/ viernes 1 de mayo de 2020

Y hablando de…

El presidente López desertó del cumplimiento de su función. Eran ya varias y claras las señales, desde que asumió se le veía más en el rol de candidato eterno que propiamente como responsable de la administración pública del país.

Entre las peculiaridades del sistema político mexicano está la forma de medir el tiempo: un término de gobierno nunca dura lo que dice. Se habla de que un sexenio termina con la designación del candidato a sucesor, aunque esta no sea oficial, cuando ya hay un proceso o un claro aspirante, la figura del funcionario pierde brillo, abandona la escena. Otros son marcados por un evento que les hace perder el control de las decisiones, le ocurrió a Miguel de la Madrid con el terremoto de 1985. Pero lo que ha ocurrido estos días no tiene precedente en nuestra historio.

Es una combinación de factores la que permite concluir que López ya no ejercerá el poder, al menos no en la forma y con la dirección que esta nación requiere. En la base está su natural aversión al poder mismo, él se siente mucho más cómo siendo oponente, el discurso incendiario en la plaza, fustigar a los demás actores con calificativos, acusar sin tener la obligación de sustentar sus dichos.

Tal vez el rasgo más grotesco del abandono de su función se dio en el mes de marzo cuando contradiciendo todas las indicaciones de sus funcionarios en materia de salud se aferró a continuar con su actividad rutinaria (giras, conferencias, besos y abrazos) ante la inminencia del brote de Covid 19 en el país.

Debe decirse que nunca en la historia de nuestro país había llegado por la vía democrática un presidente con tal combinación favorable para el ejercicio del poder: un abrumador apoyo popular, la mayoría en ambas cámaras del Congreso y en más de la mitad de los congresos locales, permitían ver de entrada un camino propicio para que ejecutara su proyecto sin ninguna restricción. Así lo viene haciendo.

Si la gestión del presidente no ha sido exitosa y no ha podido resolver los graves problemas que ya tenía el país y los que se le han presentado, es porque su proyecto estaba muerto de entrada, no porque le hayan faltado facilidades para ejecutarlo. Su programa de acciones no corresponde a estos tiempos. Pero eso lo dejamos para otro día en que nos encontremos hablando de…

Para vencer a una figura tan sólida como lo fue la del presidente se requirió de una figura igualmente sólida. Hablábamos de la displicencia con que el presidente se comporto a la víspera y en los inicios de la emergencia sanitaria; desde entonces su popularidad entre los mexicanos ha venido cayendo y se mantiene constantemente por debajo del cincuenta por ciento desde hace ya más de un mes.

La gran popularidad que tuvo el presidente llevó a pensar en el uso de su figura como un estímulo para conservar la mayoría en la cámara de diputados en las elecciones del año entrante. Esta cámara es fundamental para ejercer el poder, pues ahí se define el presupuesto: en qué y cuánto puede gastar la administración. Hoy parece que ya no se confía en esa posibilidad.

Le hablaba de lo inviable que es el proyecto de López para las necesidades del país: apostar a fortalecer nuestra industria petrolera confiando que eso generará mayores ingresos para sostener sus programas de asistencia social, puede ser en el papel, pero la realidad a la que se enfrenta es otra. Hoy por cada barril de petróleo que se vende el país pierde alrededor de doce dólares, en vez de sacarle, hoy tiene que meterle dinero a PEMEX.

Ante una situación económica tan complicada el pasado jueves el presidente emitió un decreto en el que consigna y pretende consolidar sus programas sociales. Sin dar grandes detalles se habla de cancelar el setenta y cinco por ciento del presupuesto autorizado para servicios generales, materiales y suministros, aún y cuando ya se tuviera comprometido, es decir, van a dejar bailando a los proveedores.

El decreto contiene otra serie de medidas de austeridad, pero excluye la posibilidad de restar recursos a la construcción de Dos Bocas, el aeropuerto de Santa Lucía, el tren Maya; y los programas sociales que son la firma de la casa: becas, universidades gratuitas, apoyo para adultos mayores, etc.

