/ miércoles 6 de julio de 2022

Por el bien de la niñez, privilegiemos los hechos más que intenciones

Por: Benjamín Carrera Chávez.

De manera permanente y no únicamente limitante a la celebración de nuestras niñas, niños y adolescentes, se vuelve necesario no solamente dirigir nuestros discursos e intenciones al reconocimiento de los derechos de este grupo etario, sino pugnar por su debida defensa, combatiendo el adultocentrismo que prevalece no sólo dentro de las familias sino dentro del ejercicio de la función pública.

En este sentido, cualquier niña, niño y adolescente debe ser tratado con tacto y sensibilidad, respetando su dignidad y sus necesidades inmediatas y especiales, edad, sexo, discapacidad -si la tuviera- y grado de madurez. Sin embargo, en México poco o nada importa lo anterior ante los casos de violencia contra niñas, niños y adolescentes que son difícilmente denunciados, ya sea por temor al agresor, a la exposición pública, a la estigmatización, por desconfianza en las autoridades, por desconocimiento de los derechos o bien por la ausencia de mecanismos disponibles y accesibles para reportar y pedir ayuda.

En el mundo más de 200 millones de niñas y niños siguen trabajando, 73 millones en algún trabajo considerado peligroso y la situación derivada de la contingencia amenaza con perpetuar estas condiciones revirtiendo los esfuerzos hasta ahora emprendidos por combatir esta situación. Aunado al trabajo infantil forzado, el grupo etario con mayor índice de violaciones está comprendido entre los 0 y los 11 años de edad, y las personas de entre 0 y 17 años sufren, de acuerdo con el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, lo que representa alrededor del 78% de los casos registrados en Chihuahua.

Lo anterior es preocupante debido a que aún persisten paradigmas respecto a las niñas, niños y adolescentes: se siguen considerando como sujetos incapaces, adultos incompletos o se dilata la debida atención de sus necesidades, postergándolas para cuando se conviertan en adultos, lo que únicamente posterga transgresiones y evita que sean reconocidos como sujetos de derechos, quedando al margen de las consideraciones de personas adultas.

En el tema de niñas, niños y adolescentes, los procedimientos para garantizar la impartición de justicia representan un reto y a su vez un área de oportunidad enorme: debemos evitar la revictimización de los menores que sufren debido a dilaciones en la atención por la carencia de recursos humanos, así como la distinción que se da en la práctica al momento de canalizar a los niños y garantizar su debida y pronta atención.

Aprovecho entonces para invitar a dejar de señalar a los demás y aprovechar para hacer énfasis en la coincidencia, pasando de la formalización de intenciones a la materialización de hechos, recordando la premisa de Oscar Wilde: “El mejor medio para hacer buenos a los niños es hacerlos felices”.

Economista. Diputado local

Por: Benjamín Carrera Chávez.

De manera permanente y no únicamente limitante a la celebración de nuestras niñas, niños y adolescentes, se vuelve necesario no solamente dirigir nuestros discursos e intenciones al reconocimiento de los derechos de este grupo etario, sino pugnar por su debida defensa, combatiendo el adultocentrismo que prevalece no sólo dentro de las familias sino dentro del ejercicio de la función pública.

En este sentido, cualquier niña, niño y adolescente debe ser tratado con tacto y sensibilidad, respetando su dignidad y sus necesidades inmediatas y especiales, edad, sexo, discapacidad -si la tuviera- y grado de madurez. Sin embargo, en México poco o nada importa lo anterior ante los casos de violencia contra niñas, niños y adolescentes que son difícilmente denunciados, ya sea por temor al agresor, a la exposición pública, a la estigmatización, por desconfianza en las autoridades, por desconocimiento de los derechos o bien por la ausencia de mecanismos disponibles y accesibles para reportar y pedir ayuda.

En el mundo más de 200 millones de niñas y niños siguen trabajando, 73 millones en algún trabajo considerado peligroso y la situación derivada de la contingencia amenaza con perpetuar estas condiciones revirtiendo los esfuerzos hasta ahora emprendidos por combatir esta situación. Aunado al trabajo infantil forzado, el grupo etario con mayor índice de violaciones está comprendido entre los 0 y los 11 años de edad, y las personas de entre 0 y 17 años sufren, de acuerdo con el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, lo que representa alrededor del 78% de los casos registrados en Chihuahua.

Lo anterior es preocupante debido a que aún persisten paradigmas respecto a las niñas, niños y adolescentes: se siguen considerando como sujetos incapaces, adultos incompletos o se dilata la debida atención de sus necesidades, postergándolas para cuando se conviertan en adultos, lo que únicamente posterga transgresiones y evita que sean reconocidos como sujetos de derechos, quedando al margen de las consideraciones de personas adultas.

En el tema de niñas, niños y adolescentes, los procedimientos para garantizar la impartición de justicia representan un reto y a su vez un área de oportunidad enorme: debemos evitar la revictimización de los menores que sufren debido a dilaciones en la atención por la carencia de recursos humanos, así como la distinción que se da en la práctica al momento de canalizar a los niños y garantizar su debida y pronta atención.

Aprovecho entonces para invitar a dejar de señalar a los demás y aprovechar para hacer énfasis en la coincidencia, pasando de la formalización de intenciones a la materialización de hechos, recordando la premisa de Oscar Wilde: “El mejor medio para hacer buenos a los niños es hacerlos felices”.

Economista. Diputado local