violencia ya instalada y hasta normalizada donde la brecha entre los pocos que tienen mucho y los muchos que tienen nada se abre cada vez más; donde la carencia de servicios y del cuidado de las garantías individuales va ocasionando esas diversas consecuencias de la opresión social; esa violencia donde a los grupos poderosos y favorecidos se les exonera de tantas obligaciones y a los que están en mayor desventaja social se les hunde aún más en tantas exigencias.

En fin, es un tiempo de campaña donde nos topamos con una sociedad poco formada al pensamiento crítico, poco educada a las necesarias discusiones en las que se puede chocar ideas y pensamientos, pero no por ello se debe atacar a las personas. Cuando existe sociedad poco preparada para ello, se incremente el número de abusadores que tratan de aprovechar la debilidad para instalar su voluntad.

Tienen un trabajo muy dificil, muy complejo muchos de los que se postulan para ofrecer un servicio público, una entrega a la sociedad para administrar y gestionar lo social. Debemos ser críticos ante ellos; atacar sus ideas (no a ellos), expresarles nuestras perspectivas (no sólo oírles), sumarnos para colaborar (no sólo rechazar sus acciones), exigirles estar cerca de los que más soporte requieren (no hacerles sentir élite).

Muchos de los postulantes, muchas de las candidatas, seguramente deberán ser muy astutos para no caer en la seducción de sentir su rol como un poder más que un servicio. Deberán ser sabios para saberse apoyar y contar con equipos que sean igualmente bien intencionados, con sinergia y voluntades compartidas que miren la sociedad como el campo de su misión y no el eslabón para metas individuales. Debemos ayudarles a que vivan su responsabilidad como un puesto otorgado por la sociedad y no como un héroe aclamado antes de emprender su obra.

Y, ciertamente, ellas y ellos que se visibilizarán ante la sociedad en general, son hombres y mujeres de familia, con emociones e ilusiones, con sueños y aspiraciones, que también se cansan, que también sufren, que tienen sus momentos de esparcimiento necesarios, que requieren tiempos para ellos solos, para estar con los suyos, para orar y para meditar, para celebrar y para hacer duelos, que cantan y bailan pero igualmente lloran y enferman. Son personas igualmente aspiracionales para mejorar su calidad de vida, como todos lo pretendemos por lo general, son individuos que saben que el tiempo es breve y que se espera mucho. Detrás de cada postulante, hay no sólo palabras y estrategias, sino también vidas e historias que ni por mucho deben ser periféricas.

Inicia esta semana, en casi todo el territorio nacional, un tiempo de “bombardeos mediáticos” que suceden cada tanto; los tiempos de campañas electorales. Son tiempos en que las periferias son visitadas y recurridas, donde las aproximaciones a las poblaciones marginadas y con mayores rezagos son visitadas. Son momentos en que muchas de las personas que padecen continuamente vulneraciones, que están bajo el yugo de las violencias y las diversas pobrezas, están siendo asistidas y “apapachadas” por diversos actores que les prometen que les atenderán.

Es cierto que no todos los actores políticos ejercitan este tipo de acciones como mera simulación, hay muchas mujeres y hombres que realmente su vocación de servicio y compromiso social lo pueden derivar a través de las plataformas públicas, donde pueden realmente contribuir a cambios estructurales y procuración de justicia y paz social, apoyados en su formación y arte de persuación. Es seguro que se pueden encontrar buenas y buenos candidatos en medio de una arena social bastante desgastada desde el imaginario instalado de lo que es la política en México.

Son tiempos en que escucharemos muchos, pero muchos discursos, donde las narrativas evocan tiempos futuros mejores si son electos tales o fulanos, donde la reiteración de frases parecieran gritos que pretenden que a fuerza de enunciarlos se conviertan en realidades concretas. Suele dar malestar las distinciones que muchos realizan durante sus tiempos de campaña a la de los tiempos de implementación de su cargo al ser electos. Esas proximidades a las periferias se desvancen rápidamente, esas miradas a los que están en mayor desventaja deja de ser prioridad de agenda, esas costumbres de acercarse y hacerse sentir cercano y hasta afectuoso se diluyen fugazmente convirtiéndose en inaccesibles y apartados para cosas “realmente importantes”.

Es un tiempo en que se habla de muchas violencias; de la delincuencia organizada, de las pandillas y los diversos confilctos a partir de las drogas y el empleo de armas, de la procuración de justicia y la búsqueda de aniquilar la corrupción y la impunidad de grupos poderosos. Se habla de la violencia exacerbando el imaginario sobre ciertos grupos en específico, estigmatizando cierto tipo de población y buscando descargar sobre ellos, como sujetos singulares, la causa de las diversas problemáticas en temas de seguridad. Pero son tiempos en que se calla y se habla poco de la violencia estructural; esa violencia ya instalada y hasta normalizada donde la brecha entre los pocos que tienen mucho y los muchos que tienen nada se abre cada vez más; donde la carencia de servicios y del cuidado de las garantías individuales va ocasionando esas diversas consecuencias de la opresión social; esa violencia donde a los grupos poderosos y favorecidos se les exonera de tantas obligaciones y a los que están en mayor desventaja social se les hunde aún más en tantas exigencias.

En fin, es un tiempo de campaña donde nos topamos con una sociedad poco formada al pensamiento crítico, poco educada a las necesarias discusiones en las que se puede chocar ideas y pensamientos, pero no por ello se debe atacar a las personas. Cuando existe sociedad poco preparada para ello, se incremente el número de abusadores que tratan de aprovechar la debilidad para instalar su voluntad.

Tienen un trabajo muy dificil, muy complejo muchos de los que se postulan para ofrecer un servicio público, una entrega a la sociedad para administrar y gestionar lo social. Debemos ser críticos ante ellos; atacar sus ideas (no a ellos), expresarles nuestras perspectivas (no sólo oírles), sumarnos para colaborar (no sólo rechazar sus acciones), exigirles estar cerca de los que más soporte requieren (no hacerles sentir élite).

Muchos de los postulantes, muchas de las candidatas, seguramente deberán ser muy astutos para no caer en la seducción de sentir su rol como un poder más que un servicio. Deberán ser sabios para saberse apoyar y contar con equipos que sean igualmente bien intencionados, con sinergia y voluntades compartidas que miren la sociedad como el campo de su misión y no el eslabón para metas individuales. Debemos ayudarles a que vivan su responsabilidad como un puesto otorgado por la sociedad y no como un héroe aclamado antes de emprender su obra.

Y, ciertamente, ellas y ellos que se visibilizarán ante la sociedad en general, son hombres y mujeres de familia, con emociones e ilusiones, con sueños y aspiraciones, que también se cansan, que también sufren, que tienen sus momentos de esparcimiento necesarios, que requieren tiempos para ellos solos, para estar con los suyos, para orar y para meditar, para celebrar y para hacer duelos, que cantan y bailan pero igualmente lloran y enferman. Son personas igualmente aspiracionales para mejorar su calidad de vida, como todos lo pretendemos por lo general, son individuos que saben que el tiempo es breve y que se espera mucho. Detrás de cada postulante, hay no sólo palabras y estrategias, sino también vidas e historias que ni por mucho deben ser periféricas.