/ sábado 11 de diciembre de 2021

Y hablando de...

Los Gustos

Durante mi adolescencia solía asistir a Monseñor Alarcón, aprendí mucho de él. Un día me dijo que los dichos populares son “pequeños pedazos de evangelio”, conceptos de una población y una cultura determinada que el tiempo va decantando y se convierten en verdades en su contexto.

Acabo de escuchar una entrevista del senador Ricardo Monreal en la que se le cuestionaba sobre su aspiración a ser el candidato de Morena a la presidencia de la república, y sobre todo, de las posibilidades reales de alcanzar la postulación, cuando parece que el “gran elector” ya está decantado en favor de la actual jefa de gobierno de la Ciudad de México.

Monreal no negó esto último, pero se mostró confiado “hacer cambiar de opinión al presidente”; el entrevistador, López Dóriga, le preguntó si recordaba la última ocasión en que el presidente había cambiado de opinión, porque no la tenía registrada. El senador, con su habilidad, no respondió la pregunta y habló de que tiene el apoyo de “los de abajo”, que la democracia constituye el ADN de Morena, y que finalmente, el presidente tomará la decisión que le garantice continuidad a su proyecto, y en consecuencia se decantará por el legislador. Recordé aquel dicho de que el que por su gusto es buey hasta la coyunta lame.

Si todo lo que dice Monreal fuera cierto valdría preguntarle por qué no fue él candidato de Morena al gobierno de la Ciudad de México. El caso Monreal demuestra todo lo contrario. Pese a estar punteando las encuestas conocidas, su partido lo sometió a otras encuestas cuyos resultados nunca se dieron a conocer, ni a él, ni al público, pero en las que se determinó que había perdido. Cuando amenazó con salirse del partido y sostuvo pláticas con el equipo de Ricardo Anaya, el hoy presidente López lo mandó llamar y lo consoló con la senaduría. Cada quien sus gustos.

A mí lo que me sigue preocupando es la parte de que el presidente hará lo que le garantice continuidad a su proyecto. Se me hace que llegado el momento López, al igual que su venerado Juárez, determinará que no hay nadie mejor que él mismo para conducir el país, y ejercerá lo necesario para mantenerse en Palacio Nacional.

Me preocupa el amplio campo de acción que ha dado a las fuerzas armadas, cuyos dirigentes, como ya lo han venido documentando diversos investigadores, están disfrutando las delicias que se desprenden de ejercer un presupuesto público cada vez mayor, y a quienes se les ha brindado la garantía de no tener que rendir cuentas mediante un controvertido decreto de opacidad.

El presidente no se limita a tener comiendo de su mano a los liderazgos formales de las fuerzas armadas. Ya durante la presentación del libro “Elecciones, Justicia y Democracia en México. Fortalezas y Debilidades”, Luis Carlos Ugalde, expresidente del IFE y estudioso de la democracia, advirtió de la intervención descarada del crimen organizado en varios estados del país en las elecciones de este año. Michoacán, Sinaloa y Sonora, entre otros, vieron operar comandos para inhibir votaciones y presionar funcionarios de casilla.

Es de todos conocido que la política del presidente respecto a esos grupos es la de darles abrazos y no molestarlos mientras operan, por ello resulta cada vez más frecuente encontrar vídeos y testimonios en las redes sociales que dan cuenta del actuar de grupos fuertemente armados que reclaman territorios, a ciencia y paciencia de las autoridades federales, que no hacen nada para contenerlos.

La otra parte preocupante es la de la “continuidad del proyecto”, porque si en materia de seguridad andamos mal, no veo otra en la que andemos bien. Ya antes hablamos del nulo crecimiento económico que ha tenido nuestro país en el presente sexenio, hoy se nos viene la inflación más alta en lo que va del siglo. Los programas sociales que debieran paliar los efectos de la crisis llegan a menos personas que hace seis años y son manejados de una manera tan sesgada e ineficiente que están lejos de constituir un verdadero alivio a las necesidades de los más necesitados.

Los “otros datos” no pueden evadir la realidad. Según la FAO la población en situación de hambre (aquellos que no saben si van a comer hoy) aumentó en un promedio de un millón de mexicanos por año durante la gestión de López. En 2019 pasó de siete a ocho millones de personas y en 2020 llegó a nueve millones. Piense en ello, este gobierno ha dejado a dos millones de mexicanos sin la garantía de un alimento diario. Piense que haría usted si se despierta mañana sin saber si podrá alimentar a su familia.

Ya antes hablamos de los12.5 millones de mexicanos que durante este gobierno perdieron el acceso a los servicios de salud, así lo confirma el estudio de la organización Signos Vitales “Balance desequilibrado. Los derechos humanos en México”, en los que documenta retrocesos en la vigencia de 25 derechos fundamentales.

Pero usted puede ver como el presidente, a pesar de su megalomanía y falta de resultados, sigue siendo un personaje admirado por una mayoría de mexicanos. Si no tomamos consciencia de la gravedad de la situación y actuamos en consecuencia, no es poco probable que tengamos que soportar su peculiar forma de ejercer el poder más allá del 2024. Espero equivocarme.

