/ sábado 26 de junio de 2021

Virtudes y peligros del populismo

Últimamente es más común hablar del “populismo”; un fantasma que recorre el mundo, un término que todos hemos escuchado y también lo hemos usado, sin saber ¿Por qué?

Por definición la palabra “populismo” como sustantivo recae en el adjetivo “populista” que es referente a todo lo relativo del pueblo”, y que simplemente corresponde al adjetivo “popular”.

Sin embargo este término sigue sin convencer al mundo académico.

El “populismo” frecuentemente se usa en sentido peyorativo y discriminatorio, atribuyéndolo a fenómenos que carecen de contenido serio.

Desde luego que estos fenómenos son recurrentes, en personajes políticos a quienes se considera “populistas” ya que basan y dirigen su discurso al “pueblo” que se muestra desinteresado e inocente y al mismo tiempo dotado de un instinto político perene e infalible.

Retórica de una invocación dirigida hacia la “voluntad del pueblo”, como principio de los dictados divinos, porque no se trata de hacer pensar a sus oyentes, sino de movilizarlos para que entren y fortalezcan un mundo imaginario, fincado en las exacerbaciones con un techo aparentemente cristalino.

Curiosamente todos los “populismos” prosperan, ya que tienen la virtud de denunciar sistemas políticos anquilosados, lo que permite flexibilizar hasta los más apáticos.

Pero no hay que equivocarse, aunque algunos dirigentes populistas se proclamen anti-políticos y exijan que el poder retorne al pueblo, ellos también son políticos.

Sabemos que actualmente las imágenes y expresiones pueden “sonar” equivocadas dentro de un escenario que se muestra atemporal.

Tan solo recordemos a Jacobo Zabludovsky, en una de sus entrevistas que le hizo a María Félix, la gran actriz del cine mexicano, era una mujer que hablaba fuerte y directo, sin pelos en la lengua, con una gran cultura y personalidad arrolladora, quien gozaba además de una gran simpatía.

Palabras que no obstante la distancia del tiempo cuando las expresó, se apegan a la perfección al México actual, sobre todo por lo que sigue pasando y no podemos dejar de ver, “la Doña” mencionaba que: “El principal problema de México es la pobreza, el desempleo y la ignorancia”.

Tal parece que son los mismos problemas que aquejan a nuestro país. Siguen en la mesa esperando que alguien los enfrente y en un intento pueda resolverlos.

Sabemos que nos es fácil requiere “tiempo” y una estrategia con visión para atender estos problemas de antaño; pero ¿Cuánto tiempo más necesitan los políticos? Si lo que han tenido es precisamente “tiempo” un recurso olvidado y mal utilizado.

Ahora estos temas tan pronunciados siguen siendo el recurso favorito de los “políticos” aun fuera de campaña.

A pesar del tiempo transcurrido los temas son vigentes y de actualidad, por la magnitud y las consecuencias que tienen en la sociedad, por no atenderlos de una manera eficaz y adecuada.

Mucho que se ha escrito sobre el tema, seguimos impotentes ante el desorden semántico del populismos y el espejismo conceptual que envuelve al mas incrédulo.

Su lógica es supuestamente “la verdad impecable” porque si el poder es ahora del pueblo, ¿por qué limitarlo?

Tal parece que el populismo desde sus orígenes a finales del siglo XIX, puede ayudar a clarificar su significado y a descubrir las constantes históricas que se observan en su variada y rebuscada tipología.

Aunque el fenómeno tiene antecedentes que se remontan a la Roma clásica, cuando la facción de los populares oponía sus métodos a la política elitista, en su acepción moderna, aparece en el siglo XIX al calor de luchas sociales muy complejas, que escapaban a interpretaciones del tipo “clase contra clase”; es decir quien ejerce el poder, contra quien tiene la facultad de interpretarlo e injerencia para sugerir un cambio.

En otro tiempo y a finales del S XIX, el hecho fue que la palabra […populismo…] se escribía en “cursiva” como una advertencia al lector sobre su novedad en nuestra lengua y lo incierto de su significado.

La voz, sin embargo, se generalizó enseguida, incluso en la prensa de esa época

El fin de la retórica populista, no es sólo brindar confort a sus seguidores y combatir a sus adversarios.

La capacidad de encantamiento explica su rápida internacionalización y su adaptación a momentos, circunstancias y países muy diversos.

Pero ¿Hasta cuándo la sociedad estará dispuesta a tolerar más mensajes populistas?

Mientras tanto y no es casualidad, para que el “populismo” se mantenga vigente; necesita pobreza, ignorancia y fanatismo.


