/ sábado 31 de octubre de 2020

La frágil protección social

Estamos frente a un problema sanitario impensable, en el que todos están apostando, para que aparezca un tratamiento para reducir el contagio, ya que el sistema de salud en nuestro país está al límite de atención o rebasado en algunas regiones del país.

El esparcimiento del virus es altamente contagioso, y se puede mostrar “asintomático”, pero nos hemos dado cuenta que muchos de estos se complican y requieren hospitalización, pero desafortunadamente los pacientes han perdido la vida por esta causa.

Sabemos que la información oportuna puede salvar vidas, y me refiero a que la pesadilla se dio a conocer el 27 de febrero, cuando se transmitió en vivo la conferencia de las autoridades sanitarias federales, para informar a la población acerca del COVID-19.

Gran prueba para el gobierno federal, ya que algunas semanas anteriores, había desaparecido el “seguro popular” para crear el “Instituto de Salud para el Bienestar” (Insabi) con el propósito de ofrecer sólo a las personas sin seguridad social, los servicios médicos y medicamentos de manera gratuita.

Sin embargo, el Insabi no dispone de la estructura institucional, ni de los recursos suficientes para atender al creciente número de personas que no tienen seguridad social, ya sea porque trabajan en la economía informal o porque han perdido sus empleos por la pandemia.

La fragilidad del sistema de salud es innegable, ya que el gobierno invierte muy poco en salud, apenas el 2.8 % del PIB en gasto público, comparado con 6.6 en Argentina y 4 en Brasil.

Desde luego que surgieron las complicaciones de arranque del Insabi, ya que sólo 23 de los gobiernos estatales han firmado el acuerdo de coordinación con el instituto hasta esta fecha.

Durante marzo y abril se perdieron 685 000 empleos formales y el Banxico estima que a finales de 2020 esta cifra alcanzará 1.4 millones.

Además revela que más de 10 millones de empleos formales son vulnerables a covid-19, por suspensión de actividades.

Por otro lado el 16 de marzo, la Secretaría de Educación Pública determinó que se suspenderían las clases. Esto afectaría a millones de niños, niñas y adolescentes y desde luego a millones de familias.

El problema fue que por la crisis sanitaria surgieron desigualdades desde el 24 de marzo con el mensaje del gobierno federal de “quédate en casa”.

Sabemos que la casa no es un espacio seguro para todas las personas, debido a la violencia familiar que afecta a las mujeres; […un problema arcaico que se agudizo con la crisis…]

Otro problema con el “Quédate en casa” es que hay muchas personas que literalmente no tienen “casa”; además son millones las que, si no trabajan, simplemente afectan a sus familias.

Así que el panorama para el Insabi es muy complejo, en 2019, el Seguro Popular financiaba servicios para 51.4 millones de habitantes, con un presupuesto de aproximadamente 87 000 millones de pesos.

En este 2020, el Insabi está obligado a proveer una cartera ilimitada de servicios, y todos los medicamentos para aproximadamente 69 millones de habitantes.

El horizonte es preocupante porque los recursos gubernamentales mermarán por la recesión, y la población sin seguridad social aumentará.

Esta pandemia ha revelado la urgencia de un sistema sólido de protección social en salud, así como el riesgo que su fragilidad implica para todas las personas.

También debemos considerar que la pobreza no disminuye, y que es necesario proteger a los más desfavorecidos, además darle protección a todos aquellos que han perdido su empleo o sus negocios.

Las plagas golpean a la población sin avisar, y no es ciencia ficción ya que es una realidad y todos somos vulnerables.

El problema no es no saber cuántas personas más enfermaran y perderán la vida, el verdadero problema es el manejo de la pandemia; que se manifestó y destruyó viejas costumbres de líderes y políticos mundiales.

Lo más importante es saber, y darse cuenta que no puede ser tarde para corregir y tomar consciencia que estamos inmersos en un problema sanitario, que podría llevar mucho más tiempo del estimado para erradicarlo.

Recordemos que todas nuestras acciones, pero también nuestras omisiones, dan a conocer nuestro sistema de valores, que se muestran como un mito recreado por generaciones, para cubrir nuestras necesidades básicas y que finalmente nos brindan un bienestar común.

