/ sábado 14 de noviembre de 2020

La tierra prometida en crisis

La imagen de la derrota de Donald Trump para el resto del mundo, es que los nuevos populismos pueden ser derrocados, siempre y cuando las elecciones sean competitivas, libres y justas.

Sin embargo la llegada de Trump al poder, no puede interpretarse como un caso aislado.

Según el reporte anual 2020 del proyecto internacional Varieties of Democracy, la “autocratización” muestra la fragilidad de las democracias.

Desde el año 2001, hay más regímenes autoritarios en 92 países que comprenden más del 50% de la población mundial. Esta tendencia se debe a regresiones democráticas, así como al endurecimiento de regímenes autocráticos.

El triunfo en ningún caso está garantizado, pero en el último año han surgido suficientes batallas, como para sugerir que los populistas están propagando la resistencia, el odio, la discriminación y la intolerancia.

Es interesante mencionar que los aspirantes autócratas de hoy en día, normalmente emergen de entornos “democráticos”.

La mayoría persigue una estrategia para socavar la democracia; primero, enajenan a las minorías vulnerables y las convierten en chivo expiatorio para reforzar su apoyo popular, después debilitan a las instituciones y a grupos de la sociedad, hasta doblegarlos frente la demagogia y la manipulación; de esta forma crean su propio legado de abuso.

Entre las principales características de la autocratización se encuentran los crecientes ataques a la libertad de prensa y libertad de expresión, así como a un deterioro en la calidad de los procesos electorales.

Las acusaciones infundadas de fraude electoral del presidente Trump, pueden hacer creer entre sus simpatizantes, que el resultado electoral está muy reñido, hasta esperar los resultados definitivos, que con toda seguridad no le favorecerán.

Recordemos las tres elecciones presidenciales cuestionadas en Estados Unidos: Bush vs. Gore en 2000, Trump vs. Clinton en 2016 y la de Trump vs Biden en este 2020.

En la elección presidencial de 2000, el vicepresidente Al Gore, superó en el voto popular a George Bush por 543,895 votos. Sin embargo, Gore perdió en el estado de Florida por 537 votos.

La elección fue muy controvertida y tras un recuento parcial que fue interrumpido por la Suprema Corte, Gore concedió ante Bush en diciembre de ese año con un discurso memorable.

En la elección presidencial de 2016, la senadora Hillary Clinton superó en el voto popular a Trump por 2.86 millones de votos.

Sin embargo, Clinton perdió en tres estados clave Michigan, Pennsylvania y Wisconsin, por menos de 50 mil votos cada uno, a pesar de esto, Hillary Clinton acepto la derrota a la mañana siguiente de la elección.

Hasta el momento, Joe Biden supera en voto popular a Trump por más de 5.2 millones de votos. Logró ganar en Arizona, Michigan, Pennsylvania y Wisconsin por lo que tiene una ventaja en el Colegio Electoral.

La comunidad internacional ya felicitó a Biden, pero Trump se ha mostrado indiferente, y por lo que se vislumbra no ha cedido, ni parece querer hacerlo pronto.

Si Trump insiste en rechazar el resultado e impedir una transición pacífica, pondrá a prueba el orden constitucional de los Estados Unidos.

El escenario que se vive en estos momentos en Estados Unidos, podría ser una “oportunidad” para otros líderes del mundo, que literalmente pueden salirse con la suya, de lograr doblegar a las instituciones y los contrapesos más débiles para llegar al poder.

Sabemos que desde Maquiavelo, se hizo evidente que el objeto de la política, no era otro más que tener el poder y tomar el control por encima de todo.

Recordemos que la democracia, se erige como el ideal para el intercambio de opiniones entre individuos que tienen la misma condición de igualdad, que es necesaria para entablar relaciones afines.

Kant mencionaba que: […La autonomía de la voluntad, es el único principio de todas las leyes morales que conducen al ser humano a elegir con toda libertad…]

Sin embargo la “democracia” de Donald Trump, termina convirtiéndose en un vehículo de engaño para impresionar la conciencia de los ingenuos, teniendo en cuenta que la ingenuidad no es privativa de alguna clase social en particular.

Mientras tanto las demandas que ha presentado en las cortes no tienen fundamento y las autoridades electorales no han reportado irregularidades serias.

