/ domingo 25 de agosto de 2024

El espectacular “Hombre Mosca” en Catedral

Por: Óscar A. Viramontes Olivas

violioscar@gmail.com


En una ocasión estaba yo con mi amigo Mayo en el barrio de la Obrera, un niño que siempre andaba muy descuidado, sucio y descalzo, con su carita costrosa, ropa maltratada y vieja, era muy pobre, pero un excelente amigo. Le pregunté: Mayo ¿Por qué no te lavas la cara? Mayo me respondió: “Para qué, te acuerdas que Pepillo, el niño del señor más rico del barrio un día antes de morir, y ser enterrado en el panteón, se había bañado y la verdad no le sirvió de nada”.

Pero fuera de todo eso, no perdíamos tiempo y jugábamos a intensidad, nos divertíamos con unos superhéroes de plástico, de esos que los niños les asignábamos nombres y cualidades. Uno de esos héroes lo habíamos apodado el “Hombre Mosca”, como el que alguna vez habíamos visto en una película en el Cine Alcázar, donde uno de los actores más reconocidos en el cine mudo, Harold Lloyd, de los años 20, se puso a escalar algunos edificios. Se distinguía por sus enloquecidas acrobacias, fue así que, en la película “El Hombre Mosca” de 1923, sentimos la emisión de un hombre que escalaba un enorme edificio en Nueva York.

El “hombre mosca” fue un espectáculo que se hizo viral en los años 50a en México, donde personas con magnífica condición física se trepaban en las iglesias y otros edificios públicos (Foto: El Universal).

No se diga de otros tipos, donde individuos suplantaban al personaje en cuestión, por ejemplo, se tiene un antecedente en la historia de una dinastía de campaneros sevillanos, la familia Mendoza Fernández que, desde 1850, hasta la fecha, han seguido una tradición familiar en el arreglo, limpieza de relojes, campanas, pararrayos, cruces en las iglesias y edificios de considerable altura, sin utilizar andamios. Un dato curioso es que, el señor Mendoza González, dedicaría toda su vida a este arriesgado trabajo, y nunca tendría algún accidente laboral; falleció curiosamente, sentado de un ataque al corazón en el campo de fútbol del Sevilla F.C. Esa fue nuestra plática de un día común y corriente, de esos en las que podíamos hacer de todo. Nuestro juego con el “Hombre Mosca” quedaba pendiente para otro momento.

Al siguiente día, nos volvimos a juntar, se me ocurrió preguntarle a mí amigo: Mayo, ¿cuántos son en tu familia?, él me respondió: “somos ocho”. Me sorprendí porque Mayo, era un niño gordito y pobre ¿Cómo podría su papá mantener a tanta familia? Mayo, me contestó: “Figúrate que mi papá es albañil y muy borracho, por lo que no le alcanza para mantenernos, pero, como a mí me gusta ir al mercado de La Reforma o al Hoyo, ahí levanto todo lo que me pueda servir, le quito la tierra y ya, me lo como. Pero no te imaginas -decía Mayo- que en una ocasión cuando andaba por el mercado, de repente escuche un alboroto que hacía estremecer a cualquiera; gente corría hacía la Catedral de Chihuahua y yo, me dejé llevar por el mar de personas. Llegué y me percaté que un hombre estaba subiendo por una de las torres de la iglesia; la gente con expresión atónita se sorprendía de lo que estaban viendo, era El Hombre Mosca”. Sí, me quedé de a “seis”, ante lo relatado por Mayo. Le pedí entonces que si sabía sí el Hombre Mosca repetiría la hazaña, por lo que me respondió Mayo que si.

Al día siguiente, Mayo con la ternura que le caracterizaba me dijo: “Te invito a ver al “Hombre Mosca”. Me encantó la idea, pues se me hacía algo increíble saber que existía el tal famoso héroe que solo lo tenía representado en un muñeco. Salimos de casa a eso de las 5 de la tarde y tomamos el “Central Obrera” en la esquina de la 20 y 35ª, y nos condujimos hasta el centro de la ciudad. Los rayos del sol mostraban su debilidad en la parte alta de los edificios, como la Presidencia Municipal, la tienda de las Tres BBB, el Cine Alcázar y el Banco de Londres y México.

