/ sábado 16 de julio de 2022

La otra cara de las redes sociales

“Hay que dejar la vanidad a los que no tienen otra cosa que exhibir”

Honoré de Balzac

Sabemos que las innovaciones y desarrollos tecnológicos resultaron en la aparición de las famosas redes sociales, que literalmente son redes de comunidades virtuales que a través de internet permiten el intercambio de información y por supuesto el “contacto social” entre sus usuarios, o bien entre ellos y las empresas que se publicitan en estos espacios.

Desde luego que Internet evidenció su éxito como herramienta de socialización, ya que había nacido la primera generación de usuarios de chats, blogs y páginas para hacer amigos como Friendster (2002) u Orkut (2004), que permitieron un cambio en el patrón de socialización.

Estos cambios dieron origen a las primeras relaciones virtuales de larga o corta distancia, también a los noviazgos que surgieron en la red e incluso a prácticas sexuales a distancia, lo cual generó una verdadera revolución de la intimidad.

Además las redes sociales son potentes instrumentos de publicidad, propaganda y medición de tendencias de mercadeo.

Pero desde hace casi un par de años han sido acusadas de servir de instrumento para la desinformación y la expansión de las llamadas fake news o las teorías de conspiración.

Recordemos que en el 2004 surge Facebook, inicialmente sólo involucró a jóvenes universitarios estadounidenses, ya que era una aplicación para poder mantener el contacto con las personas conocidas en ese ámbito.

Su éxito fue tal que un año después de su lanzamiento, ya tenía 2 millones de usuarios en más de 500 universidades estadounidenses; fue hasta el 2006 que se apertura al público en general, llegando a niveles insospechados, por tal motivo muchas empresas vieron en Facebook la oportunidad de medir sus públicos, alcanzar otros formas de promocionarse de manera cómoda y focalizada.

Después del éxito vinieron también algunos problemas, como las severas acusaciones de traicionar la confidencialidad de la información de sus usuarios.

Y a propósito de confidencialidad, es innegable que las redes sociales nos permiten estar en contacto con otras personas y compartir nuestros gustos y nuestras actividades. Pero también descubrimos que podemos ofrecer otra imagen tan solo para cubrir carencias personales o para competir con otros usuarios, o simplemente aparentar algo que no se puede comprobar.

Ahora vemos que los mensajes “alegres y positivos” generan más “Me gusta”, esto nos orienta a competir con las personas que dieron a conocer este tipo de mensajes.

De tal forma que lo que publican los otros nos parece envidiable, porque muestra la vida que nosotros quisiéramos tener.

Entonces surge un sentimiento de fracaso y pensamos que proyectar una imagen de éxito será la solución; es así que anhelamos que la gente nos admire por todo lo que publicamos; por supuesto utilizaremos las redes sociales como escudo, ya que nuestros “seguidores” no verán las “partes negativas” de nosotros.

De ahí el peligro de decidir si se quiere conocer a una persona a partir de una foto o de una publicación de falsas apariencias con el propósito de sumar indicadores de vanidad.

En caso contrario si no tenemos relevancia con una publicación, nos sentimos invisibles e ignorados, por lo que intentamos a toda costa compensar la sensación de irrelevancia con una publicación que genere interés.

Esto nos dará una satisfacción de corta duración, porque pronto nuestro mensaje quedará sepultado por muchos otros del resto de usuarios.

Desafortunadamente tenemos una dependencia de la admiración de los demás, así que la reacción positiva de la gente se convierte en una adicción, el problema es aún mayor ya que nos auto engañamos.

Evidentemente todo el mundo puede compartir lo que quiera, y juzgar a una persona por lo que publica en las redes sociales, pero la táctica de aparentar podría ser la causa de un malestar.

Curiosamente ahora que tenemos más formas de estar en contacto con los demás, es cuando nos sentimos más solos.

Sin temor a equivocarse estamos inmersos en un mundo de vanidad, mentiras y enajenación, por la urgencia de exhibirnos en las redes sociales, tal vez estamos olvidando todo aquello que realmente debemos darle importancia y que nos permite construir un proyecto de vida compartido.

