/ jueves 25 de noviembre de 2021

Y hablando de…

Populismo criminal.

Uno de los temas que sin duda más afectó la imagen del entonces presidente Peña fue el aumento a las gasolinas observado en el mes de enero de 2017. El precio promedio del litro de gasolina Magna a fines de 2016 era de $13.16, y pasó a costar $15.94 pesos, un aumento de 21.2%; para el caso de la Premium que se vendía por $13.97, el impacto fue mayor, 26.5%, pasando a costar $17.68.

Claro que los fronterizos tal vez no recordamos este incremento por el régimen preferencial que pretende mantener una competencia con el precio de los combustibles de la vecina ciudad, evitando así la fuga de compradores. Sin embargo, en nuestro estado se bloquearon carreteras, se tomaron las casetas que operan en las de cuota, y el descontento social llevó a protestas similares por todo el país.

Por si no fuera suficiente el descontento por el impacto a la economía familiar, que se vio agravado por el ajuste de precios realizado por los distribuidores de bienes que también tuvieron que pagar el aumento en el diésel, la presidencia de la república replicó con una muy pobre y tonta campaña publicitaria en donde el presidente finalizaba una insensible e incomprensible explicación diciendo “aquí es donde yo les pregunto, ¿ustedes qué hubieran hecho”, lo que fue echar gasolina a la hoguera que ya ardía por el aumento a los combustibles.

Con la vivacidad que lo distingue, y el olfato para identificar y no dejar ir ninguna oportunidad, el ahora presidente López tomó el tema y lo convirtió en una propuesta central de su campaña. Fijó el origen del problema en la aprobación de la reforma energética, involucrando así a todos sus adversarios, responsabilizando de ello a la mafia del PRIAN, y comprometiéndose a que durante su gobierno no habría “gasolinazos”, cosa que tampoco ha podido cumplir.

Ahora nos enteramos de que el gobierno federal ha gastado 47 mil 740 millones de pesos de enero a octubre del presente año intentando contener los aumentos a los combustibles. Esto implica un gasto anualizado superior a los 57 mil millones de pesos. El dato fue dado a conocer nada menos que por Raquel Buenrostro Sánchez, titular de Servicio de Administración Tributaria. Este gasto es a todas luces desproporcionado, incluso un despropósito. Para poner las cosas en perspectiva, el presupuesto de egresos de la federación aprobado para el 2022 contempla un gasto de 26 mil 500 millones de pesos en el programa de vacunación, lo que incluye Covid 19 y todas las vacunas que ya se administraban regularmente; es decir, el gobierno federal gasta más del doble para sostener el capricho presidencial de no aumentar el precio de las gasolinas que para prevenir las enfermedades de los mexicanos. Por ello no es de extrañar que México sea el cuarto país a nivel mundial con mayor número de decesos ocasionados por el Covid, y el país con más huérfanos como consecuencia de la misma enfermedad.

Tenemos años padeciendo desabasto generalizado de medicamentos, el tema de los oncológicos requeridos en los tratamientos pediátricos se ha convertido ya en una constante que el presidente desprecia tratar y sus funcionarios no encuentran como atajar (porque hacen de todo menos comprar medicinas). Esta exorbitante cantidad de recursos públicos seguramente bastaría para surtir todas las recetas que se extienden en el país.

Mucho se ha hablado del interés del presidente y su gobierno por los programas sociales, se habla de que el dinero público se regala sin recato. Pero antes también hemos hablado aquí de cómo, con las evaluaciones que hace el Coneval, se demuestra que hoy menos mexicanos reciben apoyos del gobierno, y que se distribuye menos dinero que en años anteriores.

Los números ahí están, y con su frialdad dejan ver claramente dónde tiene el presidente puesto su interés, lo que le importa es salvar su imagen, no desacreditar la que fue su principal promesa de campaña. Él sabe que puede sobrellevar sus fallas en el combate a la corrupción, que la mayoría de los mexicanos no se interesan por el costo del nuevo aeropuerto o la funcionalidad de dos bocas, ni si la electricidad que llega a sus casas proviene de una fuente solar o de la quema del contaminante combustóleo. Pero tiene bien claro que todo México se pondrá en pie si deja que la gasolina se venda a $33.95, que es el valor promedio que le corresponde en el mercado internacional. Por ello seguirá gastando lo que sea necesario para sostener esta costosa ficción.

Podríamos hablar de pasada de la aprobación del presupuesto de egresos por parte de la cámara diputados, en donde el bloque oficialista integrado por Morena, Verde y PT impuso su mayoría sin modificar una coma del proyecto enviado por presidencia, demostrando nuevamente la absoluta obediencia al presidente y el grave riesgo que este estilo de gobernar tiene para la funcionalidad de las instituciones en nuestro país, pero eso es sólo un síntoma de un mal mayor.

Para mí, el principal riesgo que existe para la vida democrática del país es la forma en que el presidente López resolverá su sucesión, si es que se convence de que esta es posible. Pero a eso le entramos con más calma en una próxima ocasión en que nos encontremos hablando de…

Populismo criminal.