Empezaba a llegar la gente de todas las clases sociales, pobres, no tan pobres y ricos para tomar un lugar estratégico frente a la Catedral, en la plaza de Armas, sobre el quiosco donde se apiñaban para ver al héroe desconocido, el llamado “Hombre Mosca”. Para vigilar aquella multitud que invadía la plaza, desde las abiertas puertas de los camiones amarillos de la Cooperativa de Transportes Urbanos, la policía y los agentes de tránsito, echaban el silbe de los “pitos”. Llegaban de diversos sectores como el barrio del Santuario, el del Chamizal, la Obrera, la Rosario, Santa Rosa, el Pacífico, San Francisco, Santo Niño, como en una reminiscencia de la Edad Media, en donde los barrios se dividían con el nombre de su santo patrono. De lugares más lejanos de Chihuahua, llegaba gente de Nombre de Dios, Santa Eulalia y Aldama.

Para todos el “Hombre Mosca”, era un hombre fuerte, inmortal, hecho a toda prueba en el arte de escalar. Lo empezábamos a ver en el atrio de la Catedral, con un calzón azul y una playera del mismo color; junto a él, sus ayudantes colocaban los botes para la “cooperación”, y ante cientos de espectadoras, el héroe se disponía a subir hacia las torres que ya con esta, sería la segunda ocasión. La procedencia del “Hombre Mosca” era de Veracruz, jarocho de corazón, de allá donde el calor, los moscos y la humedad, son el pan de cada día. De nombre Federico S. del Riego que, estaba poniendo en tensión, los nervios de acero a los espectadores, como los que, carga el héroe Mosca, el que empezaba haciendo las mismas escalofriantes acrobacias en la cima de una de las torres de nuestro máximo templo.

Todas las miradas de los cientos de cabezas, se hallaban pendientes en las manecillas del reloj que caminaba, apuntando hacia la cabecita del ángel que sostiene la asta, bandera del edificio o hacia la campana de “Platón Sánchez” o en otras ocasiones, hacia el lado donde apunta el sol. Los chiquillos que se agolpaban en el evento, y que estaban acompañados de sus papas, se treparon en sus hombros para ver el gran espectáculo. Ya se anunciaba el principio del escalamiento, todo mundo presenciamos este hecho, y el joven Federico S. Riego, el “Hombre Mosca”, empezaba a ponerse de tú a tú con la muerte, y en presencia de reporteros cuando el comandante de policía verificaba ante el público que, la ascensión la haría perfectamente vendado de ojos, como en un principio lo había prometido en vista de que la policía, por órdenes que estimaron atinadas por el presidente municipal, le había prohibido a riesgo el que se vendara los ojos.

Se iniciaba el escalamiento, y todo mundo era testigo de la gran proeza, un hecho que quedaría registrado en los anales de la historia de Chihuahua y que hoy rescata la Crónica Urbana. Chihuahua vio como el “mosquero” subía un pie, luego el otro por las anfractuosidades, por las estrías, por los huecos de las hornacinas, por cornisamientos, por pilastras, por bordaduras de hojas de acanto, labradas en la piedra. Fue trepando, ejercitando todos los músculos, poniendo unas veces tenso el diafragma, relajándole otras, estirándose los nervios del brazo y de las piernas, escogiendo, y realizando la abducción de otros músculos. La cara seria, contenía la sonrisa, fue ascendiendo poco a poco.

Las altas torres de Catedral, habían incluso, silenciado la voz de sus campanas; las palomas viajeras que surcaban en las comisuras de las canteras, habían aquietado sus vaivenes un tanto sorprendidas. Nuestro héroe sudoroso, jadeante, llegó hasta el pináculo; ya en ese sitio, pese al latigar del viento que es sabido se siente con fuerza casi constantemente en las alturas de la Iglesia.

La torre de Catedral, testigo mundo de este gran evento.

