/ viernes 15 de mayo de 2020

Y hablando de…

La Nueva Normalidad

Nos dicen que finalmente sí, que la tendencia de contagios en el país está disminuyendo, y que dentro de un par de semanas estará en niveles que nos permitirán incorporarnos a una “nueva normalidad.” Esto quiere decir que “se acabó lo que se daba”, como decía un cronista de béisbol de origen venezolano (creo); no volveremos a vivir como habíamos venido viviendo hasta antes de marzo.

¿Cómo será esa nueva normalidad? Por lo pronto no parece muy clara. Si vemos el documento con que el mismo gobierno federal presenta la estrategia advertiremos que todo el estado de Chihuahua aparece en verde, lo que nos haría pensar que estamos listos para salir a la calle, pero no es así. De hecho, Juárez es uno de los municipios más complicados del país, y seguramente el retorno a actividades como espectáculos públicos nos va a tomar más que al resto del país.

La nueva normalidad se avizora también altamente electorera, vea como los municipios sin afectaciones, los que “están bien”, son denominados “municipios de la esperanza”, en una alusión clara, e incluso grosera, al eslogan de un partido político.

Y esa nueva realidad se antoja altamente complicada para muchas personas. Según las cifras presentadas por el IMSS, más de setecientas mil personas han perdido su empleo durante la contingencia, y difícilmente encontrarán uno pronto, pues los tiempos y escenarios planteados para reactivar la economía dejan claro que esto será paulatino.

De acuerdo con los análisis del CONEVAL entre 6.1 y 10.7 millones de personas caerán en pobreza extrema a consecuencia de la crisis generada por la parálisis económica. ¿Qué es la pobreza extrema? Es cuando una persona no puede satisfacer las necesidades más básicas: alimentarse, beber agua potable, dormir bajo techo… En unos cuantos meses se habrán convertido en pobres extremos más personas que todas las que habían logrado dejar de serlo en este siglo, dos décadas de diminutos avances borradas de golpe por un virus diminuto.

Eso no es todo. El CONEVAL también advierte que entre 8.9 y 9.8 millones de personas que hasta antes de la crisis podía comprar la canasta básica con sus propios ingresos dejarían de tener esa posibilidad. Piense usted en el caso de los comerciantes que pierden clientela, precisamente porque esa clientela hoy ya no tiene trabajo.

Dicen que lo que mal empieza no termina bien, así que juzgando por el modo como publicaron el documento legal en el cual se funda, la nueva realidad parece un galimatías. El miércoles trece se publicó en el Diario Oficial de la Federación un acuerdo del Consejo de Salubridad General en que se establecía la forma en que el país iría retomando sus actividades. Durante las primeras horas de la mañana fue eliminado de la edición y por la tarde salieron a decir que había sido un error. El jueves catorce aparece otro acuerdo, ahora del Secretario de Salud, en el que establece disposiciones distintas para acceder a esa “nueva normalidad”.

No lo quiero aburrir con cuestiones legaloides, pero las disposiciones adquieren valor legal al publicarse en el Diario Oficial, por tanto, el acuerdo del Consejo es válido, aunque lo hayan borrado y aún más, cuando no hay ninguna otra disposición jurídica que lo anule o modifique. La publicación del acuerdo del secretario de salud deja ahora vigentes dos ordenamientos distintos para regular la misma situación. Dígame usted si no la complican de manera innecesaria.

Y ya que hablamos del Diario Oficial, en éste también se publicó un acuerdo del presidente en el que asigna a las fuerzas armadas regulares para atender tareas de seguridad pública, prácticamente por lo que resta del sexenio; de aquí podemos concluir que esa nueva normalidad será precisamente como nos dijeron que no iba a ser.

Para hablar claro, tengo un profundo respeto por las fuerzas armadas y sus integrantes. Reconozco que su actuación no está libre de señalamientos, sin embargo, me parecen injustamente satanizadas. Son un cuerpo disciplinado y leal, que ha respondido a lo que sus mandos le piden.

