/ viernes 30 de agosto de 2024

Repensar de manera diferente

Sin duda cuando somos niños, tenemos cuestiones y miradas sobre el mundo que nos rodea, esto nos conduce a pensar de manera diferente y convertirnos en filósofos, a través de dos capacidades, como son: el asombro y la curiosidad ilimitada, por supuesto que estos atributos naturales, nos ayudarán en la casa, en la escuela y en la vida cotidiana, para convertirnos en ciudadanos activos y comprometidos.

Pero para algunos, la vida se ha convertido en un ajetreo continuo, ya que muchas personas sufren las consecuencias del estrés o de un cansancio crónico; además de la dureza de la vida profesional y las exigencias de la industria del ocio.

Podríamos mencionar, que todo esto puede llevar, a una cierta "enajenación", de quien vive, sólo en el momento y para las cosas inmediatas, frente a una vida caótica, saciada de informática; de tal forma que, con frecuencia, resulta difícil detenernos, para pensar y reflexionar.

Que extraño se “escucha”, tal parece que ahora pensar y reflexionar, solo lo hacemos cuando se nos presenta algún problema, que cambia nuestro ritmo de vida.

Recordemos que la filosofía, nos conduce a utilizar la razón, para cuestionar las creencias y opiniones, con un sentido crítico; también nos brinda un sentido creativo, para proponer soluciones alternativas; y un sentido cuidadoso, para tener en cuenta a los demás y construir una sociedad con civilidad.

Es importante referir, que hubo grandes pensadores que se separaron voluntariamente del ajetreo de la sociedad y que no querían distraerse con banalidades.

Un ejemplo lo tenemos, con Diógenes, en el S IV a. C, quien valoraba la pobreza como una virtud.

No la pobreza por la pobreza, sino como un ejemplo de independencia, ya que lo más valioso para este personaje, fue vivir solo con lo justo y necesario.

Así que vivió en un barril, vistió todo el tiempo el mismo manto raído; caminó descalzo tanto en invierno como en verano y así fue feliz, pero lo más importante, es que no se dejaba molestar por nadie.

Otro ejemplo, es el de Ludwig Wittgenstein, filósofo y matemático austríaco, hijo de un industrial, quien regaló a sus hermanos, la herencia cuantiosa que le había dejado su padre.

Wittgenstein prefería la austeridad a las riquezas, se sabe que durante largo tiempo, no comía otra cosa que pan y queso; cuando le preguntaron por la razón, respondió sencillamente: "Me da igual lo que como; lo que importa es que siempre sea lo mismo".

Wittgenstein, falleció en 1951, y fue considerado uno de los filósofos más influyentes del siglo XX, sus últimas palabras fueron: "Dígales que tuve una vida maravillosa”.

En esta época podríamos decir, que filosofar es un acto que, nos conduce a “pensar y reflexionar” a distanciarse de todo y no agobiarse solo en lo inmediato, sino saber mirar en otra dirección.

Y usted estimado lector, podría preguntarle:

¿Se atrevería a dejar todos sus bienes materiales, a cambio de llevar una vida austera y con reflexión?

Sin duda es difícil contestar.

Porque pensar y reflexionar, no se logra sólo cuando se ejerce la filosofía. También el poeta trasciende la cotidianidad, capaz de olvidarse de todo, a través de cometer locuras con el pensamiento poético. Lo mismo hace el amante, ya que su amor le impulsa a dejar todo y no dejarse llevar por un mundo banal y utilitario.

La filosofía se asemeja a la locura, porque saca al ser humano de su mundo, aquel que se muestra, inundado de idolatría e hipocresía.

De tal manera que la filosofía, está vinculada a las verdaderas expresiones artísticas, a la religión y también al amor, que son ejemplos de vida, fincados en el pensamiento y la reflexión.

Expresiones, que se oponen al utilitarismo del mundo global y no se dejan "comercializar"; porque al hacerlo, la filosofía y la religión se transformarían en ideologías, y el amor en un simple intercambio comercial.

Así que, bien valdría la pena, pensar, reflexionar y lograr filosofar; a menos que sigamos acostumbrados a repetir, lo que dicen los periódicos y revistas, la televisión, la radio, y lo que vemos en internet, o lo aseverado por todos aquellos, que presumen de intelectuales.

Porque todo ser humano, tarde o temprano, se plantea el por qué y el para qué de su existencia, se pregunta quién es y lo que podría hacer de su vida.

