/ viernes 3 de septiembre de 2021

Y hablando de…

Inclusión


Juárez es casa para todos, el que llega aquí se integra y se vuelve parte de la comunidad en menos que canta un gallo. Los juarenses somos abiertos y confianzudos, aceptamos a todas las personas y no hacemos distingos de ningún tipo. La dinámica de nuestra vigorosa industria atrae a personas de todo el estado, de todo el país y de diferentes partes del mundo, y todas son bien recibidas y las hacemos sentir como en su propia casa. Así lo sentí el día que llegué para vivir en esta ciudad, y cada uno de los días que he pasado durante los últimos veintiocho años.

Y así lo pensé hasta que hace un par de semanas me volví a encontrar con una persona que vivió aquí varios años por motivos de trabajo y hace otros tantos decidió regresar a su país de origen. Cuando nos platicó sobre su experiencia en Juárez dijo algo que me desconcertó, “en Juárez no hay diversidad”, dijo que siempre se había sentido extraña, que pese acudir cada semana al mismo supermercado a comprar su mandado el personal la seguía viendo con extrañeza. “Cuando hasta los niños en sus carriolas te señalan, me sentía como una atracción de circo”.

¡Caray! Nunca me hubiera imaginado que alguien nos describiera como una comunidad “cerrada”, había sido capaz de afirmar que en Juárez cualquier persona puede pasar desapercibida si lo desea, pero este testimonio me desconcertó.

En fechas recientes también se ha suscitado una discusión sobre lo inclusivo y el uso del idioma, desde el uso duplicado de pronombres (las y los) hasta la sustitución de vocales (por ejemplo, compañere). Entiendo (aunque eso no se me da mucho), que, en el primero de los casos, no se busca la corrección lingüística, sino dejar patente la existencia de la mitad de la población que puede perderse cuando se utilizan pronombres exclusivamente masculinos. Si usted me ha hecho el favor de leerme anteriormente habrá notado que prefiero usar el pronombre que corresponde a quienes son mayoría en el grupo; por eso me refiero a mi familia, que integro con puras mujeres, como las Madero.

Pero una cosa es el lenguaje inclusivo, que parece ser una moda que se impone, y otra muy distinta es la inclusión. Recientemente leí una historia que me lo dejó claro.

Una señora llegó a un restaurante con su amiga y la mesera las recibió con un “Hola chiques”, al notar la extrañeza de ambas añadió “estamos orgullosos de ser un restaurante inclusivo”. La señora respondió que entonces habían elegido el lugar correcto, y le pidió un menú en braille porque una de las personas que las acompañaría es ciega; la mesera sonrío y le informó que no tenían. Lástima, dijo la comensal, pero imagino que tienen alguien que maneje el lenguaje de señas ¿no?, nos acompaña también otra amiga sorda, la mesera ya sólo meneó la cabeza negando. Preguntó luego si había rampa para entrar al baño (localizado en la segunda planta), y si éste estaba habilitado para que una persona en silla de ruedas pudiera utilizarlo sin necesidad de asistencia; o si los picaportes de las puertas y las llaves de lavabo podías ser operadas por una persona sin manos…

Lo narrado en el párrafo anterior deja claro el punto. Somos poco conscientes de la realidad que viven las personas que tienen alguna discapacidad, y al ignorarlo los ignoramos. No tomamos en cuenta sus necesidades cuando planeamos, y no nos preocupamos por adaptar nuestras conductas y los elementos de la vida cotidiana para permitirles la vida independiente que se merecen.

La discapacidad es una realidad que eventualmente nos pasará a todos si vivimos lo suficiente, y pueden llegarnos además por enfermedad o accidente.

Cuando tuve la posibilidad de trabajar bajo la dirección de Ana Herrera me contagié de su entusiasmo por el tema. Si usted es empleador lo invito a conocer el Centro de Evaluación de Habilidades Laborales, que atiende la siempre amable Zazil Rubio. Ahí se instaló un equipo adquirido por Fondo Unido que a través de una batería de pruebas permite identificar qué tareas puede realizar una persona, porque el hecho de tener una discapacidad no lo limita del todo, y de esa manera integrarse al mercado laboral desarrollando las actividades que sí puede ejecutar.

Generar una sociedad y un entorno en el que toda persona pueda desarrollar al máximo sus capacidades y alcanzar su realización es una tarea que efectivamente nos incluye a todos, y en la que nos queda mucho por atender. Como puede verse, va mucho más allá del uso repetitivo de pronombres o la sustitución de vocales, requiere vocación y compromiso, apertura y educación, para que cada persona pueda alcanzar en nuestra comunidad su total realización.