En la punta, en la cruz de la lamparilla de la Catedral, estaba inclinada, como las veletas de los altos castillos feudales, el muchacho desplegó la bandera de la Patria con un afán noble y correcto. No faltaron los vívales que, aprovechándose del momento, tomaron cajas de zapato para pedir cooperación para el “Hombre Mosca”, sin duda, fue mosqueado por algunos que haciendo uso de la habilidad “montonera”, ganando algunos pesillos a expensas de nuestro héroe. Además, se vieron algunos pillos que les habían bajado la cartera a varios parroquianos que, ante la distracción, fueron presa fácil de sus actos.

En un extremo de la plaza, los gritos desesperados de una mujer que pedía ayuda para su papá, sí el “Hombre Mosca”, cobraba su primera víctima. Don Socorro González Morales, carpintero de 37 años, con domicilio en la avenida Vicente Guerrero 1224, moría por la impresión causada por el “Mosco”; fue un paro cardiaco, que le dio a eso de las 22:35 horas, cuando se encontraba por la calle Victoria. Llegó una ambulancia, se lo llevaron al Hospital Civil y lamentablemente no pudo llegar. Sus familiares comentaron al reportero de Crónicas Urbanas, que don Socorro se dirigía a visitar a un familiar a la avenida Cuauhtémoc, cuando al pasar cerca del espectáculo no pudo resistirlo, dándole una fuerte impresión al presenciar a nuestro héroe bajando de Catedral. Finalmente, ya era muy tarde, el reloj de Catedral marcaba las 23:30 horas, mí amigo Mayo y yo, nos fuimos corriendo a casa por la oscuridad de las calles y después de 35 minutos, llegábamos a casa. Mi madre Tina y mi querido Chalío, estaban preocupados, pero eso no fue suficiente para que recibiera una pequeña tunda. Así todo volvió a la calma, la impresión causada por un héroe de verdad, me hizo reflexionar sobre el valor de la vida, bueno, aunque ustedes no lo crean, pero el “Hombre Mosca” sí existió en Chihuahua.


El espectacular “Hombre Mosca” en Catedral, forma parte de los Archivos Perdidos de las Crónicas Urbanas de Chihuahua. Si usted desea adquirir los libros sobre Crónicas Urbanas del tomo I al XIII, pueden llamar al cel. 614 148 85 03 y con gusto se los llevamos a domicilio o bien, adquiéralos en Librería Kosmos (Josué Neri Santos No. 111).


Por: Óscar A. Viramontes Olivas

violioscar@gmail.com


En una ocasión estaba yo con mi amigo Mayo en el barrio de la Obrera, un niño que siempre andaba muy descuidado, sucio y descalzo, con su carita costrosa, ropa maltratada y vieja, era muy pobre, pero un excelente amigo. Le pregunté: Mayo ¿Por qué no te lavas la cara? Mayo me respondió: “Para qué, te acuerdas que Pepillo, el niño del señor más rico del barrio un día antes de morir, y ser enterrado en el panteón, se había bañado y la verdad no le sirvió de nada”.

Pero fuera de todo eso, no perdíamos tiempo y jugábamos a intensidad, nos divertíamos con unos superhéroes de plástico, de esos que los niños les asignábamos nombres y cualidades. Uno de esos héroes lo habíamos apodado el “Hombre Mosca”, como el que alguna vez habíamos visto en una película en el Cine Alcázar, donde uno de los actores más reconocidos en el cine mudo, Harold Lloyd, de los años 20, se puso a escalar algunos edificios. Se distinguía por sus enloquecidas acrobacias, fue así que, en la película “El Hombre Mosca” de 1923, sentimos la emisión de un hombre que escalaba un enorme edificio en Nueva York.

El “hombre mosca” fue un espectáculo que se hizo viral en los años 50a en México, donde personas con magnífica condición física se trepaban en las iglesias y otros edificios públicos (Foto: El Universal).

No se diga de otros tipos, donde individuos suplantaban al personaje en cuestión, por ejemplo, se tiene un antecedente en la historia de una dinastía de campaneros sevillanos, la familia Mendoza Fernández que, desde 1850, hasta la fecha, han seguido una tradición familiar en el arreglo, limpieza de relojes, campanas, pararrayos, cruces en las iglesias y edificios de considerable altura, sin utilizar andamios. Un dato curioso es que, el señor Mendoza González, dedicaría toda su vida a este arriesgado trabajo, y nunca tendría algún accidente laboral; falleció curiosamente, sentado de un ataque al corazón en el campo de fútbol del Sevilla F.C. Esa fue nuestra plática de un día común y corriente, de esos en las que podíamos hacer de todo. Nuestro juego con el “Hombre Mosca” quedaba pendiente para otro momento.