Lo cierto, es que el ser humano, en el curso de su evolución, ha cambiado tan poco, que las preguntas que nos hemos hecho a lo largo de la historia, siguen siendo las mismas.

¿Será cierto?

Sin duda cuando somos niños, tenemos cuestiones y miradas sobre el mundo que nos rodea, esto nos conduce a pensar de manera diferente y convertirnos en filósofos, a través de dos capacidades, como son: el asombro y la curiosidad ilimitada, por supuesto que estos atributos naturales, nos ayudarán en la casa, en la escuela y en la vida cotidiana, para convertirnos en ciudadanos activos y comprometidos.

Pero para algunos, la vida se ha convertido en un ajetreo continuo, ya que muchas personas sufren las consecuencias del estrés o de un cansancio crónico; además de la dureza de la vida profesional y las exigencias de la industria del ocio.

Podríamos mencionar, que todo esto puede llevar, a una cierta "enajenación", de quien vive, sólo en el momento y para las cosas inmediatas, frente a una vida caótica, saciada de informática; de tal forma que, con frecuencia, resulta difícil detenernos, para pensar y reflexionar.

Que extraño se “escucha”, tal parece que ahora pensar y reflexionar, solo lo hacemos cuando se nos presenta algún problema, que cambia nuestro ritmo de vida.

Recordemos que la filosofía, nos conduce a utilizar la razón, para cuestionar las creencias y opiniones, con un sentido crítico; también nos brinda un sentido creativo, para proponer soluciones alternativas; y un sentido cuidadoso, para tener en cuenta a los demás y construir una sociedad con civilidad.

Es importante referir, que hubo grandes pensadores que se separaron voluntariamente del ajetreo de la sociedad y que no querían distraerse con banalidades.

Un ejemplo lo tenemos, con Diógenes, en el S IV a. C, quien valoraba la pobreza como una virtud.

No la pobreza por la pobreza, sino como un ejemplo de independencia, ya que lo más valioso para este personaje, fue vivir solo con lo justo y necesario.

Así que vivió en un barril, vistió todo el tiempo el mismo manto raído; caminó descalzo tanto en invierno como en verano y así fue feliz, pero lo más importante, es que no se dejaba molestar por nadie.

Otro ejemplo, es el de Ludwig Wittgenstein, filósofo y matemático austríaco, hijo de un industrial, quien regaló a sus hermanos, la herencia cuantiosa que le había dejado su padre.

Wittgenstein prefería la austeridad a las riquezas, se sabe que durante largo tiempo, no comía otra cosa que pan y queso; cuando le preguntaron por la razón, respondió sencillamente: "Me da igual lo que como; lo que importa es que siempre sea lo mismo".

Wittgenstein, falleció en 1951, y fue considerado uno de los filósofos más influyentes del siglo XX, sus últimas palabras fueron: "Dígales que tuve una vida maravillosa”.

En esta época podríamos decir, que filosofar es un acto que, nos conduce a “pensar y reflexionar” a distanciarse de todo y no agobiarse solo en lo inmediato, sino saber mirar en otra dirección.

Y usted estimado lector, podría preguntarle:

¿Se atrevería a dejar todos sus bienes materiales, a cambio de llevar una vida austera y con reflexión?

Sin duda es difícil contestar.

Porque pensar y reflexionar, no se logra sólo cuando se ejerce la filosofía. También el poeta trasciende la cotidianidad, capaz de olvidarse de todo, a través de cometer locuras con el pensamiento poético. Lo mismo hace el amante, ya que su amor le impulsa a dejar todo y no dejarse llevar por un mundo banal y utilitario.

La filosofía se asemeja a la locura, porque saca al ser humano de su mundo, aquel que se muestra, inundado de idolatría e hipocresía.

De tal manera que la filosofía, está vinculada a las verdaderas expresiones artísticas, a la religión y también al amor, que son ejemplos de vida, fincados en el pensamiento y la reflexión.

Expresiones, que se oponen al utilitarismo del mundo global y no se dejan "comercializar"; porque al hacerlo, la filosofía y la religión se transformarían en ideologías, y el amor en un simple intercambio comercial.

Así que, bien valdría la pena, pensar, reflexionar y lograr filosofar; a menos que sigamos acostumbrados a repetir, lo que dicen los periódicos y revistas, la televisión, la radio, y lo que vemos en internet, o lo aseverado por todos aquellos, que presumen de intelectuales.