Uno de los temas que sin duda más afectó la imagen del entonces presidente Peña fue el aumento a las gasolinas observado en el mes de enero de 2017. El precio promedio del litro de gasolina Magna a fines de 2016 era de $13.16, y pasó a costar $15.94 pesos, un aumento de 21.2%; para el caso de la Premium que se vendía por $13.97, el impacto fue mayor, 26.5%, pasando a costar $17.68.

Claro que los fronterizos tal vez no recordamos este incremento por el régimen preferencial que pretende mantener una competencia con el precio de los combustibles de la vecina ciudad, evitando así la fuga de compradores. Sin embargo, en nuestro estado se bloquearon carreteras, se tomaron las casetas que operan en las de cuota, y el descontento social llevó a protestas similares por todo el país.

Por si no fuera suficiente el descontento por el impacto a la economía familiar, que se vio agravado por el ajuste de precios realizado por los distribuidores de bienes que también tuvieron que pagar el aumento en el diésel, la presidencia de la república replicó con una muy pobre y tonta campaña publicitaria en donde el presidente finalizaba una insensible e incomprensible explicación diciendo “aquí es donde yo les pregunto, ¿ustedes qué hubieran hecho”, lo que fue echar gasolina a la hoguera que ya ardía por el aumento a los combustibles.

Con la vivacidad que lo distingue, y el olfato para identificar y no dejar ir ninguna oportunidad, el ahora presidente López tomó el tema y lo convirtió en una propuesta central de su campaña. Fijó el origen del problema en la aprobación de la reforma energética, involucrando así a todos sus adversarios, responsabilizando de ello a la mafia del PRIAN, y comprometiéndose a que durante su gobierno no habría “gasolinazos”, cosa que tampoco ha podido cumplir.

Ahora nos enteramos de que el gobierno federal ha gastado 47 mil 740 millones de pesos de enero a octubre del presente año intentando contener los aumentos a los combustibles. Esto implica un gasto anualizado superior a los 57 mil millones de pesos. El dato fue dado a conocer nada menos que por Raquel Buenrostro Sánchez, titular de Servicio de Administración Tributaria. Este gasto es a todas luces desproporcionado, incluso un despropósito. Para poner las cosas en perspectiva, el presupuesto de egresos de la federación aprobado para el 2022 contempla un gasto de 26 mil 500 millones de pesos en el programa de vacunación, lo que incluye Covid 19 y todas las vacunas que ya se administraban regularmente; es decir, el gobierno federal gasta más del doble para sostener el capricho presidencial de no aumentar el precio de las gasolinas que para prevenir las enfermedades de los mexicanos. Por ello no es de extrañar que México sea el cuarto país a nivel mundial con mayor número de decesos ocasionados por el Covid, y el país con más huérfanos como consecuencia de la misma enfermedad.

Tenemos años padeciendo desabasto generalizado de medicamentos, el tema de los oncológicos requeridos en los tratamientos pediátricos se ha convertido ya en una constante que el presidente desprecia tratar y sus funcionarios no encuentran como atajar (porque hacen de todo menos comprar medicinas). Esta exorbitante cantidad de recursos públicos seguramente bastaría para surtir todas las recetas que se extienden en el país.

Mucho se ha hablado del interés del presidente y su gobierno por los programas sociales, se habla de que el dinero público se regala sin recato. Pero antes también hemos hablado aquí de cómo, con las evaluaciones que hace el Coneval, se demuestra que hoy menos mexicanos reciben apoyos del gobierno, y que se distribuye menos dinero que en años anteriores.

Los números ahí están, y con su frialdad dejan ver claramente dónde tiene el presidente puesto su interés, lo que le importa es salvar su imagen, no desacreditar la que fue su principal promesa de campaña. Él sabe que puede sobrellevar sus fallas en el combate a la corrupción, que la mayoría de los mexicanos no se interesan por el costo del nuevo aeropuerto o la funcionalidad de dos bocas, ni si la electricidad que llega a sus casas proviene de una fuente solar o de la quema del contaminante combustóleo. Pero tiene bien claro que todo México se pondrá en pie si deja que la gasolina se venda a $33.95, que es el valor promedio que le corresponde en el mercado internacional. Por ello seguirá gastando lo que sea necesario para sostener esta costosa ficción.

Podríamos hablar de pasada de la aprobación del presupuesto de egresos por parte de la cámara diputados, en donde el bloque oficialista integrado por Morena, Verde y PT impuso su mayoría sin modificar una coma del proyecto enviado por presidencia, demostrando nuevamente la absoluta obediencia al presidente y el grave riesgo que este estilo de gobernar tiene para la funcionalidad de las instituciones en nuestro país, pero eso es sólo un síntoma de un mal mayor.

Para mí, el principal riesgo que existe para la vida democrática del país es la forma en que el presidente López resolverá su sucesión, si es que se convence de que esta es posible. Pero a eso le entramos con más calma en una próxima ocasión en que nos encontremos hablando de…

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