/ lunes 27 de julio de 2020

Hacia la paridad de género en el mercado laboral

Aun cuando en Chihuahua como en México, un poco más de la mitad de la población son mujeres, muchas de ellas no gozan de los mismos accesos a derechos y beneficios que sus homólogos hombres. El ámbito económico es una clara muestra de las desigualdades estructurales que limitan las decisiones y el desarrollo socioeconómico de las mujeres mexicanas.

De acuerdo con el Foro Económico Mundial, en su reporte anual sobre Disparidad de Género 2020, México se posiciona en el número 124 de 144 países en términos de participación y oportunidad económica para las mujeres. Y es que existen múltiples barreras que obstaculizan su entrada, movilidad y desempeño en el mercado laboral. Primero que nada, en México seguimos responsabilizando casi únicamente a las mujeres por los trabajos de cuidados del hogar, lo cual restringe sus posibilidades de participar en el mercado laboral de manera activa y remunerada. De hecho, sólo el 47% de las mujeres mexicanas lo hace. En el caso de Chihuahua, existe una brecha del 30% entre la tasa de participación económica activa de las mujeres, con respecto a la de los hombres (2018 T2).

Adicionalmente a la disparidad señalada en la tasa de participación laboral, las mujeres que sí logran incorporarse al mercado laboral usualmente tienen dobles cargas de trabajo (dedicando el 29.5% de su tiempo a trabajos no remunerados), y enfrentan una brecha salarial de hasta el 34.2%. Según la Enigh, sólo el 2% de las mujeres en el país se dedica exclusivamente a actividades remuneradas, mientras que, en contraste, 26% de hombres lo hacen. También sólo el 14% de las empresas mexicanas son lideradas por mujeres. Queda claro que, como sociedad, no estamos haciendo lo suficiente para garantizar el acceso de las mujeres a posiciones ejecutivas y de toma de decisiones. Por último, pero no menos importante, de acuerdo con la Endireh 2016, Chihuahua tiene el deshonroso primer lugar en ser el estado con más incidencia de violencia laboral hacia las mujeres en el país. En suma, las mujeres trabajan más que los hombres y regularmente en peores condiciones.

De acuerdo con el McKinsey Global Institute, la integración de las mujeres mexicanas al mercado laboral remunerado podría significar un crecimiento en el PIB de hasta el 43% o US$ 810 billones para 2025. Es crucial entonces, ya atendiendo sólo a un criterio económico objetivo, el comenzar por revalorizar y remunerar los trabajos de cuidados en el hogar, así como proporcionar espacios y tiempo para que hombres y mujeres puedan realizarlos por igual. Estas responsabilidades compartidas generarían menos cargas de trabajo para las mujeres, permitiéndoles sumarse al mercado laboral si así lo desean. Es importante señalar que, de acuerdo con el Inegi, en 2017 el trabajo no remunerado en los hogares representó el 23.3% del PIB nacional (posicionándose como el sector más importante de la economía), del cual 17.5% fue generado por mujeres.

Si bien es cierto que las mujeres han logrado muchas victorias desde que ejercieron por primera vez su derecho al voto el 3 de julio de 1955, como sociedad nos queda mucho por hacer para verdaderamente abonar y procurar la igualdad de género, no omitiendo que desde el espacio público se deben adoptar políticas que aseguren la perspectiva de género interseccional en los programas del estado, desde su diseño hasta su evaluación.

Finalmente, a los hombres nos toca reflexionar sobre nuestra condición y escuchar atentamente de las mujeres el cómo podemos construir para procurar una sociedad más incluyente, equitativa y justa, donde la paridad de género sea una realidad.


Aun cuando en Chihuahua como en México, un poco más de la mitad de la población son mujeres, muchas de ellas no gozan de los mismos accesos a derechos y beneficios que sus homólogos hombres. El ámbito económico es una clara muestra de las desigualdades estructurales que limitan las decisiones y el desarrollo socioeconómico de las mujeres mexicanas.

De acuerdo con el Foro Económico Mundial, en su reporte anual sobre Disparidad de Género 2020, México se posiciona en el número 124 de 144 países en términos de participación y oportunidad económica para las mujeres. Y es que existen múltiples barreras que obstaculizan su entrada, movilidad y desempeño en el mercado laboral. Primero que nada, en México seguimos responsabilizando casi únicamente a las mujeres por los trabajos de cuidados del hogar, lo cual restringe sus posibilidades de participar en el mercado laboral de manera activa y remunerada. De hecho, sólo el 47% de las mujeres mexicanas lo hace. En el caso de Chihuahua, existe una brecha del 30% entre la tasa de participación económica activa de las mujeres, con respecto a la de los hombres (2018 T2).

Adicionalmente a la disparidad señalada en la tasa de participación laboral, las mujeres que sí logran incorporarse al mercado laboral usualmente tienen dobles cargas de trabajo (dedicando el 29.5% de su tiempo a trabajos no remunerados), y enfrentan una brecha salarial de hasta el 34.2%. Según la Enigh, sólo el 2% de las mujeres en el país se dedica exclusivamente a actividades remuneradas, mientras que, en contraste, 26% de hombres lo hacen. También sólo el 14% de las empresas mexicanas son lideradas por mujeres. Queda claro que, como sociedad, no estamos haciendo lo suficiente para garantizar el acceso de las mujeres a posiciones ejecutivas y de toma de decisiones. Por último, pero no menos importante, de acuerdo con la Endireh 2016, Chihuahua tiene el deshonroso primer lugar en ser el estado con más incidencia de violencia laboral hacia las mujeres en el país. En suma, las mujeres trabajan más que los hombres y regularmente en peores condiciones.

De acuerdo con el McKinsey Global Institute, la integración de las mujeres mexicanas al mercado laboral remunerado podría significar un crecimiento en el PIB de hasta el 43% o US$ 810 billones para 2025. Es crucial entonces, ya atendiendo sólo a un criterio económico objetivo, el comenzar por revalorizar y remunerar los trabajos de cuidados en el hogar, así como proporcionar espacios y tiempo para que hombres y mujeres puedan realizarlos por igual. Estas responsabilidades compartidas generarían menos cargas de trabajo para las mujeres, permitiéndoles sumarse al mercado laboral si así lo desean. Es importante señalar que, de acuerdo con el Inegi, en 2017 el trabajo no remunerado en los hogares representó el 23.3% del PIB nacional (posicionándose como el sector más importante de la economía), del cual 17.5% fue generado por mujeres.

Si bien es cierto que las mujeres han logrado muchas victorias desde que ejercieron por primera vez su derecho al voto el 3 de julio de 1955, como sociedad nos queda mucho por hacer para verdaderamente abonar y procurar la igualdad de género, no omitiendo que desde el espacio público se deben adoptar políticas que aseguren la perspectiva de género interseccional en los programas del estado, desde su diseño hasta su evaluación.

Finalmente, a los hombres nos toca reflexionar sobre nuestra condición y escuchar atentamente de las mujeres el cómo podemos construir para procurar una sociedad más incluyente, equitativa y justa, donde la paridad de género sea una realidad.