Al siguiente día, nos volvimos a juntar, se me ocurrió preguntarle a mí amigo: Mayo, ¿cuántos son en tu familia?, él me respondió: “somos ocho”. Me sorprendí porque Mayo, era un niño gordito y pobre ¿Cómo podría su papá mantener a tanta familia? Mayo, me contestó: “Figúrate que mi papá es albañil y muy borracho, por lo que no le alcanza para mantenernos, pero, como a mí me gusta ir al mercado de La Reforma o al Hoyo, ahí levanto todo lo que me pueda servir, le quito la tierra y ya, me lo como. Pero no te imaginas -decía Mayo- que en una ocasión cuando andaba por el mercado, de repente escuche un alboroto que hacía estremecer a cualquiera; gente corría hacía la Catedral de Chihuahua y yo, me dejé llevar por el mar de personas. Llegué y me percaté que un hombre estaba subiendo por una de las torres de la iglesia; la gente con expresión atónita se sorprendía de lo que estaban viendo, era El Hombre Mosca”. Sí, me quedé de a “seis”, ante lo relatado por Mayo. Le pedí entonces que si sabía sí el Hombre Mosca repetiría la hazaña, por lo que me respondió Mayo que si.

Al día siguiente, Mayo con la ternura que le caracterizaba me dijo: “Te invito a ver al “Hombre Mosca”. Me encantó la idea, pues se me hacía algo increíble saber que existía el tal famoso héroe que solo lo tenía representado en un muñeco. Salimos de casa a eso de las 5 de la tarde y tomamos el “Central Obrera” en la esquina de la 20 y 35ª, y nos condujimos hasta el centro de la ciudad. Los rayos del sol mostraban su debilidad en la parte alta de los edificios, como la Presidencia Municipal, la tienda de las Tres BBB, el Cine Alcázar y el Banco de Londres y México.

Empezaba a llegar la gente de todas las clases sociales, pobres, no tan pobres y ricos para tomar un lugar estratégico frente a la Catedral, en la plaza de Armas, sobre el quiosco donde se apiñaban para ver al héroe desconocido, el llamado “Hombre Mosca”. Para vigilar aquella multitud que invadía la plaza, desde las abiertas puertas de los camiones amarillos de la Cooperativa de Transportes Urbanos, la policía y los agentes de tránsito, echaban el silbe de los “pitos”. Llegaban de diversos sectores como el barrio del Santuario, el del Chamizal, la Obrera, la Rosario, Santa Rosa, el Pacífico, San Francisco, Santo Niño, como en una reminiscencia de la Edad Media, en donde los barrios se dividían con el nombre de su santo patrono. De lugares más lejanos de Chihuahua, llegaba gente de Nombre de Dios, Santa Eulalia y Aldama.

Para todos el “Hombre Mosca”, era un hombre fuerte, inmortal, hecho a toda prueba en el arte de escalar. Lo empezábamos a ver en el atrio de la Catedral, con un calzón azul y una playera del mismo color; junto a él, sus ayudantes colocaban los botes para la “cooperación”, y ante cientos de espectadoras, el héroe se disponía a subir hacia las torres que ya con esta, sería la segunda ocasión. La procedencia del “Hombre Mosca” era de Veracruz, jarocho de corazón, de allá donde el calor, los moscos y la humedad, son el pan de cada día. De nombre Federico S. del Riego que, estaba poniendo en tensión, los nervios de acero a los espectadores, como los que, carga el héroe Mosca, el que empezaba haciendo las mismas escalofriantes acrobacias en la cima de una de las torres de nuestro máximo templo.

