/ miércoles 7 de agosto de 2019

El Juglar de la Red

El barco se hunde y el Capitán canta

El gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador prometió cambios inmediatos en tres aspectos fundamentales para el desarrollo de un país: economía, seguridad pública y programas sociales de alto impacto; pero los resultados hasta ahora son imperceptibles en estas tres áreas.

Durante su campaña electoral, López Obrador ofreció un crecimiento del 6 por ciento anual en materia económica, no había base para un pronóstico tan optimista, pero en los dos debates entre candidatos en los cuales participó siempre sacó a relucir esa cifra.

En diciembre del año pasado, ya como Presidente reconsideró el porciento de crecimiento y lo redujo al 4 por ciento, sin embargo al inicio del año la Secretaría de Hacienda anunció que el crecimiento en la economía de México sería del 2 por ciento, una cifra con más fundamentos reales y más acorde al entorno en el cual se desenvuelve la economía de México.

Pero el primer trimestre no mostró signos alentadores para alcanzar esa meta y tras conocer los resultados del semestre, nos dimos cuenta que fueron patéticos con un 0.1 por ciento de crecimiento, eso y nada son lo mismo; pero además se asoma el fantasma de fugas de capitales y ni así el gobierno federal acepta que la desaceleración está a un paso de convertirse en recesión económica y sigue con su cantaleta de que a final de año el crecimiento será del 2 por ciento anunciado.

Las malas decisiones en materia económica, las bajas en las calificaciones emitidas por las empresas calificadoras internacionales, la nula inversión en obra pública y la desconfianza del sector empresarial en un gobierno que no da señales alentadoras para la inversión son algunos de los elementos que han frenado el crecimiento de México; desde hace 24 años, nuestro país no presentaba números tan malos en materia económica.

Y si en materia económica el gobierno federal reprobó; en materia de seguridad pública no está mejor.

Desde principios de año un intenso debate se desarrolló en torno a la creación de la Guardia Nacional, sus mandos, su estructura y las funciones operativas a realizar para reducir los índices de inseguridad pública, cuyo indicador más visible e impactante es la cifra de asesinatos dolosos.

Finalmente se aprobó su creación, se le dotó de recursos, se le asignó personal pero en el plano de los resultados no existen evidencias numéricas de una mejora en la inseguridad pública y en otros aspectos: la cifra de muertos en el sexenio supera los 20 mil en los primeros ocho meses de gobierno; el huachicoleo no se acabó como pregonó el gobierno federal, los cárteles del crimen organizado están en una pugna abierta para controlar rutas y zonas geográficas dejando ríos de sangre a su apso, mientras tanto la Guardia Nacional sigue siendo un anuncio esperanzador contra la inseguridad pública pero con magros resultados.

No solamente se trata de pocos resultados por parte de la Guardia Nacional, el tema también tiene implicaciones en el trato humillante al que se ha sometido al Ejército Mexicano; los soldados y sus mandos son obligados a soportar todo tipo de vejaciones cuando obligadamente deben enfrentar situaciones de bloqueos, “huachicoleo” o cualquiera donde “el pueblo bueno” comete actos criminales.

Los fanáticos de la 4T festinan que ahora el Ejército no reprime, eso es cierto, pero también lo es que cada humillación a la que lo someten, cada vejación para la tropa y cada vez que son exhibidos siendo lapidados, golpeados o rebajados en su autoridad, es un insulto para sus jefaturas y una vergüenza para toda la Institución castrense.

Si al Ejército no se le respeta es un mal signo de descomposición y un mal augurio para la seguridad pública.

En cuanto a los programas sociales destinados a estudiantes, a jóvenes que no estudian ni trabajan y los de adultos mayores, indígenas y discapacitados, no han sido del impacto esperado derivado de la pobre logística con la cual se implementaron.

El colmo es que el programa “Jóvenes Trasformando el futuro” que brinda apoyos a jóvenes que ni estudian ni trabajan, fue cancelado el fin de semana porque se acabó el dinero; el mismo destino tendrán las becas para los preparatorianos y el de adultos mayores es una fantasía porque hay muchos adultos mayores que siguen esperando los recursos que no llegan y cuando llegan no saben dónde se los entregan.

Así la 4T está más llena de anuncios espectaculares pero no de resultados, lo preocupante es que desde el gobierno se regocijan y festinan pensando que vamos bien, cuando la realidad indica que el barco hace agua y se hunde.

