/ sábado 7 de mayo de 2022

Ética en tiempos de guerra 

“No existe la responsabilidad, sin la capacidad de prevenir”.

La violencia es una de las características del desastre social, en el que estamos inmersos. Sin embargo, en los últimos casi cuarenta años de globalización, las crisis que acompañan a este proceso económico, cultural y tecnológico, se han hecho mucho más frecuentes, sobre todo en el ejercicio de la violencia en contra de las condiciones de vida y posibilidades de sobrevivencia de la población.

De esta forma la –hostilidad-, empuja a la creciente violencia, en la cual las pasiones instintivas individuales, pesan más que cualquier tentativa de promover la realización concreta del humanismo.

Ahora vivimos bajo esta espiral de pulsaciones saturadas de agresión y autodestrucción, que son manipuladas de manera individual o por una élite, que engloba proporciones incontroladas de exterminio de seres humanos, donde por supuesto se encuentran: niños (as), hombres, mujeres y personas de tercera edad.

Y me refiero al conflicto entre Rusia y Ucrania, que tiene una historia muy compleja, desde la disolución de la Unión Soviética, ocurrida el 26 de diciembre de 1991.

Sabemos que Rusia liderado por Vladimir Putín, invadió a Ucrania, aunque anteriormente ya se han establecido acuerdos, para recuperar su autonomía como nación.

Sin embargo, somos testigos de las tensiones y la barbarie, que está sufriendo la población civil en Ucrania, resultado por el conflicto entre estos países, desde el 24 de febrero del presente año, cuando Vladimir Putin, argumentó la defensa de los separatistas en dicha área.

Conflicto que impactaría la perspectiva de la comunidad internacional, la cual ha generado distintas reacciones en todo el mundo.

Sin embargo frente a todo este escenario, se hace imperante revisar o mínimo comprender la ética de la responsabilidad, es decir la ética que juzga las acciones, no en base a lo que las precede, no a los principios acerca de lo que se debe hacer o no hacer- sino sustentada en las consecuencias del conflicto.

Un conflicto que se hace cada vez más complejo, por lo que se debe considerar a la responsabilidad, donde se valoren con la máxima seriedad todas las posibles consecuencias.

Y bueno la pregunta obligada:

¿Quiénes invadieron tendrán responsabilidad y sentido del valor de la vida?

O simplemente ¿No existe responsabilidad?

Bajo esta premisa se considera irresponsable, quien es incapaz de concebir las consecuencias de su propia acción, o quien, aun poseyendo dicha capacidad, actúa en una situación en la que interviene un hecho programado y preestablecido.

Pero para que ir muy lejos, si en otras regiones del planeta incluso en nuestro país, vemos como le arrebatan la vida a seres humanos, y otros están o son desaparecidos, esclavizados, controlados, enajenados e incluso vendidos.

Por todas partes, también, comunidades enteras en estos momentos están luchando o resistiendo, negándose a desaparecer, y rebelándose contra el destino de una muerte anunciada.

Curiosamente los políticos acostumbran a despreciar el razonamiento moral de los filósofos, por ser muy teóricos y no apegarse supuestamente a la realidad.

Es necesario mencionar que los principios de la prudencia política, deben ser compatibles con la ética, de esta forma la visión de los líderes mundiales, deben considerar “el valor de la prudencia”, de acuerdo a necesidades que permitan el desarrollo de sociedades donde quepa la civilidad y el respeto a los derechos individuales, sin caer en enajenaciones e idolatrías obtusas.

Sin temor a equivocarse, la construcción de una ética para el futuro, requiere de un gran esfuerzo de proporciones inconmensurables, para reunir a todos aquellos que buscan la conservación de la vida, a través de valores esenciales para el ser humano, donde prevalezca la armonía frente al caos que tanto daño hace a la sociedad…]

Dostoyevski en “El sueño de un hombre ridículo”, publicada en 1877, refería:

“Ama a la humanidad como a ti mismo, Esto es todo y nada más es necesario; después sabrás cómo has de vivir. Y, tras eso, sólo hay una verdad... Una verdad antigua, antiquísima, pero que es preciso repetir una y mil veces, y que hasta ahora, no ha arraigado en nuestros corazones. El conocimiento de la vida está por encima de la vida; el conocimiento de la ley de la felicidad está por encima de la propia felicidad. He ahí, aquello contra lo que se debe luchar. ¡Y yo lucharé así! Si todos quisieran” todo cambiaría sobre la tierra en un momento”.