Últimamente es más común hablar del “populismo”; un fantasma que recorre el mundo, un término que todos hemos escuchado y también lo hemos usado, sin saber ¿Por qué?

Por definición la palabra “populismo” como sustantivo recae en el adjetivo “populista” que es referente a todo lo relativo del pueblo”, y que simplemente corresponde al adjetivo “popular”.

Sin embargo este término sigue sin convencer al mundo académico.

El “populismo” frecuentemente se usa en sentido peyorativo y discriminatorio, atribuyéndolo a fenómenos que carecen de contenido serio.

Desde luego que estos fenómenos son recurrentes, en personajes políticos a quienes se considera “populistas” ya que basan y dirigen su discurso al “pueblo” que se muestra desinteresado e inocente y al mismo tiempo dotado de un instinto político perene e infalible.

Retórica de una invocación dirigida hacia la “voluntad del pueblo”, como principio de los dictados divinos, porque no se trata de hacer pensar a sus oyentes, sino de movilizarlos para que entren y fortalezcan un mundo imaginario, fincado en las exacerbaciones con un techo aparentemente cristalino.

Curiosamente todos los “populismos” prosperan, ya que tienen la virtud de denunciar sistemas políticos anquilosados, lo que permite flexibilizar hasta los más apáticos.

Pero no hay que equivocarse, aunque algunos dirigentes populistas se proclamen anti-políticos y exijan que el poder retorne al pueblo, ellos también son políticos.

Sabemos que actualmente las imágenes y expresiones pueden “sonar” equivocadas dentro de un escenario que se muestra atemporal.

Tan solo recordemos a Jacobo Zabludovsky, en una de sus entrevistas que le hizo a María Félix, la gran actriz del cine mexicano, era una mujer que hablaba fuerte y directo, sin pelos en la lengua, con una gran cultura y personalidad arrolladora, quien gozaba además de una gran simpatía.

Palabras que no obstante la distancia del tiempo cuando las expresó, se apegan a la perfección al México actual, sobre todo por lo que sigue pasando y no podemos dejar de ver, “la Doña” mencionaba que: “El principal problema de México es la pobreza, el desempleo y la ignorancia”.

Tal parece que son los mismos problemas que aquejan a nuestro país. Siguen en la mesa esperando que alguien los enfrente y en un intento pueda resolverlos.

Sabemos que nos es fácil requiere “tiempo” y una estrategia con visión para atender estos problemas de antaño; pero ¿Cuánto tiempo más necesitan los políticos? Si lo que han tenido es precisamente “tiempo” un recurso olvidado y mal utilizado.

Ahora estos temas tan pronunciados siguen siendo el recurso favorito de los “políticos” aun fuera de campaña.

A pesar del tiempo transcurrido los temas son vigentes y de actualidad, por la magnitud y las consecuencias que tienen en la sociedad, por no atenderlos de una manera eficaz y adecuada.

Mucho que se ha escrito sobre el tema, seguimos impotentes ante el desorden semántico del populismos y el espejismo conceptual que envuelve al mas incrédulo.

Su lógica es supuestamente “la verdad impecable” porque si el poder es ahora del pueblo, ¿por qué limitarlo?

Tal parece que el populismo desde sus orígenes a finales del siglo XIX, puede ayudar a clarificar su significado y a descubrir las constantes históricas que se observan en su variada y rebuscada tipología.

Aunque el fenómeno tiene antecedentes que se remontan a la Roma clásica, cuando la facción de los populares oponía sus métodos a la política elitista, en su acepción moderna, aparece en el siglo XIX al calor de luchas sociales muy complejas, que escapaban a interpretaciones del tipo “clase contra clase”; es decir quien ejerce el poder, contra quien tiene la facultad de interpretarlo e injerencia para sugerir un cambio.

En otro tiempo y a finales del S XIX, el hecho fue que la palabra […populismo…] se escribía en “cursiva” como una advertencia al lector sobre su novedad en nuestra lengua y lo incierto de su significado.

La voz, sin embargo, se generalizó enseguida, incluso en la prensa de esa época

El fin de la retórica populista, no es sólo brindar confort a sus seguidores y combatir a sus adversarios.

La capacidad de encantamiento explica su rápida internacionalización y su adaptación a momentos, circunstancias y países muy diversos.

Pero ¿Hasta cuándo la sociedad estará dispuesta a tolerar más mensajes populistas?

Mientras tanto y no es casualidad, para que el “populismo” se mantenga vigente; necesita pobreza, ignorancia y fanatismo.