/ lunes 24 de febrero de 2020

Mujeres contra la violencia

Más allá de la izquierda y la derecha

No perdamos el suelo, no nos desconcentramos de lo realmente importante, defender a nuestras niñas y a nuestras mujeres, esto va más allá de las posturas de izquierda o de derecha.

Los hechos de violencia contra las mujeres tienen que parar. Es una causa y un sentimiento que nos une a todas como mujeres, que nos orilla a vivir una auténtica empatía, que trasciende a toda disputa y controversia anterior. Es una causa apremiante y absolutamente prioritaria, y en la impotencia que sentimos, todas nos hemos unido con sororidad, a la iniciativa que otras mujeres han propuesto, para alzar la voz y hacer escuchar nuestra gran necesidad del cambio.

En días recientes, nuestro país ha padecido algunos lamentables actos de violencia contra mujeres, que nos han estremecido profundamente.

Estos hechos nos conmueven y nos llenan de ira, no por pertenecer a algún grupo político o social, sino simplemente, por el hecho de ser mujeres, por el hecho de ser personas. La tristeza y la impotencia que vivimos, nos une a todas, pues ¿Quién de nosotras no ha sentido miedo alguna vez al caminar sola por la calle? ¿Quién no ha temido por su integridad al estar rodeada sólo por varones? ¿Quién no ha preferido frecuentar espacios solo de mujeres para estar completa paz?

Así es como yo entiendo el llamado para “el día sin mujeres” del próximo 9 de marzo. No obstante, las críticas no se han hecho esperar. Muchos argumentan que los militantes de tal o cual corriente política, cometen un acto de hipocresía al sumarse a esta expresión colectiva. Quienes así lo consideran, ignorar la exigencia de nuestra realidad.

Porque la visibilidad de la violencia contra las mujeres y la urgencia de la construcción de paz, debe hacernos coincidir aún a pesar de diferir en otras posturas de igual importancia. Algunas expresamos de manera enérgica nuestras posiciones, portando pañuelos azules o verdes, y defendiendo aquello que creemos que es lo correcto. La verdadera democracia, admite esta diversidad, sin embargo, no podemos caer en la confusión de pensar que esta variación de opiniones puede existir en una causa tan humana y tan universal como lo es la lucha contra la violencia y la búsqueda por la paz.

Si logramos unirnos como país, y cobrar consciencia, especialmente desde los espacios de servicio público, de lo apremiante que esta lucha, entonces ganamos todas y cada una de nosotras.

A eso se refiere el neologismo “sororidad”, primeramente formulado por el gran escritor español Miguel de Unamuno, a lograr una sincera y profunda empatía por nuestras congéneres, más allá de las circunstancias que nos hacen diferentes.

Nuestra posición siempre ha sido la de defender la dignidad intrínseca de toda vida humana, y de acuerdo con esa convicción, es que nos unimos a la defensa de la vida de todas las mujeres, y por supuesto, de cualquier mexicano. Basta de dividirnos, no caigamos en las provocaciones de aquellos que ponen etiquetas y fragmentan al país; causas como esta nos deben unir como Nación, y llevarnos a trabajar juntos por un auténtico y profundo cambio.

Más allá de la izquierda y la derecha

No perdamos el suelo, no nos desconcentramos de lo realmente importante, defender a nuestras niñas y a nuestras mujeres, esto va más allá de las posturas de izquierda o de derecha.

Los hechos de violencia contra las mujeres tienen que parar. Es una causa y un sentimiento que nos une a todas como mujeres, que nos orilla a vivir una auténtica empatía, que trasciende a toda disputa y controversia anterior. Es una causa apremiante y absolutamente prioritaria, y en la impotencia que sentimos, todas nos hemos unido con sororidad, a la iniciativa que otras mujeres han propuesto, para alzar la voz y hacer escuchar nuestra gran necesidad del cambio.

En días recientes, nuestro país ha padecido algunos lamentables actos de violencia contra mujeres, que nos han estremecido profundamente.

Estos hechos nos conmueven y nos llenan de ira, no por pertenecer a algún grupo político o social, sino simplemente, por el hecho de ser mujeres, por el hecho de ser personas. La tristeza y la impotencia que vivimos, nos une a todas, pues ¿Quién de nosotras no ha sentido miedo alguna vez al caminar sola por la calle? ¿Quién no ha temido por su integridad al estar rodeada sólo por varones? ¿Quién no ha preferido frecuentar espacios solo de mujeres para estar completa paz?

Así es como yo entiendo el llamado para “el día sin mujeres” del próximo 9 de marzo. No obstante, las críticas no se han hecho esperar. Muchos argumentan que los militantes de tal o cual corriente política, cometen un acto de hipocresía al sumarse a esta expresión colectiva. Quienes así lo consideran, ignorar la exigencia de nuestra realidad.

Porque la visibilidad de la violencia contra las mujeres y la urgencia de la construcción de paz, debe hacernos coincidir aún a pesar de diferir en otras posturas de igual importancia. Algunas expresamos de manera enérgica nuestras posiciones, portando pañuelos azules o verdes, y defendiendo aquello que creemos que es lo correcto. La verdadera democracia, admite esta diversidad, sin embargo, no podemos caer en la confusión de pensar que esta variación de opiniones puede existir en una causa tan humana y tan universal como lo es la lucha contra la violencia y la búsqueda por la paz.

Si logramos unirnos como país, y cobrar consciencia, especialmente desde los espacios de servicio público, de lo apremiante que esta lucha, entonces ganamos todas y cada una de nosotras.

A eso se refiere el neologismo “sororidad”, primeramente formulado por el gran escritor español Miguel de Unamuno, a lograr una sincera y profunda empatía por nuestras congéneres, más allá de las circunstancias que nos hacen diferentes.

Nuestra posición siempre ha sido la de defender la dignidad intrínseca de toda vida humana, y de acuerdo con esa convicción, es que nos unimos a la defensa de la vida de todas las mujeres, y por supuesto, de cualquier mexicano. Basta de dividirnos, no caigamos en las provocaciones de aquellos que ponen etiquetas y fragmentan al país; causas como esta nos deben unir como Nación, y llevarnos a trabajar juntos por un auténtico y profundo cambio.