/ lunes 8 de febrero de 2021

Civilidad si ¿nunca incivilidad?

Recién inicia el proceso electoral en uno de sus primeros periodos como lo son las precampañas y tenemos ciertos elementos que nos deben llamar a la reflexión. Hemos sido testigos de grandes momentos de la historia, como la caída del Muro de Berlín, la llegada del hombre a la luna, la propagación de la comunicación a grandes kilómetros de distancia que permiten acercar a las personas con sus valores y sentimientos más profundos. Desgraciadamente también hemos sido testigos de las grandes fatalidades que han producido el odio y los discursos que lo acompañan: la caída de las torres gemelas en Nueva York, el asesinato de Luis Donaldo Colosio, el enfrentamiento en las calles por el color de la piel.

Nos hemos dado cuenta, a través de algunos medios de comunicación de discursos que han expresado diversos actores políticos, en ellos se expresan de los contrincantes como enemigos a muerte, se les insulta, se les descalifica y se marca una línea divisoria que rompe con los principios básicos de la democracia: respeto y tolerancia. La pregunta es para reflexionar ¿Cómo construir una sociedad participativa e incluyente con este tipo de manifestaciones que están llenas de un discurso de odio?

El siguiente paso será la confrontación física, como prueba de la deconstrucción de los principios de civilidad política y en ese terreno se está llegando cuando los antagonistas irrumpen para violentar el diálogo, el debate y la confrontación de las ideas bajo las argumentaciones de los marcos teóricos y de las propuestas de los documentos básicos que deben regir la agenda de los partidos políticos y sus candidatos. La conclusión es simple, si a la civilidad política nunca más la incivilidad.

La gestión del “discenso” es un derecho ciudadano, es la oportunidad de garantizar el debate de las ideas que imprimen un sello específico a nuestra cultura democrática. Ya en las épocas posteriores a la segunda guerra mundial, Gabriel Almond y Sydney Verba habían terminado su estudio que permitía conocer el tipo de cultura política que prevalecían en cinco naciones del mundo, entre ellas, México.

En dicho estudio (The Civic Culture), se analizó el conocimiento, las actitudes y las valoraciones del sistema político de países como Estados Unidos, Alemania, Italia, Inglaterra y México. Se identificaron tres grandes culturas políticas que prevalecían así como subculturas que reflejaban rasgos y características entre ellas. México tuvo un componente específico: no se lograba tener con claridad a cual tipo de cultura permanecía.

La cultura de súbdito, tenía como características que los ciudadanos no se reconocían como ciudadanos, no identificaban las separaciones entre el poder religioso y el poder civil. En la cultura parroquial había una evolución, se reconocían ciertos derechos y obligaciones y el voto permanecía sólo una forma activa de esa ciudadanía. Sin embargo, en la cultura política participativa, el ser humano tenía una serie de reconocimientos de su participación activa en la toma de decisiones del propio gobierno y había un impulso a buscar el poder civil a través del voto y las otras formas de participación ciudadana.

En conclusión, la cultura política participativa debe tener como principio básico el respeto y el diálogo. Si no respetamos las ideas de los otros, estaremos fraguando un esquema de corrupción política que se imponga por encima de los demás, sin respeto a las ideas, sin respeto a las minorías y sin construcción de acuerdos. Hay que recordar que estaremos los ciudadanos a fuego cruzado por las guerras sucias y campañas negras que van a denostar a los contrincantes con un esquema muy definido: ustedes los malos, nosotros los buenos. Las campañas formales iniciarán en el mes de abril. Serán cortas, se centrarán en la elección de gobernador y ayuntamientos. Vamos a propiciar la participación con propuestas, no con insultos, no con descalificaciones.



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Recién inicia el proceso electoral en uno de sus primeros periodos como lo son las precampañas y tenemos ciertos elementos que nos deben llamar a la reflexión. Hemos sido testigos de grandes momentos de la historia, como la caída del Muro de Berlín, la llegada del hombre a la luna, la propagación de la comunicación a grandes kilómetros de distancia que permiten acercar a las personas con sus valores y sentimientos más profundos. Desgraciadamente también hemos sido testigos de las grandes fatalidades que han producido el odio y los discursos que lo acompañan: la caída de las torres gemelas en Nueva York, el asesinato de Luis Donaldo Colosio, el enfrentamiento en las calles por el color de la piel.

Nos hemos dado cuenta, a través de algunos medios de comunicación de discursos que han expresado diversos actores políticos, en ellos se expresan de los contrincantes como enemigos a muerte, se les insulta, se les descalifica y se marca una línea divisoria que rompe con los principios básicos de la democracia: respeto y tolerancia. La pregunta es para reflexionar ¿Cómo construir una sociedad participativa e incluyente con este tipo de manifestaciones que están llenas de un discurso de odio?

El siguiente paso será la confrontación física, como prueba de la deconstrucción de los principios de civilidad política y en ese terreno se está llegando cuando los antagonistas irrumpen para violentar el diálogo, el debate y la confrontación de las ideas bajo las argumentaciones de los marcos teóricos y de las propuestas de los documentos básicos que deben regir la agenda de los partidos políticos y sus candidatos. La conclusión es simple, si a la civilidad política nunca más la incivilidad.

La gestión del “discenso” es un derecho ciudadano, es la oportunidad de garantizar el debate de las ideas que imprimen un sello específico a nuestra cultura democrática. Ya en las épocas posteriores a la segunda guerra mundial, Gabriel Almond y Sydney Verba habían terminado su estudio que permitía conocer el tipo de cultura política que prevalecían en cinco naciones del mundo, entre ellas, México.

En dicho estudio (The Civic Culture), se analizó el conocimiento, las actitudes y las valoraciones del sistema político de países como Estados Unidos, Alemania, Italia, Inglaterra y México. Se identificaron tres grandes culturas políticas que prevalecían así como subculturas que reflejaban rasgos y características entre ellas. México tuvo un componente específico: no se lograba tener con claridad a cual tipo de cultura permanecía.

La cultura de súbdito, tenía como características que los ciudadanos no se reconocían como ciudadanos, no identificaban las separaciones entre el poder religioso y el poder civil. En la cultura parroquial había una evolución, se reconocían ciertos derechos y obligaciones y el voto permanecía sólo una forma activa de esa ciudadanía. Sin embargo, en la cultura política participativa, el ser humano tenía una serie de reconocimientos de su participación activa en la toma de decisiones del propio gobierno y había un impulso a buscar el poder civil a través del voto y las otras formas de participación ciudadana.

En conclusión, la cultura política participativa debe tener como principio básico el respeto y el diálogo. Si no respetamos las ideas de los otros, estaremos fraguando un esquema de corrupción política que se imponga por encima de los demás, sin respeto a las ideas, sin respeto a las minorías y sin construcción de acuerdos. Hay que recordar que estaremos los ciudadanos a fuego cruzado por las guerras sucias y campañas negras que van a denostar a los contrincantes con un esquema muy definido: ustedes los malos, nosotros los buenos. Las campañas formales iniciarán en el mes de abril. Serán cortas, se centrarán en la elección de gobernador y ayuntamientos. Vamos a propiciar la participación con propuestas, no con insultos, no con descalificaciones.



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