“Hay que dejar la vanidad a los que no tienen otra cosa que exhibir”

Honoré de Balzac

Sabemos que las innovaciones y desarrollos tecnológicos resultaron en la aparición de las famosas redes sociales, que literalmente son redes de comunidades virtuales que a través de internet permiten el intercambio de información y por supuesto el “contacto social” entre sus usuarios, o bien entre ellos y las empresas que se publicitan en estos espacios.

Desde luego que Internet evidenció su éxito como herramienta de socialización, ya que había nacido la primera generación de usuarios de chats, blogs y páginas para hacer amigos como Friendster (2002) u Orkut (2004), que permitieron un cambio en el patrón de socialización.

Estos cambios dieron origen a las primeras relaciones virtuales de larga o corta distancia, también a los noviazgos que surgieron en la red e incluso a prácticas sexuales a distancia, lo cual generó una verdadera revolución de la intimidad.

Además las redes sociales son potentes instrumentos de publicidad, propaganda y medición de tendencias de mercadeo.

Pero desde hace casi un par de años han sido acusadas de servir de instrumento para la desinformación y la expansión de las llamadas fake news o las teorías de conspiración.

Recordemos que en el 2004 surge Facebook, inicialmente sólo involucró a jóvenes universitarios estadounidenses, ya que era una aplicación para poder mantener el contacto con las personas conocidas en ese ámbito.

Su éxito fue tal que un año después de su lanzamiento, ya tenía 2 millones de usuarios en más de 500 universidades estadounidenses; fue hasta el 2006 que se apertura al público en general, llegando a niveles insospechados, por tal motivo muchas empresas vieron en Facebook la oportunidad de medir sus públicos, alcanzar otros formas de promocionarse de manera cómoda y focalizada.

Después del éxito vinieron también algunos problemas, como las severas acusaciones de traicionar la confidencialidad de la información de sus usuarios.

Y a propósito de confidencialidad, es innegable que las redes sociales nos permiten estar en contacto con otras personas y compartir nuestros gustos y nuestras actividades. Pero también descubrimos que podemos ofrecer otra imagen tan solo para cubrir carencias personales o para competir con otros usuarios, o simplemente aparentar algo que no se puede comprobar.

Ahora vemos que los mensajes “alegres y positivos” generan más “Me gusta”, esto nos orienta a competir con las personas que dieron a conocer este tipo de mensajes.

De tal forma que lo que publican los otros nos parece envidiable, porque muestra la vida que nosotros quisiéramos tener.

Entonces surge un sentimiento de fracaso y pensamos que proyectar una imagen de éxito será la solución; es así que anhelamos que la gente nos admire por todo lo que publicamos; por supuesto utilizaremos las redes sociales como escudo, ya que nuestros “seguidores” no verán las “partes negativas” de nosotros.

De ahí el peligro de decidir si se quiere conocer a una persona a partir de una foto o de una publicación de falsas apariencias con el propósito de sumar indicadores de vanidad.

En caso contrario si no tenemos relevancia con una publicación, nos sentimos invisibles e ignorados, por lo que intentamos a toda costa compensar la sensación de irrelevancia con una publicación que genere interés.

Esto nos dará una satisfacción de corta duración, porque pronto nuestro mensaje quedará sepultado por muchos otros del resto de usuarios.

Desafortunadamente tenemos una dependencia de la admiración de los demás, así que la reacción positiva de la gente se convierte en una adicción, el problema es aún mayor ya que nos auto engañamos.

Evidentemente todo el mundo puede compartir lo que quiera, y juzgar a una persona por lo que publica en las redes sociales, pero la táctica de aparentar podría ser la causa de un malestar.

Curiosamente ahora que tenemos más formas de estar en contacto con los demás, es cuando nos sentimos más solos.

Sin temor a equivocarse estamos inmersos en un mundo de vanidad, mentiras y enajenación, por la urgencia de exhibirnos en las redes sociales, tal vez estamos olvidando todo aquello que realmente debemos darle importancia y que nos permite construir un proyecto de vida compartido.