El barco se hunde y el Capitán canta

El gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador prometió cambios inmediatos en tres aspectos fundamentales para el desarrollo de un país: economía, seguridad pública y programas sociales de alto impacto; pero los resultados hasta ahora son imperceptibles en estas tres áreas.

Durante su campaña electoral, López Obrador ofreció un crecimiento del 6 por ciento anual en materia económica, no había base para un pronóstico tan optimista, pero en los dos debates entre candidatos en los cuales participó siempre sacó a relucir esa cifra.

En diciembre del año pasado, ya como Presidente reconsideró el porciento de crecimiento y lo redujo al 4 por ciento, sin embargo al inicio del año la Secretaría de Hacienda anunció que el crecimiento en la economía de México sería del 2 por ciento, una cifra con más fundamentos reales y más acorde al entorno en el cual se desenvuelve la economía de México.

Pero el primer trimestre no mostró signos alentadores para alcanzar esa meta y tras conocer los resultados del semestre, nos dimos cuenta que fueron patéticos con un 0.1 por ciento de crecimiento, eso y nada son lo mismo; pero además se asoma el fantasma de fugas de capitales y ni así el gobierno federal acepta que la desaceleración está a un paso de convertirse en recesión económica y sigue con su cantaleta de que a final de año el crecimiento será del 2 por ciento anunciado.

Las malas decisiones en materia económica, las bajas en las calificaciones emitidas por las empresas calificadoras internacionales, la nula inversión en obra pública y la desconfianza del sector empresarial en un gobierno que no da señales alentadoras para la inversión son algunos de los elementos que han frenado el crecimiento de México; desde hace 24 años, nuestro país no presentaba números tan malos en materia económica.

Y si en materia económica el gobierno federal reprobó; en materia de seguridad pública no está mejor.

Desde principios de año un intenso debate se desarrolló en torno a la creación de la Guardia Nacional, sus mandos, su estructura y las funciones operativas a realizar para reducir los índices de inseguridad pública, cuyo indicador más visible e impactante es la cifra de asesinatos dolosos.

Finalmente se aprobó su creación, se le dotó de recursos, se le asignó personal pero en el plano de los resultados no existen evidencias numéricas de una mejora en la inseguridad pública y en otros aspectos: la cifra de muertos en el sexenio supera los 20 mil en los primeros ocho meses de gobierno; el huachicoleo no se acabó como pregonó el gobierno federal, los cárteles del crimen organizado están en una pugna abierta para controlar rutas y zonas geográficas dejando ríos de sangre a su apso, mientras tanto la Guardia Nacional sigue siendo un anuncio esperanzador contra la inseguridad pública pero con magros resultados.

No solamente se trata de pocos resultados por parte de la Guardia Nacional, el tema también tiene implicaciones en el trato humillante al que se ha sometido al Ejército Mexicano; los soldados y sus mandos son obligados a soportar todo tipo de vejaciones cuando obligadamente deben enfrentar situaciones de bloqueos, “huachicoleo” o cualquiera donde “el pueblo bueno” comete actos criminales.

Los fanáticos de la 4T festinan que ahora el Ejército no reprime, eso es cierto, pero también lo es que cada humillación a la que lo someten, cada vejación para la tropa y cada vez que son exhibidos siendo lapidados, golpeados o rebajados en su autoridad, es un insulto para sus jefaturas y una vergüenza para toda la Institución castrense.

Si al Ejército no se le respeta es un mal signo de descomposición y un mal augurio para la seguridad pública.

En cuanto a los programas sociales destinados a estudiantes, a jóvenes que no estudian ni trabajan y los de adultos mayores, indígenas y discapacitados, no han sido del impacto esperado derivado de la pobre logística con la cual se implementaron.

El colmo es que el programa “Jóvenes Trasformando el futuro” que brinda apoyos a jóvenes que ni estudian ni trabajan, fue cancelado el fin de semana porque se acabó el dinero; el mismo destino tendrán las becas para los preparatorianos y el de adultos mayores es una fantasía porque hay muchos adultos mayores que siguen esperando los recursos que no llegan y cuando llegan no saben dónde se los entregan.

Así la 4T está más llena de anuncios espectaculares pero no de resultados, lo preocupante es que desde el gobierno se regocijan y festinan pensando que vamos bien, cuando la realidad indica que el barco hace agua y se hunde.

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