/ viernes 19 de octubre de 2018

Nuevo comienzo, arcas vacías

Atrás quedaron las fiestas, felicitaciones, sonrisas, besamanos y buenos deseos en la sucesión por la rectoría universitaria. Esta semana, nuestras autoridades entrantes han tomado posesión de sus cargos con una amplia sonrisa, pero esta parece desaparecerse al revisar el tema presupuestal de los fondos universitarios, tal parece que el panorama no es muy halagador: apenas alrededor de 48 millones de pesos quedan para cerrar el año, con los cuales habrá que hacer frente al gasto corriente, el pago de aguinaldos, así como el pago de liquidaciones de una gran cantidad de docentes que han preferido optar por la jubilación o la pensión prematura, que aventurarse a ver como “pintan las cosas”.

Ricardo Duarte hace apenas una semana, afirmaba que había dejado “finanzas sanas” en la institución, pero omitió informar que debido a la fuerte inversión en proyectos de construcción y remodelación de espacios que no tenían prioridad, dejó las arcas universitarias prácticamente vacías y que además, el gobierno estatal no ha trasladado mas de doscientos millones de pesos a nuestra institución. En realidad, fue una decisión muy lógica para alguien como él, ¿Para qué molestarse a negociar con el gobernador si ya le va a dejar la “papa caliente” al que sigue? ¿Para qué arriesgarse a perder la continuidad de sus intereses por unos cuantos millones, que además ni son de él?

La nueva administración tiene delante de sí, una gran cantidad de problemas de corto plazo para resolver, sin embargo, el tema presupuestal es probablemente el que les quitará el sueño de manera inmediata. Y no es para menos, ya que de entrada hay que afrontar los compromisos inmediatos, y para ello se requiere hacer gala de la capacidad de gestión y persuasión de nuestro nuevo rector con un gobierno estatal al que ha ignorado en una especie de sentido triunfalista; espero por el bien de la Universidad que sea una tarea exitosa, pero va a requerir limar algunas de las asperezas que se generaron en la reciente elección. Enseguida, habría que estar en la espera de las nuevas políticas educativas que el gobierno federal entrante dictará sobre las universidades estatales; recordemos que la relación de ANUIES con AMLO no ha sido muy dulce que digamos y que la dirigencia de las universidades estatales no apoyó la campaña de Morena. Además, ya han sido muy claros los mensajes que presagian una época de austeridad para las universidades públicas estatales, y se vislumbran nuevas formas de distribución de los recursos destinados a la educación superior cuando se planea impulsar un nuevo modelo de universidad nacional con presencia en áreas rurales  que favorezca una formación primordialmente en nivel técnico superior. Y como último dato preocupante, resalta el hecho de que el nuevo esquema de programas federales dictado por nuestro nuevo presidente implicará la intervención de cierto personaje no muy afín a la nueva administración.

Ante estas posibilidades, surgen las siguientes preguntas: ¿Seguirá la administración universitaria repartiendo bonos millonarios a sus funcionarios preferidos? ¿Seguirá el rector cobrando 200 mil pesos al mes? ¿Seguiremos invirtiendo la mayor parte de nuestro gasto en nómina en un aparato administrativo obeso e ineficiente y además que supera lo que se invierte en las funciones sustantivas? ¿Seguiremos comprando a precios inflados todos nuestros bienes y servicios? ¿Cómo se van a afectar nuestros programas de estímulos? ¿Se verá afectada la calidad de nuestros servicios médicos? ¿Se verán afectadas las becas de los estudiantes? Hemos sabido que vendrán recortes presupuestales en la UACJ y que la nueva rectoría ha llamado a “apretarse el cinturón”, por lo que hay fundadas preocupaciones en los sectores docentes y estudiantiles de que los primeros en sufrir dichos recortes seamos nosotros.

Atrás quedaron las fiestas, felicitaciones, sonrisas, besamanos y buenos deseos en la sucesión por la rectoría universitaria. Esta semana, nuestras autoridades entrantes han tomado posesión de sus cargos con una amplia sonrisa, pero esta parece desaparecerse al revisar el tema presupuestal de los fondos universitarios, tal parece que el panorama no es muy halagador: apenas alrededor de 48 millones de pesos quedan para cerrar el año, con los cuales habrá que hacer frente al gasto corriente, el pago de aguinaldos, así como el pago de liquidaciones de una gran cantidad de docentes que han preferido optar por la jubilación o la pensión prematura, que aventurarse a ver como “pintan las cosas”.

Ricardo Duarte hace apenas una semana, afirmaba que había dejado “finanzas sanas” en la institución, pero omitió informar que debido a la fuerte inversión en proyectos de construcción y remodelación de espacios que no tenían prioridad, dejó las arcas universitarias prácticamente vacías y que además, el gobierno estatal no ha trasladado mas de doscientos millones de pesos a nuestra institución. En realidad, fue una decisión muy lógica para alguien como él, ¿Para qué molestarse a negociar con el gobernador si ya le va a dejar la “papa caliente” al que sigue? ¿Para qué arriesgarse a perder la continuidad de sus intereses por unos cuantos millones, que además ni son de él?

La nueva administración tiene delante de sí, una gran cantidad de problemas de corto plazo para resolver, sin embargo, el tema presupuestal es probablemente el que les quitará el sueño de manera inmediata. Y no es para menos, ya que de entrada hay que afrontar los compromisos inmediatos, y para ello se requiere hacer gala de la capacidad de gestión y persuasión de nuestro nuevo rector con un gobierno estatal al que ha ignorado en una especie de sentido triunfalista; espero por el bien de la Universidad que sea una tarea exitosa, pero va a requerir limar algunas de las asperezas que se generaron en la reciente elección. Enseguida, habría que estar en la espera de las nuevas políticas educativas que el gobierno federal entrante dictará sobre las universidades estatales; recordemos que la relación de ANUIES con AMLO no ha sido muy dulce que digamos y que la dirigencia de las universidades estatales no apoyó la campaña de Morena. Además, ya han sido muy claros los mensajes que presagian una época de austeridad para las universidades públicas estatales, y se vislumbran nuevas formas de distribución de los recursos destinados a la educación superior cuando se planea impulsar un nuevo modelo de universidad nacional con presencia en áreas rurales  que favorezca una formación primordialmente en nivel técnico superior. Y como último dato preocupante, resalta el hecho de que el nuevo esquema de programas federales dictado por nuestro nuevo presidente implicará la intervención de cierto personaje no muy afín a la nueva administración.

Ante estas posibilidades, surgen las siguientes preguntas: ¿Seguirá la administración universitaria repartiendo bonos millonarios a sus funcionarios preferidos? ¿Seguirá el rector cobrando 200 mil pesos al mes? ¿Seguiremos invirtiendo la mayor parte de nuestro gasto en nómina en un aparato administrativo obeso e ineficiente y además que supera lo que se invierte en las funciones sustantivas? ¿Seguiremos comprando a precios inflados todos nuestros bienes y servicios? ¿Cómo se van a afectar nuestros programas de estímulos? ¿Se verá afectada la calidad de nuestros servicios médicos? ¿Se verán afectadas las becas de los estudiantes? Hemos sabido que vendrán recortes presupuestales en la UACJ y que la nueva rectoría ha llamado a “apretarse el cinturón”, por lo que hay fundadas preocupaciones en los sectores docentes y estudiantiles de que los primeros en sufrir dichos recortes seamos nosotros.

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