Y hablando de inclusión de personas no mexicanas, resultan aberrantes las escenas recientemente difundidas sobre las agresiones que a manos de agentes del gobierno federal están recibiendo en el sur del país personas que quieren atravesarlo para continuar su migración a Estados Unidos. La orden del gobierno federal es clara, no permitirles llegar a la frontera norte, se fue Trump y la sumisión al gobierno septentrional sigue igual, pero en eso ahondamos en otra ocasión en que nos encontremos hablando de…

Inclusión


Juárez es casa para todos, el que llega aquí se integra y se vuelve parte de la comunidad en menos que canta un gallo. Los juarenses somos abiertos y confianzudos, aceptamos a todas las personas y no hacemos distingos de ningún tipo. La dinámica de nuestra vigorosa industria atrae a personas de todo el estado, de todo el país y de diferentes partes del mundo, y todas son bien recibidas y las hacemos sentir como en su propia casa. Así lo sentí el día que llegué para vivir en esta ciudad, y cada uno de los días que he pasado durante los últimos veintiocho años.

Y así lo pensé hasta que hace un par de semanas me volví a encontrar con una persona que vivió aquí varios años por motivos de trabajo y hace otros tantos decidió regresar a su país de origen. Cuando nos platicó sobre su experiencia en Juárez dijo algo que me desconcertó, “en Juárez no hay diversidad”, dijo que siempre se había sentido extraña, que pese acudir cada semana al mismo supermercado a comprar su mandado el personal la seguía viendo con extrañeza. “Cuando hasta los niños en sus carriolas te señalan, me sentía como una atracción de circo”.

¡Caray! Nunca me hubiera imaginado que alguien nos describiera como una comunidad “cerrada”, había sido capaz de afirmar que en Juárez cualquier persona puede pasar desapercibida si lo desea, pero este testimonio me desconcertó.

En fechas recientes también se ha suscitado una discusión sobre lo inclusivo y el uso del idioma, desde el uso duplicado de pronombres (las y los) hasta la sustitución de vocales (por ejemplo, compañere). Entiendo (aunque eso no se me da mucho), que, en el primero de los casos, no se busca la corrección lingüística, sino dejar patente la existencia de la mitad de la población que puede perderse cuando se utilizan pronombres exclusivamente masculinos. Si usted me ha hecho el favor de leerme anteriormente habrá notado que prefiero usar el pronombre que corresponde a quienes son mayoría en el grupo; por eso me refiero a mi familia, que integro con puras mujeres, como las Madero.

Pero una cosa es el lenguaje inclusivo, que parece ser una moda que se impone, y otra muy distinta es la inclusión. Recientemente leí una historia que me lo dejó claro.

Una señora llegó a un restaurante con su amiga y la mesera las recibió con un “Hola chiques”, al notar la extrañeza de ambas añadió “estamos orgullosos de ser un restaurante inclusivo”. La señora respondió que entonces habían elegido el lugar correcto, y le pidió un menú en braille porque una de las personas que las acompañaría es ciega; la mesera sonrío y le informó que no tenían. Lástima, dijo la comensal, pero imagino que tienen alguien que maneje el lenguaje de señas ¿no?, nos acompaña también otra amiga sorda, la mesera ya sólo meneó la cabeza negando. Preguntó luego si había rampa para entrar al baño (localizado en la segunda planta), y si éste estaba habilitado para que una persona en silla de ruedas pudiera utilizarlo sin necesidad de asistencia; o si los picaportes de las puertas y las llaves de lavabo podías ser operadas por una persona sin manos…

Lo narrado en el párrafo anterior deja claro el punto. Somos poco conscientes de la realidad que viven las personas que tienen alguna discapacidad, y al ignorarlo los ignoramos. No tomamos en cuenta sus necesidades cuando planeamos, y no nos preocupamos por adaptar nuestras conductas y los elementos de la vida cotidiana para permitirles la vida independiente que se merecen.

La discapacidad es una realidad que eventualmente nos pasará a todos si vivimos lo suficiente, y pueden llegarnos además por enfermedad o accidente.

Cuando tuve la posibilidad de trabajar bajo la dirección de Ana Herrera me contagié de su entusiasmo por el tema. Si usted es empleador lo invito a conocer el Centro de Evaluación de Habilidades Laborales, que atiende la siempre amable Zazil Rubio. Ahí se instaló un equipo adquirido por Fondo Unido que a través de una batería de pruebas permite identificar qué tareas puede realizar una persona, porque el hecho de tener una discapacidad no lo limita del todo, y de esa manera integrarse al mercado laboral desarrollando las actividades que sí puede ejecutar.

Generar una sociedad y un entorno en el que toda persona pueda desarrollar al máximo sus capacidades y alcanzar su realización es una tarea que efectivamente nos incluye a todos, y en la que nos queda mucho por atender. Como puede verse, va mucho más allá del uso repetitivo de pronombres o la sustitución de vocales, requiere vocación y compromiso, apertura y educación, para que cada persona pueda alcanzar en nuestra comunidad su total realización.

Y hablando de inclusión de personas no mexicanas, resultan aberrantes las escenas recientemente difundidas sobre las agresiones que a manos de agentes del gobierno federal están recibiendo en el sur del país personas que quieren atravesarlo para continuar su migración a Estados Unidos. La orden del gobierno federal es clara, no permitirles llegar a la frontera norte, se fue Trump y la sumisión al gobierno septentrional sigue igual, pero en eso ahondamos en otra ocasión en que nos encontremos hablando de…

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