/ sábado 13 de febrero de 2021

Una clase política inmadura

Hay candidatos que discursivamente hacen posible lo que materialmente es imposible, hay candidatos completamente desconectados de la realidad surgida del proceso de interacción social, hay candidatos que han futbolizado la política cambiándose de un partido a otro, hay candidatos que han promovido negocios personales con los colores de un partido político y terminan candidateándose por otro. Así estamos. Así nos va. Pero criticar eso sería una frivolidad.

Las críticas deben estar enfocadas en las implementaciones de los métodos para cumplir con las propuestas realizadas durante la campaña. Ninguna propuesta de ningún político está enfocada en el fortalecimiento de la cooperación social sino en el sacrificio de los ciudadanos para alcanzar “el bien común” o “un mejor futuro”.

Pero, ¿por qué no se fortalece la cooperación social con ninguna propuesta política? Porque la cooperación social surge de un proceso espontáneo en el que un individuo está dispuesto a ofrecer algo que le sobra por algo que le falta y otro individuo está dispuesto a adquirir algo que le falta por algo que le sobra. Es decir, que ese proceso de intercambio surge de las necesidades individuales, no del bien común.

Para comprender esto se necesita un cierto conocimiento de la conexión que hay entre los fines que persiguen los individuos y los medios que utilizan para alcanzarlos, quien no tiene el conocimiento ni tiene la fuerza de voluntad necesaria para adquirirlo, termina imponiendo sus propios fines que se alejan demasiado de aquellos fines perseguidos por los individuos que componen la sociedad, por lo que “el bien común” es implementado de forma coactiva.

Muchas de las propuestas realizadas durante las campañas políticas ponen en riesgo el orden social, pues el gobierno está para proteger la propiedad, la libertad y la paz, es decir para impartir seguridad y justicia, no para hacer ricos a los pobres ni pobres a los ricos. El gobierno debe limitar sus funciones pues entre intervenir y no intervenir, los políticos tienden al intervencionismo justificando sus acciones en bienestar de la mayoría que los votó.

Liberar de funciones al gobierno en favor de los ciudadanos implica enfocar el esfuerzo individual de las personas en mejorar su calidad de vida, no en defenderse de marcos institucionales coactivos. El bien individual fomenta el bien colectivo a través de intercambios voluntarios, el bien colectivo fomenta la destrucción de la individualidad a través de intercambios hegemónicos de uno que dicta un orden para todos.

Una clase política inmadura está muy lejos de plantearse las funciones del gobierno pero una clase social inmadura también está muy lejos de enfrentar las responsabilidades de una mayor libertad. Es imposible tener una clase política madura si los individuos quienes componen las instituciones que limitan el poder del gobierno promueven ideas que únicamente están focalizadas en convencer a la opinión pública.


Hay candidatos que discursivamente hacen posible lo que materialmente es imposible, hay candidatos completamente desconectados de la realidad surgida del proceso de interacción social, hay candidatos que han futbolizado la política cambiándose de un partido a otro, hay candidatos que han promovido negocios personales con los colores de un partido político y terminan candidateándose por otro. Así estamos. Así nos va. Pero criticar eso sería una frivolidad.

Las críticas deben estar enfocadas en las implementaciones de los métodos para cumplir con las propuestas realizadas durante la campaña. Ninguna propuesta de ningún político está enfocada en el fortalecimiento de la cooperación social sino en el sacrificio de los ciudadanos para alcanzar “el bien común” o “un mejor futuro”.

Pero, ¿por qué no se fortalece la cooperación social con ninguna propuesta política? Porque la cooperación social surge de un proceso espontáneo en el que un individuo está dispuesto a ofrecer algo que le sobra por algo que le falta y otro individuo está dispuesto a adquirir algo que le falta por algo que le sobra. Es decir, que ese proceso de intercambio surge de las necesidades individuales, no del bien común.

Para comprender esto se necesita un cierto conocimiento de la conexión que hay entre los fines que persiguen los individuos y los medios que utilizan para alcanzarlos, quien no tiene el conocimiento ni tiene la fuerza de voluntad necesaria para adquirirlo, termina imponiendo sus propios fines que se alejan demasiado de aquellos fines perseguidos por los individuos que componen la sociedad, por lo que “el bien común” es implementado de forma coactiva.

Muchas de las propuestas realizadas durante las campañas políticas ponen en riesgo el orden social, pues el gobierno está para proteger la propiedad, la libertad y la paz, es decir para impartir seguridad y justicia, no para hacer ricos a los pobres ni pobres a los ricos. El gobierno debe limitar sus funciones pues entre intervenir y no intervenir, los políticos tienden al intervencionismo justificando sus acciones en bienestar de la mayoría que los votó.

Liberar de funciones al gobierno en favor de los ciudadanos implica enfocar el esfuerzo individual de las personas en mejorar su calidad de vida, no en defenderse de marcos institucionales coactivos. El bien individual fomenta el bien colectivo a través de intercambios voluntarios, el bien colectivo fomenta la destrucción de la individualidad a través de intercambios hegemónicos de uno que dicta un orden para todos.

Una clase política inmadura está muy lejos de plantearse las funciones del gobierno pero una clase social inmadura también está muy lejos de enfrentar las responsabilidades de una mayor libertad. Es imposible tener una clase política madura si los individuos quienes componen las instituciones que limitan el poder del gobierno promueven ideas que únicamente están focalizadas en convencer a la opinión pública.