/ jueves 12 de mayo de 2022

El ¿progreso? de la infancia

Como ya es costumbre, me atreveré a empezar este espacio con una pregunta: ¿Se ha fijado, a lo largo de sus trayectos cotidianos, cuántas niños y niños hay en la calle trabajando? Puede ser algo que ya hayamos normalizado peligrosamente al grado incluso de la invisibilización.

Aunque nosotros no los contemos, en el mundo hay más de 200 millones de niñas y niños que siguen trabajando y la situación derivada de la contingencia amenaza con perpetuar estas condiciones revirtiendo cualquier esfuerzo hasta ahora emprendido.

En México la situación no es distinta, y a pesar de estar prohibido constitucionalmente, el trabajo infantil en nuestro país le otorga el lamentable segundo lugar con mayor incidencia en estos casos que someten a más explotación infantil.

Trata infantil, explotación laboral, explotación sexual, esclavitud doméstica son algunas de las conductas que lastiman a nuestras niñas y niños y en el caso particular de Chihuahua, el trabajo forzoso en la agricultura es una situación que ha alarmado a los gobiernos de México y Estados Unidos al ser una forma de esclavitud moderna a la que son sometidos niñas, niños y adolescentes: en las comunidades agrícolas, se ven más menores en los campos que en las aulas.

Niñas y niños para quienes los días transcurren sin marcar alguna diferencia, que pierden noción incluso de su edad, laboran cerca de 15 horas al día con un pago que ronda un peso con sesenta centavos por hora.

Aunque estamos por demás conscientes de que la situación ha sido difícil para todas las familias sobre todo al enfrentar los estragos de la pandemia; sin embargo, la explotación infantil no puede ni debe ser permitida bajo este argumento. Las niñas y niños que son utilizados como mano de obra barata o bien que son utilizados con fines sexuales a cambio de alguna contraprestación, esconden la mezquindad no sólo de quienes ejercen directamente esas conductas, sino de quienes las permiten y se vuelven cómplices.

Es por ello que se estima necesario impulsar cambios en la regulación de la patria potestad, entendida esta como aquellos derechos que se tiene sobre los menores, para precisamente poner en la balanza el interés superior de las y los menores en comparación con la explotación infantil que hasta ahora se ha enfrentado con tibieza.

Dos fechas nos marcan: el pasado 15 de abril es la efeméride del combate internacional de la esclavitud infantil, mientras el 12 de junio es el Día Mundial para Combatir el Trabajo Infantil y son un recordatorio de que no podemos permitir que las fechas los años transcurran igual.

Como bien dijo Albert Einstein “La palabra progreso no tiene ningún sentido mientras haya niños infelices” a lo que me permito añadir que ningún beneficio económico debe ser a costa de la integridad de nuestras niñas, niños y adolescentes.

Como ya es costumbre, me atreveré a empezar este espacio con una pregunta: ¿Se ha fijado, a lo largo de sus trayectos cotidianos, cuántas niños y niños hay en la calle trabajando? Puede ser algo que ya hayamos normalizado peligrosamente al grado incluso de la invisibilización.

Aunque nosotros no los contemos, en el mundo hay más de 200 millones de niñas y niños que siguen trabajando y la situación derivada de la contingencia amenaza con perpetuar estas condiciones revirtiendo cualquier esfuerzo hasta ahora emprendido.

En México la situación no es distinta, y a pesar de estar prohibido constitucionalmente, el trabajo infantil en nuestro país le otorga el lamentable segundo lugar con mayor incidencia en estos casos que someten a más explotación infantil.

Trata infantil, explotación laboral, explotación sexual, esclavitud doméstica son algunas de las conductas que lastiman a nuestras niñas y niños y en el caso particular de Chihuahua, el trabajo forzoso en la agricultura es una situación que ha alarmado a los gobiernos de México y Estados Unidos al ser una forma de esclavitud moderna a la que son sometidos niñas, niños y adolescentes: en las comunidades agrícolas, se ven más menores en los campos que en las aulas.

Niñas y niños para quienes los días transcurren sin marcar alguna diferencia, que pierden noción incluso de su edad, laboran cerca de 15 horas al día con un pago que ronda un peso con sesenta centavos por hora.

Aunque estamos por demás conscientes de que la situación ha sido difícil para todas las familias sobre todo al enfrentar los estragos de la pandemia; sin embargo, la explotación infantil no puede ni debe ser permitida bajo este argumento. Las niñas y niños que son utilizados como mano de obra barata o bien que son utilizados con fines sexuales a cambio de alguna contraprestación, esconden la mezquindad no sólo de quienes ejercen directamente esas conductas, sino de quienes las permiten y se vuelven cómplices.

Es por ello que se estima necesario impulsar cambios en la regulación de la patria potestad, entendida esta como aquellos derechos que se tiene sobre los menores, para precisamente poner en la balanza el interés superior de las y los menores en comparación con la explotación infantil que hasta ahora se ha enfrentado con tibieza.

Dos fechas nos marcan: el pasado 15 de abril es la efeméride del combate internacional de la esclavitud infantil, mientras el 12 de junio es el Día Mundial para Combatir el Trabajo Infantil y son un recordatorio de que no podemos permitir que las fechas los años transcurran igual.

Como bien dijo Albert Einstein “La palabra progreso no tiene ningún sentido mientras haya niños infelices” a lo que me permito añadir que ningún beneficio económico debe ser a costa de la integridad de nuestras niñas, niños y adolescentes.