Lo que no se vale es el doble discurso. El presidente convirtió en una de sus principales ofertas de campaña la de regresar el ejército a los cuarteles. Ya se había salido de la tangente con la creación de la Guardia Nacional, integrada por militares, pero fuera del ejército y con un mando civil. El experimento no le funcionó: la criminalidad aumenta, ahora son más zonas del país las que presentan problemas de inseguridad, los malandros andan tan tranquilos que se atreven a distribuir despensas a plena luz del día y con su nombre grabado como si estuvieran en campaña política.

Si antes se criticó la ineficacia de la estrategia contra la inseguridad ¿por qué ahora no sólo se insiste, sino que se profundiza en la misma? Lo cierto es que tener a las fuerzas armadas realizando labores de seguridad no tiene nada de “nueva” y sí mucho de “normalidad”, a eso ya estábamos acostumbrados, el juicio de si esto es o no correcto se lo dejo a usted.

Pero sí quiero hablarle de estas cosas ya todas juntas: por un lado, la parálisis del sistema productivo; la pérdida de empleos, poder adquisitivo y la generación de pobres; por el otro el ejército con órdenes de actuar para preservar el orden. Hace tiempo le hablé de mi preocupación por el aumento de la tensión pública, como se habían salido de control diferentes manifestaciones. “El hambre es canija y más el que la aguanta”, reza el dicho popular. No quiero pensar que el gobierno federal anticipe un desbordamiento de la protesta pública y se esté alistando para contener los brotes de inconformidad que surjan de la crisis económica.

Los mexicanos hemos sabido sufrir pacíficamente muchos gobiernos, la crisis que ahora se anuncia parece de magnitudes nunca vistas, esperemos que el gobierno sepa conducir la situación con atingencia.

Mi comentario del domingo generó reacciones encontradas, le voy a pedir un espacio al editor este próximo domingo para retomar el tema y seguir hablando de…

La Nueva Normalidad

Nos dicen que finalmente sí, que la tendencia de contagios en el país está disminuyendo, y que dentro de un par de semanas estará en niveles que nos permitirán incorporarnos a una “nueva normalidad.” Esto quiere decir que “se acabó lo que se daba”, como decía un cronista de béisbol de origen venezolano (creo); no volveremos a vivir como habíamos venido viviendo hasta antes de marzo.

¿Cómo será esa nueva normalidad? Por lo pronto no parece muy clara. Si vemos el documento con que el mismo gobierno federal presenta la estrategia advertiremos que todo el estado de Chihuahua aparece en verde, lo que nos haría pensar que estamos listos para salir a la calle, pero no es así. De hecho, Juárez es uno de los municipios más complicados del país, y seguramente el retorno a actividades como espectáculos públicos nos va a tomar más que al resto del país.

La nueva normalidad se avizora también altamente electorera, vea como los municipios sin afectaciones, los que “están bien”, son denominados “municipios de la esperanza”, en una alusión clara, e incluso grosera, al eslogan de un partido político.

Y esa nueva realidad se antoja altamente complicada para muchas personas. Según las cifras presentadas por el IMSS, más de setecientas mil personas han perdido su empleo durante la contingencia, y difícilmente encontrarán uno pronto, pues los tiempos y escenarios planteados para reactivar la economía dejan claro que esto será paulatino.

De acuerdo con los análisis del CONEVAL entre 6.1 y 10.7 millones de personas caerán en pobreza extrema a consecuencia de la crisis generada por la parálisis económica. ¿Qué es la pobreza extrema? Es cuando una persona no puede satisfacer las necesidades más básicas: alimentarse, beber agua potable, dormir bajo techo… En unos cuantos meses se habrán convertido en pobres extremos más personas que todas las que habían logrado dejar de serlo en este siglo, dos décadas de diminutos avances borradas de golpe por un virus diminuto.

