/ miércoles 24 de junio de 2020

México no va a cambiar... hasta que cambiemos: nosotros.

La mayor parte de la gente espera que los cambios vengan de fuera. Esperan atenidos a que sean otros, quienes impulsen los cambios para mejorar el país. Esperan cambios del gobierno, de los partidos políticos, de las condiciones en general; pero por mientras, los ciudadanos siguen igual. Están esperando a alguien que los saque. Como en el teatro del absurdo, de Samuel Beckett: “Esperando a Godot”.

Para que México cambie, cada uno de nosotros debemos cambiar.

Cada uno, en nuestra trinchera, debemos hacer algo distinto. O las cosas seguirán igual, deteriorándose.

Cada uno debemos salir de nuestra zona de confort, atrevernos a participar, a exigir, a arriesgarnos a que nos critiquen.

Como país, atravesamos uno de los momentos mas complicados de nuestra vida moderna. Las esperanzas depositadas en López Obrador se esfumaron y pululan, la preocupación y el miedo. El México que queremos dejar atrás, el de la violencia, de la impunidad, el de la simulación, se resiste a extinguirse.

El cambio está en nosotros. En dejar de tolerar malos gobiernos y en defender con valor, los gobiernos buenos. Dejar de premiar la popularidad patrocinada en medios y atreverse sin ambages a dar la cara por los buenos gobernantes que hacen las cosas bien, aunque los medios los critiquen; no hacerlo es premiar la impunidad política. No debemos dejar sin consecuencias la nefasta actuación de nuestros gobernantes. No debe quedar impune el presidente López Obrador por el daño que le ha causado a nuestro diseño institucional. Centralizando el poder altaneramente y atropellando a cualquier ser que se le atraviese; además, con nefastos resultados.

En el renglón que analicemos, los resultados son negativos antes, durante y después de la pandemia: Crecimiento ( PIB -8%) inversión (-15%), empleo (-1’500,000), infraestructura (0), finanzas públicas (recortes), seguridad (record histórico de homicidios), derechos humanos (CNDH coptada), educación (sin evaluación), desarrollo social (10 millones mas de pobres), ecología (embestida a las energías renovables), salud, cultura, ciencia y tecnología, etc.

Es tal la magnitud del deterioro que la población se pasma y no atina qué hacer. Sentimiento de impotencia. Y entonces seguimos igual.

Hasta que encontremos el poder de uno.

El poder de uno es hacer cualquier cosa. El efecto mariposa está en cada uno de nosotros; esa variación pequeña que acaba generando un mundo diferente.

Es preciso una insurgencia ciudadana que replique la gesta del verano caliente del 86 en Chihuahua. Cuando nos indignamos por el fraude electoral y salimos unidos a defender la democracia. Con coraje y arrojo coincidimos mujeres valientes, campesinos, maestros, empresarios y jóvenes en una resistencia civil inspirada en los fundadores del PAN en 1939 y en la lucha de Mahatma Gandhi en los sesenta.

Los mexicanos, no atinamos a resolvernos… aún.

Seguramente, Godot no vendrá mañana. No llegará nunca.

El poder del cambio está en cada uno de nosotros.

Es la hora de marchar!

La mayor parte de la gente espera que los cambios vengan de fuera. Esperan atenidos a que sean otros, quienes impulsen los cambios para mejorar el país. Esperan cambios del gobierno, de los partidos políticos, de las condiciones en general; pero por mientras, los ciudadanos siguen igual. Están esperando a alguien que los saque. Como en el teatro del absurdo, de Samuel Beckett: “Esperando a Godot”.

Para que México cambie, cada uno de nosotros debemos cambiar.

Cada uno, en nuestra trinchera, debemos hacer algo distinto. O las cosas seguirán igual, deteriorándose.

Cada uno debemos salir de nuestra zona de confort, atrevernos a participar, a exigir, a arriesgarnos a que nos critiquen.

Como país, atravesamos uno de los momentos mas complicados de nuestra vida moderna. Las esperanzas depositadas en López Obrador se esfumaron y pululan, la preocupación y el miedo. El México que queremos dejar atrás, el de la violencia, de la impunidad, el de la simulación, se resiste a extinguirse.

El cambio está en nosotros. En dejar de tolerar malos gobiernos y en defender con valor, los gobiernos buenos. Dejar de premiar la popularidad patrocinada en medios y atreverse sin ambages a dar la cara por los buenos gobernantes que hacen las cosas bien, aunque los medios los critiquen; no hacerlo es premiar la impunidad política. No debemos dejar sin consecuencias la nefasta actuación de nuestros gobernantes. No debe quedar impune el presidente López Obrador por el daño que le ha causado a nuestro diseño institucional. Centralizando el poder altaneramente y atropellando a cualquier ser que se le atraviese; además, con nefastos resultados.

En el renglón que analicemos, los resultados son negativos antes, durante y después de la pandemia: Crecimiento ( PIB -8%) inversión (-15%), empleo (-1’500,000), infraestructura (0), finanzas públicas (recortes), seguridad (record histórico de homicidios), derechos humanos (CNDH coptada), educación (sin evaluación), desarrollo social (10 millones mas de pobres), ecología (embestida a las energías renovables), salud, cultura, ciencia y tecnología, etc.

Es tal la magnitud del deterioro que la población se pasma y no atina qué hacer. Sentimiento de impotencia. Y entonces seguimos igual.

Hasta que encontremos el poder de uno.

El poder de uno es hacer cualquier cosa. El efecto mariposa está en cada uno de nosotros; esa variación pequeña que acaba generando un mundo diferente.

Es preciso una insurgencia ciudadana que replique la gesta del verano caliente del 86 en Chihuahua. Cuando nos indignamos por el fraude electoral y salimos unidos a defender la democracia. Con coraje y arrojo coincidimos mujeres valientes, campesinos, maestros, empresarios y jóvenes en una resistencia civil inspirada en los fundadores del PAN en 1939 y en la lucha de Mahatma Gandhi en los sesenta.

Los mexicanos, no atinamos a resolvernos… aún.

Seguramente, Godot no vendrá mañana. No llegará nunca.

El poder del cambio está en cada uno de nosotros.

Es la hora de marchar!