Porque todo ser humano, tarde o temprano, se plantea el por qué y el para qué de su existencia, se pregunta quién es y lo que podría hacer de su vida.

Lo cierto, es que el ser humano, en el curso de su evolución, ha cambiado tan poco, que las preguntas que nos hemos hecho a lo largo de la historia, siguen siendo las mismas.

¿Será cierto?

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¿Y usted tiene discreción?

En el mundo dominado por las redes sociales, la premisa es publicar todo lo que hacemos; así. que es muy común, que las personas siempre estemos presumiendo de nuestros logros o nuestros méritos, buscando la admiración de los demás. Por lo que, exponernos y exponer todo lo que hacemos está de moda. Da igual de lo que se trate: lo que cocinamos, cuándo viajamos, qué ropa utilizamos y dónde la compramos, los logros de nuestros hijos, o qué hacemos cuando nos aburrimos, y hasta las peripecias que hace nuestro perro. El propósito es compartir y exponer la vida privada, la cotidianeidad de cada uno, para que la “vean” nuestras amistades más cercanas, pero además la mayor cantidad de gente. Así, en un mundo de infinitos escaparates, la discreción parece ser un valor que ha quedado en desuso, o en todo caso olvidado. La discreción, hace referencia a la cautela, para no contar lo que uno sabe o para guardar un secreto, cuando no hay necesidad de que lo sepan o conozcan los demás. A veces somos tan abiertos con otras personas, que incurrimos en riesgos, que ni siquiera sabemos que existen, ni las consecuencias que nos van a generar. Además, es habitual entre nosotros, que compitamos con quienes nos rodean, para conseguir figurar en los primeros puestos, buscando el reconocimiento social. Curiosamente en este contexto, la discreción resulta ser una virtud escasa, que facilita la convivencia y las relaciones personales, tanto en los entornos laborales, como en los domésticos o familiares. Frente a estos escenarios, una persona discreta sabe ser cautelosa y callar cuando es conveniente; además también es reservada, especialmente con los asuntos de los demás. Curiosamente una persona con estas cualidades, es confiable y un confidente ideal, con la que podríamos compartir una preocupación, un problema o incluso confiarle un secreto íntimo o privado. Porque estos secretos, no serán compartidos, ni medio compartidos, con otros. Una persona discreta, sabe actuar y hablar con tacto, desde la cercanía, haciendo siempre sentir cómoda a otra persona. Suele ser sensata y no busca figurar, ni ser protagónico. Por lo general no habla de sí misma, ni de sus virtudes ni de sus méritos frente a terceros. Aunque es consciente de ellos y de su valor, se siente más cómoda haciendo visibles las virtudes y los méritos de los demás. No tiene prisa, ya que siempre sabe esperar, hasta que llega el momento oportuno para actuar. Es importante referir, que las personas faltas de discreción, se verán en dificultades para ocultar su verdadero ser, y tratarán de enmascarar todo con excusas. Podríamos mencionar que el valor de la discreción, es directamente proporcional a la prudencia. La discreción es simplemente la base de la confianza. Que extraño se “escucha” que la discreción es la base la confianza; recordemos que la confianza, es resultado de un proceso de conocimiento y aprendizaje, la cual podemos perder en un instante. Porque estimado lector sin dudarlo, usted y un servidor, no nos sentiríamos seguros de compartir información, con personas que puedan darla a conocer con otras personas, con quienes no tenemos empatía o no conocemos. Lo más recomendable es que, si usted desea ser generoso, hágalo con cualquier cosa, menos con la información de los otros. Recuerde que una persona prudente se comporta, con sensatez, eligiendo en cada momento el comentario oportuno, también tiene el control con la información, al ejercer la discreción evitando traicionar el secreto o la intimidad de otros. Esto es un ejemplo de respeto, hacia quien le ha confiado información personal y privada; además es una muestra de lealtad. Y lo más importante una persona discreta y prudente, entiende y valora las emociones que puede sentir el otro y procura no provocar su dolor. Porque una frase o una conducta imprudente, acaban con todo y cambian la opinión que los demás tienen de usted. Recuerde que la confianza, es básica en las relaciones personales. Sin ella no podemos mantener relaciones profundas, tan solo frívolas, y superficiales. Porque una de las ventajas de ser prudente, es que usted consigue tener relaciones personales de calidad y respeto. Así que estimado lector, la pregunta obligada: ¿Y usted tiene el poder de la discreción?

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