Todas las miradas de los cientos de cabezas, se hallaban pendientes en las manecillas del reloj que caminaba, apuntando hacia la cabecita del ángel que sostiene la asta, bandera del edificio o hacia la campana de “Platón Sánchez” o en otras ocasiones, hacia el lado donde apunta el sol. Los chiquillos que se agolpaban en el evento, y que estaban acompañados de sus papas, se treparon en sus hombros para ver el gran espectáculo. Ya se anunciaba el principio del escalamiento, todo mundo presenciamos este hecho, y el joven Federico S. Riego, el “Hombre Mosca”, empezaba a ponerse de tú a tú con la muerte, y en presencia de reporteros cuando el comandante de policía verificaba ante el público que, la ascensión la haría perfectamente vendado de ojos, como en un principio lo había prometido en vista de que la policía, por órdenes que estimaron atinadas por el presidente municipal, le había prohibido a riesgo el que se vendara los ojos.

Se iniciaba el escalamiento, y todo mundo era testigo de la gran proeza, un hecho que quedaría registrado en los anales de la historia de Chihuahua y que hoy rescata la Crónica Urbana. Chihuahua vio como el “mosquero” subía un pie, luego el otro por las anfractuosidades, por las estrías, por los huecos de las hornacinas, por cornisamientos, por pilastras, por bordaduras de hojas de acanto, labradas en la piedra. Fue trepando, ejercitando todos los músculos, poniendo unas veces tenso el diafragma, relajándole otras, estirándose los nervios del brazo y de las piernas, escogiendo, y realizando la abducción de otros músculos. La cara seria, contenía la sonrisa, fue ascendiendo poco a poco.

Las altas torres de Catedral, habían incluso, silenciado la voz de sus campanas; las palomas viajeras que surcaban en las comisuras de las canteras, habían aquietado sus vaivenes un tanto sorprendidas. Nuestro héroe sudoroso, jadeante, llegó hasta el pináculo; ya en ese sitio, pese al latigar del viento que es sabido se siente con fuerza casi constantemente en las alturas de la Iglesia.

La torre de Catedral, testigo mundo de este gran evento.

En la punta, en la cruz de la lamparilla de la Catedral, estaba inclinada, como las veletas de los altos castillos feudales, el muchacho desplegó la bandera de la Patria con un afán noble y correcto. No faltaron los vívales que, aprovechándose del momento, tomaron cajas de zapato para pedir cooperación para el “Hombre Mosca”, sin duda, fue mosqueado por algunos que haciendo uso de la habilidad “montonera”, ganando algunos pesillos a expensas de nuestro héroe. Además, se vieron algunos pillos que les habían bajado la cartera a varios parroquianos que, ante la distracción, fueron presa fácil de sus actos.

En un extremo de la plaza, los gritos desesperados de una mujer que pedía ayuda para su papá, sí el “Hombre Mosca”, cobraba su primera víctima. Don Socorro González Morales, carpintero de 37 años, con domicilio en la avenida Vicente Guerrero 1224, moría por la impresión causada por el “Mosco”; fue un paro cardiaco, que le dio a eso de las 22:35 horas, cuando se encontraba por la calle Victoria. Llegó una ambulancia, se lo llevaron al Hospital Civil y lamentablemente no pudo llegar. Sus familiares comentaron al reportero de Crónicas Urbanas, que don Socorro se dirigía a visitar a un familiar a la avenida Cuauhtémoc, cuando al pasar cerca del espectáculo no pudo resistirlo, dándole una fuerte impresión al presenciar a nuestro héroe bajando de Catedral. Finalmente, ya era muy tarde, el reloj de Catedral marcaba las 23:30 horas, mí amigo Mayo y yo, nos fuimos corriendo a casa por la oscuridad de las calles y después de 35 minutos, llegábamos a casa. Mi madre Tina y mi querido Chalío, estaban preocupados, pero eso no fue suficiente para que recibiera una pequeña tunda. Así todo volvió a la calma, la impresión causada por un héroe de verdad, me hizo reflexionar sobre el valor de la vida, bueno, aunque ustedes no lo crean, pero el “Hombre Mosca” sí existió en Chihuahua.


El espectacular “Hombre Mosca” en Catedral, forma parte de los Archivos Perdidos de las Crónicas Urbanas de Chihuahua. Si usted desea adquirir los libros sobre Crónicas Urbanas del tomo I al XIII, pueden llamar al cel. 614 148 85 03 y con gusto se los llevamos a domicilio o bien, adquiéralos en Librería Kosmos (Josué Neri Santos No. 111).