/ lunes 8 de noviembre de 2021

Corrupción: el cáncer de nuestro país

“Promúlguese la ley pero no se acate”, es un dicho que satiriza las leyes y decretos contra la corrupción. Según el ranking del World Justice Project, México ocupa el lugar 135 en nivel de corrupción de 139 países, el ranking mide tres formas de corrupción: sobornos, influencia indebida de intereses públicos y privados, y malversación de fondos públicos u otros recursos.

Es deshonroso ocupar un lugar como ese, porque es un reflejo de la sociedad en la que vivimos , pero debemos de reconocer la existencia de un área de oportunidad como esta en la que se pueden sumar a diferentes sectores de la sociedad en una estrategia nacional para erradicar la corrupción sistémica.

Se deben de impulsar acciones institucionales que sean aceptadas para disminuir la prevalencia de este problema, como difundir los mecanismos de denuncia, transparentar las decisiones públicas, reducir los espacios para el intercambio ilegal de favores y extorsión, así como priorizar acciones que beneficien a la ciudadanía, sobre todo a los sectores más vulnerables.

Lamentablemente la corrupción es una condición cotidiana, por lo que la tenemos normalizada y una vez que la vemos así nos dejamos de preocupar y nos cegamos ante la realidad, además de que en muchas ocasiones es imperceptible como el tráfico de influencias en las oficinas gubernamentales, ya que es difícil de sancionar, y todo ello tiene como consecuencia la falta de ética en sus procedimientos, deslealtad y traición.

La corrupción tiene consecuencias graves como la falta de productividad en la administración pública, ya que sus trámites impiden la atracción de capital, al igual que el desarrollo de la industria y crecimiento de empresas.

Sefchovich (2008) atribuye a la cultura de los mexicanos la mentira, la corrupción y la simulación como valores nacionales difíciles de erradicar, y aunque es lamentable, es cierto, porque se ha intentado erradicar la corrupción de manera fallida como con planes de desarrollo, campañas políticas e incluso ciertas políticas públicas dedicadas a ello, lo que significaría que no es solo un problema difícil de resolver sino que nos involucra a todos.

A pesar de que somos capaces de percibir nuestra realidad, después de asimilarla podemos llevar acabo nuestras propias acciones, normalmente una repetición de lo que hemos aprendido a lo largo de nuestra vida, parte de un paradigma difícil de romper.

He mencionado en participaciones anteriores que los jóvenes no somos el futuro, sino el presente de nuestro país, pero será muy difícil que logremos impactar y hacer un cambio, si nuestras raíces están corrompidas y no solucionamos su problema desde el origen, en este caso desde los valores que se enseñan en casa porque las palabras mueven pero los hechos son los que arrastran, y justamente por eso es que cuando quedan impunes los casos de corrupción, la gente cree que no hay consecuencias y por ello lo siguen haciendo.

Es importante que se sigan formando las mentes jóvenes, ya que somos un factor importante del desarrollo de nuestro país, y no se puede seguir fomentando esta “cultura” corrupta, y por ello necesitamos darles un buen ejemplo a las generaciones futuras.

Concluyo diciendo que desde la infancia el ejemplo es elemental, por lo que nuestros padres, que son nuestros primeros maestros, no deben de demeritar cualquier acción relacionada a la corrupción por más simple que pudiera parecer, como dar “mordida” o incluso meterse en una fila, amparándose en la idea de que nadie se dará cuenta, lo cual tiene como ultimas consecuencias romper la ley, finalizo con una frase de Bess Myerson “El cómplice del crimen de la corrupción es generalmente nuestra propia indiferencia”.

“Promúlguese la ley pero no se acate”, es un dicho que satiriza las leyes y decretos contra la corrupción. Según el ranking del World Justice Project, México ocupa el lugar 135 en nivel de corrupción de 139 países, el ranking mide tres formas de corrupción: sobornos, influencia indebida de intereses públicos y privados, y malversación de fondos públicos u otros recursos.

Es deshonroso ocupar un lugar como ese, porque es un reflejo de la sociedad en la que vivimos , pero debemos de reconocer la existencia de un área de oportunidad como esta en la que se pueden sumar a diferentes sectores de la sociedad en una estrategia nacional para erradicar la corrupción sistémica.

Se deben de impulsar acciones institucionales que sean aceptadas para disminuir la prevalencia de este problema, como difundir los mecanismos de denuncia, transparentar las decisiones públicas, reducir los espacios para el intercambio ilegal de favores y extorsión, así como priorizar acciones que beneficien a la ciudadanía, sobre todo a los sectores más vulnerables.

Lamentablemente la corrupción es una condición cotidiana, por lo que la tenemos normalizada y una vez que la vemos así nos dejamos de preocupar y nos cegamos ante la realidad, además de que en muchas ocasiones es imperceptible como el tráfico de influencias en las oficinas gubernamentales, ya que es difícil de sancionar, y todo ello tiene como consecuencia la falta de ética en sus procedimientos, deslealtad y traición.

La corrupción tiene consecuencias graves como la falta de productividad en la administración pública, ya que sus trámites impiden la atracción de capital, al igual que el desarrollo de la industria y crecimiento de empresas.

Sefchovich (2008) atribuye a la cultura de los mexicanos la mentira, la corrupción y la simulación como valores nacionales difíciles de erradicar, y aunque es lamentable, es cierto, porque se ha intentado erradicar la corrupción de manera fallida como con planes de desarrollo, campañas políticas e incluso ciertas políticas públicas dedicadas a ello, lo que significaría que no es solo un problema difícil de resolver sino que nos involucra a todos.

A pesar de que somos capaces de percibir nuestra realidad, después de asimilarla podemos llevar acabo nuestras propias acciones, normalmente una repetición de lo que hemos aprendido a lo largo de nuestra vida, parte de un paradigma difícil de romper.

He mencionado en participaciones anteriores que los jóvenes no somos el futuro, sino el presente de nuestro país, pero será muy difícil que logremos impactar y hacer un cambio, si nuestras raíces están corrompidas y no solucionamos su problema desde el origen, en este caso desde los valores que se enseñan en casa porque las palabras mueven pero los hechos son los que arrastran, y justamente por eso es que cuando quedan impunes los casos de corrupción, la gente cree que no hay consecuencias y por ello lo siguen haciendo.

Es importante que se sigan formando las mentes jóvenes, ya que somos un factor importante del desarrollo de nuestro país, y no se puede seguir fomentando esta “cultura” corrupta, y por ello necesitamos darles un buen ejemplo a las generaciones futuras.

Concluyo diciendo que desde la infancia el ejemplo es elemental, por lo que nuestros padres, que son nuestros primeros maestros, no deben de demeritar cualquier acción relacionada a la corrupción por más simple que pudiera parecer, como dar “mordida” o incluso meterse en una fila, amparándose en la idea de que nadie se dará cuenta, lo cual tiene como ultimas consecuencias romper la ley, finalizo con una frase de Bess Myerson “El cómplice del crimen de la corrupción es generalmente nuestra propia indiferencia”.