La disposición presidencial es confusa por escueta e inexacta: no sabemos qué pasará con los proyectos de infraestructura en las entidades federativas, ¿cumplirá con su promesa de terminar, equipar y operar los dos hospitales que se encuentran inconclusos en el galgódromo? Lo más preocupante de la misma es la amenaza de convertirla en ley.

Previendo la derrota de su fracción en las elecciones legislativas, el mandatario se adelanta con una iniciativa para modificar la Ley Federal de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria, y así no tener que negociar con la cámara para seguir gastando en lo que le interesa. La iniciativa contempla que en casos de “emergencia económica” el ejecutivo podrá hacer los ajustes presupuestales que considere convenientes sin tener que consultar a los diputados.

Traduciendo: el presidente ve posible su derrota en el 2021. El presidente ve también muy factible que los efectos de la crisis económica que hoy se presenta se prolonguen incluso más allá del mismo 2021, y por piensa invocarlo como una situación de emergencia que le permita gastar a su gusto, sin importar lo que en el presupuesto disponga la Cámara. El presidente se da cuenta la buena imagen que tuvo en el pasado no le alcanzará para ganar futuras elecciones, y por ello le apuesta al reparto de dinero a través de sus programas clientelares para garantizar la permanencia de los suyos en el poder.

De aprobarse la reforma que solicita el presidente se rompe el equilibrio de poderes, no sólo porque podría llegar a gastar sin pedir permiso ni rendir cuentas, sino porque el presupuesto puede convertirse otra vez en un instrumento de presión para aquellos actores políticos que dirijan un estado o municipio, quienes pueden verse obligados a rendir pleitesía al mandatario por no sufrir afectación en los ingresos que requieren para atender las necesidades de sus comunidades.

El despropósito de la iniciativa es tal que ha levantado una franca oposición en vastos sectores de la sociedad, estemos pendientes de qué ocurre con la misma y la comentamos en otra ocasión en que nos encontremos hablando de…

El presidente López desertó del cumplimiento de su función. Eran ya varias y claras las señales, desde que asumió se le veía más en el rol de candidato eterno que propiamente como responsable de la administración pública del país.

Entre las peculiaridades del sistema político mexicano está la forma de medir el tiempo: un término de gobierno nunca dura lo que dice. Se habla de que un sexenio termina con la designación del candidato a sucesor, aunque esta no sea oficial, cuando ya hay un proceso o un claro aspirante, la figura del funcionario pierde brillo, abandona la escena. Otros son marcados por un evento que les hace perder el control de las decisiones, le ocurrió a Miguel de la Madrid con el terremoto de 1985. Pero lo que ha ocurrido estos días no tiene precedente en nuestra historio.

Es una combinación de factores la que permite concluir que López ya no ejercerá el poder, al menos no en la forma y con la dirección que esta nación requiere. En la base está su natural aversión al poder mismo, él se siente mucho más cómo siendo oponente, el discurso incendiario en la plaza, fustigar a los demás actores con calificativos, acusar sin tener la obligación de sustentar sus dichos.

Tal vez el rasgo más grotesco del abandono de su función se dio en el mes de marzo cuando contradiciendo todas las indicaciones de sus funcionarios en materia de salud se aferró a continuar con su actividad rutinaria (giras, conferencias, besos y abrazos) ante la inminencia del brote de Covid 19 en el país.

Debe decirse que nunca en la historia de nuestro país había llegado por la vía democrática un presidente con tal combinación favorable para el ejercicio del poder: un abrumador apoyo popular, la mayoría en ambas cámaras del Congreso y en más de la mitad de los congresos locales, permitían ver de entrada un camino propicio para que ejecutara su proyecto sin ninguna restricción. Así lo viene haciendo.