“No existe la responsabilidad, sin la capacidad de prevenir”.

La violencia es una de las características del desastre social, en el que estamos inmersos. Sin embargo, en los últimos casi cuarenta años de globalización, las crisis que acompañan a este proceso económico, cultural y tecnológico, se han hecho mucho más frecuentes, sobre todo en el ejercicio de la violencia en contra de las condiciones de vida y posibilidades de sobrevivencia de la población.

De esta forma la –hostilidad-, empuja a la creciente violencia, en la cual las pasiones instintivas individuales, pesan más que cualquier tentativa de promover la realización concreta del humanismo.

Ahora vivimos bajo esta espiral de pulsaciones saturadas de agresión y autodestrucción, que son manipuladas de manera individual o por una élite, que engloba proporciones incontroladas de exterminio de seres humanos, donde por supuesto se encuentran: niños (as), hombres, mujeres y personas de tercera edad.

Y me refiero al conflicto entre Rusia y Ucrania, que tiene una historia muy compleja, desde la disolución de la Unión Soviética, ocurrida el 26 de diciembre de 1991.

Sabemos que Rusia liderado por Vladimir Putín, invadió a Ucrania, aunque anteriormente ya se han establecido acuerdos, para recuperar su autonomía como nación.

Sin embargo, somos testigos de las tensiones y la barbarie, que está sufriendo la población civil en Ucrania, resultado por el conflicto entre estos países, desde el 24 de febrero del presente año, cuando Vladimir Putin, argumentó la defensa de los separatistas en dicha área.

Conflicto que impactaría la perspectiva de la comunidad internacional, la cual ha generado distintas reacciones en todo el mundo.

Sin embargo frente a todo este escenario, se hace imperante revisar o mínimo comprender la ética de la responsabilidad, es decir la ética que juzga las acciones, no en base a lo que las precede, no a los principios acerca de lo que se debe hacer o no hacer- sino sustentada en las consecuencias del conflicto.

Un conflicto que se hace cada vez más complejo, por lo que se debe considerar a la responsabilidad, donde se valoren con la máxima seriedad todas las posibles consecuencias.

Y bueno la pregunta obligada:

¿Quiénes invadieron tendrán responsabilidad y sentido del valor de la vida?

O simplemente ¿No existe responsabilidad?

Bajo esta premisa se considera irresponsable, quien es incapaz de concebir las consecuencias de su propia acción, o quien, aun poseyendo dicha capacidad, actúa en una situación en la que interviene un hecho programado y preestablecido.

Pero para que ir muy lejos, si en otras regiones del planeta incluso en nuestro país, vemos como le arrebatan la vida a seres humanos, y otros están o son desaparecidos, esclavizados, controlados, enajenados e incluso vendidos.

Por todas partes, también, comunidades enteras en estos momentos están luchando o resistiendo, negándose a desaparecer, y rebelándose contra el destino de una muerte anunciada.

Curiosamente los políticos acostumbran a despreciar el razonamiento moral de los filósofos, por ser muy teóricos y no apegarse supuestamente a la realidad.

Es necesario mencionar que los principios de la prudencia política, deben ser compatibles con la ética, de esta forma la visión de los líderes mundiales, deben considerar “el valor de la prudencia”, de acuerdo a necesidades que permitan el desarrollo de sociedades donde quepa la civilidad y el respeto a los derechos individuales, sin caer en enajenaciones e idolatrías obtusas.

Sin temor a equivocarse, la construcción de una ética para el futuro, requiere de un gran esfuerzo de proporciones inconmensurables, para reunir a todos aquellos que buscan la conservación de la vida, a través de valores esenciales para el ser humano, donde prevalezca la armonía frente al caos que tanto daño hace a la sociedad…]

Dostoyevski en “El sueño de un hombre ridículo”, publicada en 1877, refería:

“Ama a la humanidad como a ti mismo, Esto es todo y nada más es necesario; después sabrás cómo has de vivir. Y, tras eso, sólo hay una verdad... Una verdad antigua, antiquísima, pero que es preciso repetir una y mil veces, y que hasta ahora, no ha arraigado en nuestros corazones. El conocimiento de la vida está por encima de la vida; el conocimiento de la ley de la felicidad está por encima de la propia felicidad. He ahí, aquello contra lo que se debe luchar. ¡Y yo lucharé así! Si todos quisieran” todo cambiaría sobre la tierra en un momento”.