/ miércoles 29 de abril de 2020

El problema somos nosotros

Es momento de voltear el análisis hacia nosotros. Es momento de preguntarnos por qué nosotros no hemos podido articular una oposición que enfrente los despropósitos del gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

Dedicamos la mayor parte de nuestro tiempo a discutir y hablar de él. Criticando la cancelación del aeropuerto, pero evadiendo el tema de por qué sólo nos limitamos a criticárselo y no hicimos nada. Criticando la desaparición del Inadem, pero más allá de artículos y comentarios, no actuamos. Lamentando la contrarreforma educativa que eliminó el requisito de evaluar a los maestros para determinar su ingreso, promoción y permanencia en el salón de clases, pero no hicimos nada para impedirlo. AMLO tiene impunidad política. Realiza crímenes y atracos sin consecuencia ni castigo.

El problema somos nosotros, no él. Nosotros, desarticulados y dispersos que nos contentamos con criticarlo.

Él sigue tan campante porque su proyecto es muy claro: Consolidar una nueva hegemonía política que no tenga retorno, basada en su anquilosado nacionalismo populista. Y en eso sigue avanzando, aunque destruya al país, su economía, sus instituciones.

Quienes podemos hacer algo para impedirlo, seguimos instalados en el inocuo deporte de criticarlo sin actuar, sin organizarnos, sin salir de nuestra zona de confort que consiste en dar datos y argumentos con la mayor claridad y creatividad posible para demostrar que él está mal. Pero no nos damos cuenta de que quienes estamos mal somos nosotros: los afectados, los inconformes, los preocupados, pero no ocupados.

Su popularidad podrá estar bajando… pero su autoritarismo y su poder aumentan. Porque el problema somos nosotros. Los que hemos sido incapaces de hacer un frente para hacerle frente.

Los partidos políticos de oposición siguen distraídos e irrelevantes, atrapados en sus agendas particulares y desvinculados de la ciudadanía. Los empresarios temerosos, administrando su relación con el poder, aunque les infrinja graves daños. La sociedad civil mermada y dispersa.

Las preguntas son: dónde, quién(es), cómo y cuándo surgirá un contrapeso.

Ya está despejada la incógnita y comprobado el retroceso autoritario y la incapacidad ejecutiva para superar los problemas de inseguridad, falta desarrollo y decrecimiento económico. Falta voltear la mirada hacia el espejo. Hacia nosotros mismos y resolvernos a actuar en la construcción de un frente amplio, plural, diverso-pero-coincidente en una agenda mínima común. Olvidar los agravios pasados, los desencuentros, los egos y los intereses particulares que nos alejan para participar en un proyecto colegiado que nos incluya a todos, los inconformes.

Proyecto vector. Proyecto fuerza social, de magnitud que tenga dirección y sentido para hacerle frente.

Es muy tentador criticar con los mejores datos y argumentos que él está equivocado. Es muy difícil actuar unidos para hacer un frente que lo enfrente. Pero ese es nuestro reto. El problema está en nosotros y en esa incapacidad manifiesta de organizarnos. Pero debemos hacerlo. Confiar en nosotros, porque nadie vendrá a salvarnos.

Es momento de voltear el análisis hacia nosotros. Es momento de preguntarnos por qué nosotros no hemos podido articular una oposición que enfrente los despropósitos del gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

Dedicamos la mayor parte de nuestro tiempo a discutir y hablar de él. Criticando la cancelación del aeropuerto, pero evadiendo el tema de por qué sólo nos limitamos a criticárselo y no hicimos nada. Criticando la desaparición del Inadem, pero más allá de artículos y comentarios, no actuamos. Lamentando la contrarreforma educativa que eliminó el requisito de evaluar a los maestros para determinar su ingreso, promoción y permanencia en el salón de clases, pero no hicimos nada para impedirlo. AMLO tiene impunidad política. Realiza crímenes y atracos sin consecuencia ni castigo.

El problema somos nosotros, no él. Nosotros, desarticulados y dispersos que nos contentamos con criticarlo.

Él sigue tan campante porque su proyecto es muy claro: Consolidar una nueva hegemonía política que no tenga retorno, basada en su anquilosado nacionalismo populista. Y en eso sigue avanzando, aunque destruya al país, su economía, sus instituciones.

Quienes podemos hacer algo para impedirlo, seguimos instalados en el inocuo deporte de criticarlo sin actuar, sin organizarnos, sin salir de nuestra zona de confort que consiste en dar datos y argumentos con la mayor claridad y creatividad posible para demostrar que él está mal. Pero no nos damos cuenta de que quienes estamos mal somos nosotros: los afectados, los inconformes, los preocupados, pero no ocupados.

Su popularidad podrá estar bajando… pero su autoritarismo y su poder aumentan. Porque el problema somos nosotros. Los que hemos sido incapaces de hacer un frente para hacerle frente.

Los partidos políticos de oposición siguen distraídos e irrelevantes, atrapados en sus agendas particulares y desvinculados de la ciudadanía. Los empresarios temerosos, administrando su relación con el poder, aunque les infrinja graves daños. La sociedad civil mermada y dispersa.

Las preguntas son: dónde, quién(es), cómo y cuándo surgirá un contrapeso.

Ya está despejada la incógnita y comprobado el retroceso autoritario y la incapacidad ejecutiva para superar los problemas de inseguridad, falta desarrollo y decrecimiento económico. Falta voltear la mirada hacia el espejo. Hacia nosotros mismos y resolvernos a actuar en la construcción de un frente amplio, plural, diverso-pero-coincidente en una agenda mínima común. Olvidar los agravios pasados, los desencuentros, los egos y los intereses particulares que nos alejan para participar en un proyecto colegiado que nos incluya a todos, los inconformes.

Proyecto vector. Proyecto fuerza social, de magnitud que tenga dirección y sentido para hacerle frente.

Es muy tentador criticar con los mejores datos y argumentos que él está equivocado. Es muy difícil actuar unidos para hacer un frente que lo enfrente. Pero ese es nuestro reto. El problema está en nosotros y en esa incapacidad manifiesta de organizarnos. Pero debemos hacerlo. Confiar en nosotros, porque nadie vendrá a salvarnos.