La pregunta obligada es ¿Donald Trump aceptara su derrota?.

La imagen de la derrota de Donald Trump para el resto del mundo, es que los nuevos populismos pueden ser derrocados, siempre y cuando las elecciones sean competitivas, libres y justas.

Sin embargo la llegada de Trump al poder, no puede interpretarse como un caso aislado.

Según el reporte anual 2020 del proyecto internacional Varieties of Democracy, la “autocratización” muestra la fragilidad de las democracias.

Desde el año 2001, hay más regímenes autoritarios en 92 países que comprenden más del 50% de la población mundial. Esta tendencia se debe a regresiones democráticas, así como al endurecimiento de regímenes autocráticos.

El triunfo en ningún caso está garantizado, pero en el último año han surgido suficientes batallas, como para sugerir que los populistas están propagando la resistencia, el odio, la discriminación y la intolerancia.

Es interesante mencionar que los aspirantes autócratas de hoy en día, normalmente emergen de entornos “democráticos”.

La mayoría persigue una estrategia para socavar la democracia; primero, enajenan a las minorías vulnerables y las convierten en chivo expiatorio para reforzar su apoyo popular, después debilitan a las instituciones y a grupos de la sociedad, hasta doblegarlos frente la demagogia y la manipulación; de esta forma crean su propio legado de abuso.

Entre las principales características de la autocratización se encuentran los crecientes ataques a la libertad de prensa y libertad de expresión, así como a un deterioro en la calidad de los procesos electorales.

Las acusaciones infundadas de fraude electoral del presidente Trump, pueden hacer creer entre sus simpatizantes, que el resultado electoral está muy reñido, hasta esperar los resultados definitivos, que con toda seguridad no le favorecerán.

Recordemos las tres elecciones presidenciales cuestionadas en Estados Unidos: Bush vs. Gore en 2000, Trump vs. Clinton en 2016 y la de Trump vs Biden en este 2020.

En la elección presidencial de 2000, el vicepresidente Al Gore, superó en el voto popular a George Bush por 543,895 votos. Sin embargo, Gore perdió en el estado de Florida por 537 votos.

La elección fue muy controvertida y tras un recuento parcial que fue interrumpido por la Suprema Corte, Gore concedió ante Bush en diciembre de ese año con un discurso memorable.

En la elección presidencial de 2016, la senadora Hillary Clinton superó en el voto popular a Trump por 2.86 millones de votos.

Sin embargo, Clinton perdió en tres estados clave Michigan, Pennsylvania y Wisconsin, por menos de 50 mil votos cada uno, a pesar de esto, Hillary Clinton acepto la derrota a la mañana siguiente de la elección.

Hasta el momento, Joe Biden supera en voto popular a Trump por más de 5.2 millones de votos. Logró ganar en Arizona, Michigan, Pennsylvania y Wisconsin por lo que tiene una ventaja en el Colegio Electoral.

La comunidad internacional ya felicitó a Biden, pero Trump se ha mostrado indiferente, y por lo que se vislumbra no ha cedido, ni parece querer hacerlo pronto.

Si Trump insiste en rechazar el resultado e impedir una transición pacífica, pondrá a prueba el orden constitucional de los Estados Unidos.

El escenario que se vive en estos momentos en Estados Unidos, podría ser una “oportunidad” para otros líderes del mundo, que literalmente pueden salirse con la suya, de lograr doblegar a las instituciones y los contrapesos más débiles para llegar al poder.

Sabemos que desde Maquiavelo, se hizo evidente que el objeto de la política, no era otro más que tener el poder y tomar el control por encima de todo.

Recordemos que la democracia, se erige como el ideal para el intercambio de opiniones entre individuos que tienen la misma condición de igualdad, que es necesaria para entablar relaciones afines.

Kant mencionaba que: […La autonomía de la voluntad, es el único principio de todas las leyes morales que conducen al ser humano a elegir con toda libertad…]

Sin embargo la “democracia” de Donald Trump, termina convirtiéndose en un vehículo de engaño para impresionar la conciencia de los ingenuos, teniendo en cuenta que la ingenuidad no es privativa de alguna clase social en particular.

Mientras tanto las demandas que ha presentado en las cortes no tienen fundamento y las autoridades electorales no han reportado irregularidades serias.

La pregunta obligada es ¿Donald Trump aceptara su derrota?.