/ martes 7 de enero de 2020

“Las sociedades generadoras de historias inspiradoras”

Cuando en la fiesta que se prepara para 25 llegan más de cuarenta, cuando sin previo aviso llega alguien a la hora del alimento y se alegra todo mundo adicionando un poco más de agua al caldo, o bien cuando “pasando de la puerta es cama”, porque cualquier otro pueda alojarse con nosotros sin importar las designaciones específicas de las habitaciones y las camas…, es cuando nos damos cuenta que existen unos gestos muy sencillos pero a la vez muy profundos de solidaridad dentro de nuestros contextos.

Si andamos por nuestras calles prestamos atención a muchas acciones cotidianas, seguramente podríamos asombrarnos de varios gestos de los que pudiéramos ser testigos, o bien tomar conciencia de otras cosas que suceden y que de pronto no las consideramos, por tenerlas casi como cotidianas.

Tenemos una sociedad que se ha formado en un sentido de colaboración y solidaridad muy loable. Que va más allá de cualquier cuestión de clasismo, es una formación de aquello que algunos llaman idiosincrasia. De ahí que rompamos con moldes que de pronto se nos quieran colocar, como una especie animal egoísta, abrumante.

Cuando solamente se narran las macro-historias, los procesos de las sociedades y el cómo se fueron gestando lo que hasta hoy es nuestro hogar, se pueden descubrir ciertamente narraciones violentas, de agresiones, de avariciosos, de búsquedas de deseos de dominación de unos sobre los muchos, de hambre por acaparar y acumular, aunque otros no alcancen lo mínimo. Esas visiones globales dejan una sensación de estar en una tierra poblada de una especie animal que evolucionó de tal manera que llegó a colonizar y controlar el planeta, y que está casi destinado -o al menos en potencialmente- a poder o ser capaz de destruir su propio ecosistema.

Pero si nos damos la oportunidad de acercarnos y contemplar las “micro-historias”, de poder prestar atención a esas narraciones no contadas de los relatos de las familias, de los individuos, de esos que podemos identificar por nombre y apellido, por apodo…, ahí empezaremos entonces a presenciar esos signos tan nobles y loables en que puede uno alegrarse por los seres humanos.

La gran mayoría de las ocasiones no son noticia, no se despliegan en los diversos medios, gráficos y digitales, las narraciones de las proezas de fulanito de tal ni las de perenganita, que han hecho cosas asombrosas como compartir el alimento con la vecina anciana que vive sola, o la de los chicos que rescataron a un cachorro abandonado, le curaron y buscaron nuevo hogar, tampoco se escuchará de aquellos otros que han venido contribuyendo con su ejemplo, a dar el lugar al peatón y conduciendo sus automóviles cada vez más con mayor actitud tolerante y de cortesías. ¡Hay tantísimos voluntarios silenciosos, que no publican las labores altruistas que están emprendiendo, hay tantos que donan algo para alguna causa u organización que está emprendiendo esas acciones sociales que otros no consideran…, hay tantos y tantas más que donan incluso su tiempo, o su sangre, o sus órganos!

Cuántos se pierden en el anonimato, que están viendo más allá de su propia causa y se comprometen en causas de otros, y salen a las marchas, a manifestarse, aunque nadie les vaya a remunerar ni reconocer aquello que están haciendo.

Seguramente si agudizáramos nuestros sentidos podríamos encontrar a la buena vecina que, además de esforzarse tantísimo por poder llevar la sostenibilidad de sus hijos, echa una mano a la otra vecina para cuidar a sus hijos mientras la otra trabaja y hace otros menesteres.

Estamos -en fin- rodeados cada día de tantas acciones, gestos y señales en que nuestra forma de conducirnos como seres humanos es muy valedera y que otros muchos gestos no deberían de apagar esa bella constatación. Ciertamente nos llama mucho la atención las acciones que perturban nuestro estado de las cosas y quisiéramos que se erradicaran, pero no podemos dejar que ellas arruinen lo mucho que puede el ser humano seguir realizando.

Vivir en sociedad es complejo, ciertamente, pero a la vez es fascinante, pues permite ver lo maravilloso como también lo detestable que puede tener el ser humano. Que nuestra balanza de ánimo no se incline hacia aquella que sólo subraya lo malo y terrible, sino que pueda tener ese alimento cotidiano que nos puede brindar nuestro propio entorno con todo ese concierto de actos nobles y bondadosos que también el ser humano ejecuta. Preponderan las narrativas en los constructos de comunicación de masas donde se exacerban las facetas egoístas, ambiciosas y agresivas del ser humano para con el ser humano y el planeta, pero ante nosotros también se presente una narrativa alternativa, no hegemónica ni patrocinada por ninguna entidad ansiosa de poder, sino que es aquella que refleja lo esperanzador, lo emotivo e inspirador que tiene el ser humano para el ser humano y el planeta.

Muchos sacaban conclusiones con la última película sobre el “Guason” (Jocker), tratando de concluir que las sociedades crean delincuentes…, vamos a imaginar que tuvieran razón con esa teoría (que seguramente muchos no compartirán), pero podríamos entonces con esa misma lógica también, que las sociedades crean héroes, que crean santos, que crean otros hombres y mujeres con corazones buenos y nobles.

Que el inicio de un nuevo año nos permita también tener esa perspectiva de atención a las historias desde la periferia.