Eso no es todo. El CONEVAL también advierte que entre 8.9 y 9.8 millones de personas que hasta antes de la crisis podía comprar la canasta básica con sus propios ingresos dejarían de tener esa posibilidad. Piense usted en el caso de los comerciantes que pierden clientela, precisamente porque esa clientela hoy ya no tiene trabajo.

Dicen que lo que mal empieza no termina bien, así que juzgando por el modo como publicaron el documento legal en el cual se funda, la nueva realidad parece un galimatías. El miércoles trece se publicó en el Diario Oficial de la Federación un acuerdo del Consejo de Salubridad General en que se establecía la forma en que el país iría retomando sus actividades. Durante las primeras horas de la mañana fue eliminado de la edición y por la tarde salieron a decir que había sido un error. El jueves catorce aparece otro acuerdo, ahora del Secretario de Salud, en el que establece disposiciones distintas para acceder a esa “nueva normalidad”.

No lo quiero aburrir con cuestiones legaloides, pero las disposiciones adquieren valor legal al publicarse en el Diario Oficial, por tanto, el acuerdo del Consejo es válido, aunque lo hayan borrado y aún más, cuando no hay ninguna otra disposición jurídica que lo anule o modifique. La publicación del acuerdo del secretario de salud deja ahora vigentes dos ordenamientos distintos para regular la misma situación. Dígame usted si no la complican de manera innecesaria.

Y ya que hablamos del Diario Oficial, en éste también se publicó un acuerdo del presidente en el que asigna a las fuerzas armadas regulares para atender tareas de seguridad pública, prácticamente por lo que resta del sexenio; de aquí podemos concluir que esa nueva normalidad será precisamente como nos dijeron que no iba a ser.

Para hablar claro, tengo un profundo respeto por las fuerzas armadas y sus integrantes. Reconozco que su actuación no está libre de señalamientos, sin embargo, me parecen injustamente satanizadas. Son un cuerpo disciplinado y leal, que ha respondido a lo que sus mandos le piden.

Lo que no se vale es el doble discurso. El presidente convirtió en una de sus principales ofertas de campaña la de regresar el ejército a los cuarteles. Ya se había salido de la tangente con la creación de la Guardia Nacional, integrada por militares, pero fuera del ejército y con un mando civil. El experimento no le funcionó: la criminalidad aumenta, ahora son más zonas del país las que presentan problemas de inseguridad, los malandros andan tan tranquilos que se atreven a distribuir despensas a plena luz del día y con su nombre grabado como si estuvieran en campaña política.

Si antes se criticó la ineficacia de la estrategia contra la inseguridad ¿por qué ahora no sólo se insiste, sino que se profundiza en la misma? Lo cierto es que tener a las fuerzas armadas realizando labores de seguridad no tiene nada de “nueva” y sí mucho de “normalidad”, a eso ya estábamos acostumbrados, el juicio de si esto es o no correcto se lo dejo a usted.

Pero sí quiero hablarle de estas cosas ya todas juntas: por un lado, la parálisis del sistema productivo; la pérdida de empleos, poder adquisitivo y la generación de pobres; por el otro el ejército con órdenes de actuar para preservar el orden. Hace tiempo le hablé de mi preocupación por el aumento de la tensión pública, como se habían salido de control diferentes manifestaciones. “El hambre es canija y más el que la aguanta”, reza el dicho popular. No quiero pensar que el gobierno federal anticipe un desbordamiento de la protesta pública y se esté alistando para contener los brotes de inconformidad que surjan de la crisis económica.

Los mexicanos hemos sabido sufrir pacíficamente muchos gobiernos, la crisis que ahora se anuncia parece de magnitudes nunca vistas, esperemos que el gobierno sepa conducir la situación con atingencia.

Mi comentario del domingo generó reacciones encontradas, le voy a pedir un espacio al editor este próximo domingo para retomar el tema y seguir hablando de…

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