Si la gestión del presidente no ha sido exitosa y no ha podido resolver los graves problemas que ya tenía el país y los que se le han presentado, es porque su proyecto estaba muerto de entrada, no porque le hayan faltado facilidades para ejecutarlo. Su programa de acciones no corresponde a estos tiempos. Pero eso lo dejamos para otro día en que nos encontremos hablando de…

Para vencer a una figura tan sólida como lo fue la del presidente se requirió de una figura igualmente sólida. Hablábamos de la displicencia con que el presidente se comporto a la víspera y en los inicios de la emergencia sanitaria; desde entonces su popularidad entre los mexicanos ha venido cayendo y se mantiene constantemente por debajo del cincuenta por ciento desde hace ya más de un mes.

La gran popularidad que tuvo el presidente llevó a pensar en el uso de su figura como un estímulo para conservar la mayoría en la cámara de diputados en las elecciones del año entrante. Esta cámara es fundamental para ejercer el poder, pues ahí se define el presupuesto: en qué y cuánto puede gastar la administración. Hoy parece que ya no se confía en esa posibilidad.

Le hablaba de lo inviable que es el proyecto de López para las necesidades del país: apostar a fortalecer nuestra industria petrolera confiando que eso generará mayores ingresos para sostener sus programas de asistencia social, puede ser en el papel, pero la realidad a la que se enfrenta es otra. Hoy por cada barril de petróleo que se vende el país pierde alrededor de doce dólares, en vez de sacarle, hoy tiene que meterle dinero a PEMEX.

Ante una situación económica tan complicada el pasado jueves el presidente emitió un decreto en el que consigna y pretende consolidar sus programas sociales. Sin dar grandes detalles se habla de cancelar el setenta y cinco por ciento del presupuesto autorizado para servicios generales, materiales y suministros, aún y cuando ya se tuviera comprometido, es decir, van a dejar bailando a los proveedores.

El decreto contiene otra serie de medidas de austeridad, pero excluye la posibilidad de restar recursos a la construcción de Dos Bocas, el aeropuerto de Santa Lucía, el tren Maya; y los programas sociales que son la firma de la casa: becas, universidades gratuitas, apoyo para adultos mayores, etc.

La disposición presidencial es confusa por escueta e inexacta: no sabemos qué pasará con los proyectos de infraestructura en las entidades federativas, ¿cumplirá con su promesa de terminar, equipar y operar los dos hospitales que se encuentran inconclusos en el galgódromo? Lo más preocupante de la misma es la amenaza de convertirla en ley.

Previendo la derrota de su fracción en las elecciones legislativas, el mandatario se adelanta con una iniciativa para modificar la Ley Federal de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria, y así no tener que negociar con la cámara para seguir gastando en lo que le interesa. La iniciativa contempla que en casos de “emergencia económica” el ejecutivo podrá hacer los ajustes presupuestales que considere convenientes sin tener que consultar a los diputados.

Traduciendo: el presidente ve posible su derrota en el 2021. El presidente ve también muy factible que los efectos de la crisis económica que hoy se presenta se prolonguen incluso más allá del mismo 2021, y por piensa invocarlo como una situación de emergencia que le permita gastar a su gusto, sin importar lo que en el presupuesto disponga la Cámara. El presidente se da cuenta la buena imagen que tuvo en el pasado no le alcanzará para ganar futuras elecciones, y por ello le apuesta al reparto de dinero a través de sus programas clientelares para garantizar la permanencia de los suyos en el poder.

De aprobarse la reforma que solicita el presidente se rompe el equilibrio de poderes, no sólo porque podría llegar a gastar sin pedir permiso ni rendir cuentas, sino porque el presupuesto puede convertirse otra vez en un instrumento de presión para aquellos actores políticos que dirijan un estado o municipio, quienes pueden verse obligados a rendir pleitesía al mandatario por no sufrir afectación en los ingresos que requieren para atender las necesidades de sus comunidades.

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