Estamos frente a un problema sanitario impensable, en el que todos están apostando, para que aparezca un tratamiento para reducir el contagio, ya que el sistema de salud en nuestro país está al límite de atención o rebasado en algunas regiones del país.

El esparcimiento del virus es altamente contagioso, y se puede mostrar “asintomático”, pero nos hemos dado cuenta que muchos de estos se complican y requieren hospitalización, pero desafortunadamente los pacientes han perdido la vida por esta causa.

Sabemos que la información oportuna puede salvar vidas, y me refiero a que la pesadilla se dio a conocer el 27 de febrero, cuando se transmitió en vivo la conferencia de las autoridades sanitarias federales, para informar a la población acerca del COVID-19.

Gran prueba para el gobierno federal, ya que algunas semanas anteriores, había desaparecido el “seguro popular” para crear el “Instituto de Salud para el Bienestar” (Insabi) con el propósito de ofrecer sólo a las personas sin seguridad social, los servicios médicos y medicamentos de manera gratuita.

Sin embargo, el Insabi no dispone de la estructura institucional, ni de los recursos suficientes para atender al creciente número de personas que no tienen seguridad social, ya sea porque trabajan en la economía informal o porque han perdido sus empleos por la pandemia.

La fragilidad del sistema de salud es innegable, ya que el gobierno invierte muy poco en salud, apenas el 2.8 % del PIB en gasto público, comparado con 6.6 en Argentina y 4 en Brasil.

Desde luego que surgieron las complicaciones de arranque del Insabi, ya que sólo 23 de los gobiernos estatales han firmado el acuerdo de coordinación con el instituto hasta esta fecha.

Durante marzo y abril se perdieron 685 000 empleos formales y el Banxico estima que a finales de 2020 esta cifra alcanzará 1.4 millones.

Además revela que más de 10 millones de empleos formales son vulnerables a covid-19, por suspensión de actividades.

Por otro lado el 16 de marzo, la Secretaría de Educación Pública determinó que se suspenderían las clases. Esto afectaría a millones de niños, niñas y adolescentes y desde luego a millones de familias.

El problema fue que por la crisis sanitaria surgieron desigualdades desde el 24 de marzo con el mensaje del gobierno federal de “quédate en casa”.

Sabemos que la casa no es un espacio seguro para todas las personas, debido a la violencia familiar que afecta a las mujeres; […un problema arcaico que se agudizo con la crisis…]

Otro problema con el “Quédate en casa” es que hay muchas personas que literalmente no tienen “casa”; además son millones las que, si no trabajan, simplemente afectan a sus familias.

Así que el panorama para el Insabi es muy complejo, en 2019, el Seguro Popular financiaba servicios para 51.4 millones de habitantes, con un presupuesto de aproximadamente 87 000 millones de pesos.

En este 2020, el Insabi está obligado a proveer una cartera ilimitada de servicios, y todos los medicamentos para aproximadamente 69 millones de habitantes.

El horizonte es preocupante porque los recursos gubernamentales mermarán por la recesión, y la población sin seguridad social aumentará.

Esta pandemia ha revelado la urgencia de un sistema sólido de protección social en salud, así como el riesgo que su fragilidad implica para todas las personas.

También debemos considerar que la pobreza no disminuye, y que es necesario proteger a los más desfavorecidos, además darle protección a todos aquellos que han perdido su empleo o sus negocios.

Las plagas golpean a la población sin avisar, y no es ciencia ficción ya que es una realidad y todos somos vulnerables.

El problema no es no saber cuántas personas más enfermaran y perderán la vida, el verdadero problema es el manejo de la pandemia; que se manifestó y destruyó viejas costumbres de líderes y políticos mundiales.

Lo más importante es saber, y darse cuenta que no puede ser tarde para corregir y tomar consciencia que estamos inmersos en un problema sanitario, que podría llevar mucho más tiempo del estimado para erradicarlo.

Recordemos que todas nuestras acciones, pero también nuestras omisiones, dan a conocer nuestro sistema de valores, que se muestran como un mito recreado por generaciones, para cubrir nuestras necesidades básicas y que finalmente nos brindan un bienestar común.