Cuando en la fiesta que se prepara para 25 llegan más de cuarenta, cuando sin previo aviso llega alguien a la hora del alimento y se alegra todo mundo adicionando un poco más de agua al caldo, o bien cuando “pasando de la puerta es cama”, porque cualquier otro pueda alojarse con nosotros sin importar las designaciones específicas de las habitaciones y las camas…, es cuando nos damos cuenta que existen unos gestos muy sencillos pero a la vez muy profundos de solidaridad dentro de nuestros contextos.

Si andamos por nuestras calles prestamos atención a muchas acciones cotidianas, seguramente podríamos asombrarnos de varios gestos de los que pudiéramos ser testigos, o bien tomar conciencia de otras cosas que suceden y que de pronto no las consideramos, por tenerlas casi como cotidianas.

Tenemos una sociedad que se ha formado en un sentido de colaboración y solidaridad muy loable. Que va más allá de cualquier cuestión de clasismo, es una formación de aquello que algunos llaman idiosincrasia. De ahí que rompamos con moldes que de pronto se nos quieran colocar, como una especie animal egoísta, abrumante.

Cuando solamente se narran las macro-historias, los procesos de las sociedades y el cómo se fueron gestando lo que hasta hoy es nuestro hogar, se pueden descubrir ciertamente narraciones violentas, de agresiones, de avariciosos, de búsquedas de deseos de dominación de unos sobre los muchos, de hambre por acaparar y acumular, aunque otros no alcancen lo mínimo. Esas visiones globales dejan una sensación de estar en una tierra poblada de una especie animal que evolucionó de tal manera que llegó a colonizar y controlar el planeta, y que está casi destinado -o al menos en potencialmente- a poder o ser capaz de destruir su propio ecosistema.

Pero si nos damos la oportunidad de acercarnos y contemplar las “micro-historias”, de poder prestar atención a esas narraciones no contadas de los relatos de las familias, de los individuos, de esos que podemos identificar por nombre y apellido, por apodo…, ahí empezaremos entonces a presenciar esos signos tan nobles y loables en que puede uno alegrarse por los seres humanos.

La gran mayoría de las ocasiones no son noticia, no se despliegan en los diversos medios, gráficos y digitales, las narraciones de las proezas de fulanito de tal ni las de perenganita, que han hecho cosas asombrosas como compartir el alimento con la vecina anciana que vive sola, o la de los chicos que rescataron a un cachorro abandonado, le curaron y buscaron nuevo hogar, tampoco se escuchará de aquellos otros que han venido contribuyendo con su ejemplo, a dar el lugar al peatón y conduciendo sus automóviles cada vez más con mayor actitud tolerante y de cortesías. ¡Hay tantísimos voluntarios silenciosos, que no publican las labores altruistas que están emprendiendo, hay tantos que donan algo para alguna causa u organización que está emprendiendo esas acciones sociales que otros no consideran…, hay tantos y tantas más que donan incluso su tiempo, o su sangre, o sus órganos!

Cuántos se pierden en el anonimato, que están viendo más allá de su propia causa y se comprometen en causas de otros, y salen a las marchas, a manifestarse, aunque nadie les vaya a remunerar ni reconocer aquello que están haciendo.

Seguramente si agudizáramos nuestros sentidos podríamos encontrar a la buena vecina que, además de esforzarse tantísimo por poder llevar la sostenibilidad de sus hijos, echa una mano a la otra vecina para cuidar a sus hijos mientras la otra trabaja y hace otros menesteres.

Estamos -en fin- rodeados cada día de tantas acciones, gestos y señales en que nuestra forma de conducirnos como seres humanos es muy valedera y que otros muchos gestos no deberían de apagar esa bella constatación. Ciertamente nos llama mucho la atención las acciones que perturban nuestro estado de las cosas y quisiéramos que se erradicaran, pero no podemos dejar que ellas arruinen lo mucho que puede el ser humano seguir realizando.

Vivir en sociedad es complejo, ciertamente, pero a la vez es fascinante, pues permite ver lo maravilloso como también lo detestable que puede tener el ser humano. Que nuestra balanza de ánimo no se incline hacia aquella que sólo subraya lo malo y terrible, sino que pueda tener ese alimento cotidiano que nos puede brindar nuestro propio entorno con todo ese concierto de actos nobles y bondadosos que también el ser humano ejecuta. Preponderan las narrativas en los constructos de comunicación de masas donde se exacerban las facetas egoístas, ambiciosas y agresivas del ser humano para con el ser humano y el planeta, pero ante nosotros también se presente una narrativa alternativa, no hegemónica ni patrocinada por ninguna entidad ansiosa de poder, sino que es aquella que refleja lo esperanzador, lo emotivo e inspirador que tiene el ser humano para el ser humano y el planeta.

Muchos sacaban conclusiones con la última película sobre el “Guason” (Jocker), tratando de concluir que las sociedades crean delincuentes…, vamos a imaginar que tuvieran razón con esa teoría (que seguramente muchos no compartirán), pero podríamos entonces con esa misma lógica también, que las sociedades crean héroes, que crean santos, que crean otros hombres y mujeres con corazones buenos y nobles.

Que el inicio de un nuevo año nos permita también tener esa perspectiva de atención a las historias desde la periferia.