Y hablando de servicios de salud. Se han evidenciado las deficiencias en el que reciben los empleados municipales y sus beneficiarios. La prestación de esos servicios, que son derechos de los trabajadores, y el garantizarles una subsistencia después del retiro, son problemas sociales, pero también cargas presupuestales. Durante mi breve estancia al frente de la Oficialía Mayor del municipio propuse que todo nuevo empleado fuera incorporado al régimen obligatorio del IMSS, como cualquiera otro de los trabajadores juarenses. A veinte años de distancia, hoy el municipio estaría liberado de esas cargas, y sólo con la responsabilidad de cubrir las cuotas respectivas. Ese es un tema que da mucho para seguir hablando de…

Los Gustos

Durante mi adolescencia solía asistir a Monseñor Alarcón, aprendí mucho de él. Un día me dijo que los dichos populares son “pequeños pedazos de evangelio”, conceptos de una población y una cultura determinada que el tiempo va decantando y se convierten en verdades en su contexto.

Acabo de escuchar una entrevista del senador Ricardo Monreal en la que se le cuestionaba sobre su aspiración a ser el candidato de Morena a la presidencia de la república, y sobre todo, de las posibilidades reales de alcanzar la postulación, cuando parece que el “gran elector” ya está decantado en favor de la actual jefa de gobierno de la Ciudad de México.

Monreal no negó esto último, pero se mostró confiado “hacer cambiar de opinión al presidente”; el entrevistador, López Dóriga, le preguntó si recordaba la última ocasión en que el presidente había cambiado de opinión, porque no la tenía registrada. El senador, con su habilidad, no respondió la pregunta y habló de que tiene el apoyo de “los de abajo”, que la democracia constituye el ADN de Morena, y que finalmente, el presidente tomará la decisión que le garantice continuidad a su proyecto, y en consecuencia se decantará por el legislador. Recordé aquel dicho de que el que por su gusto es buey hasta la coyunta lame.

Si todo lo que dice Monreal fuera cierto valdría preguntarle por qué no fue él candidato de Morena al gobierno de la Ciudad de México. El caso Monreal demuestra todo lo contrario. Pese a estar punteando las encuestas conocidas, su partido lo sometió a otras encuestas cuyos resultados nunca se dieron a conocer, ni a él, ni al público, pero en las que se determinó que había perdido. Cuando amenazó con salirse del partido y sostuvo pláticas con el equipo de Ricardo Anaya, el hoy presidente López lo mandó llamar y lo consoló con la senaduría. Cada quien sus gustos.

A mí lo que me sigue preocupando es la parte de que el presidente hará lo que le garantice continuidad a su proyecto. Se me hace que llegado el momento López, al igual que su venerado Juárez, determinará que no hay nadie mejor que él mismo para conducir el país, y ejercerá lo necesario para mantenerse en Palacio Nacional.

Me preocupa el amplio campo de acción que ha dado a las fuerzas armadas, cuyos dirigentes, como ya lo han venido documentando diversos investigadores, están disfrutando las delicias que se desprenden de ejercer un presupuesto público cada vez mayor, y a quienes se les ha brindado la garantía de no tener que rendir cuentas mediante un controvertido decreto de opacidad.

El presidente no se limita a tener comiendo de su mano a los liderazgos formales de las fuerzas armadas. Ya durante la presentación del libro “Elecciones, Justicia y Democracia en México. Fortalezas y Debilidades”, Luis Carlos Ugalde, expresidente del IFE y estudioso de la democracia, advirtió de la intervención descarada del crimen organizado en varios estados del país en las elecciones de este año. Michoacán, Sinaloa y Sonora, entre otros, vieron operar comandos para inhibir votaciones y presionar funcionarios de casilla.

Es de todos conocido que la política del presidente respecto a esos grupos es la de darles abrazos y no molestarlos mientras operan, por ello resulta cada vez más frecuente encontrar vídeos y testimonios en las redes sociales que dan cuenta del actuar de grupos fuertemente armados que reclaman territorios, a ciencia y paciencia de las autoridades federales, que no hacen nada para contenerlos.

La otra parte preocupante es la de la “continuidad del proyecto”, porque si en materia de seguridad andamos mal, no veo otra en la que andemos bien. Ya antes hablamos del nulo crecimiento económico que ha tenido nuestro país en el presente sexenio, hoy se nos viene la inflación más alta en lo que va del siglo. Los programas sociales que debieran paliar los efectos de la crisis llegan a menos personas que hace seis años y son manejados de una manera tan sesgada e ineficiente que están lejos de constituir un verdadero alivio a las necesidades de los más necesitados.

Los “otros datos” no pueden evadir la realidad. Según la FAO la población en situación de hambre (aquellos que no saben si van a comer hoy) aumentó en un promedio de un millón de mexicanos por año durante la gestión de López. En 2019 pasó de siete a ocho millones de personas y en 2020 llegó a nueve millones. Piense en ello, este gobierno ha dejado a dos millones de mexicanos sin la garantía de un alimento diario. Piense que haría usted si se despierta mañana sin saber si podrá alimentar a su familia.

Ya antes hablamos de los12.5 millones de mexicanos que durante este gobierno perdieron el acceso a los servicios de salud, así lo confirma el estudio de la organización Signos Vitales “Balance desequilibrado. Los derechos humanos en México”, en los que documenta retrocesos en la vigencia de 25 derechos fundamentales.

Pero usted puede ver como el presidente, a pesar de su megalomanía y falta de resultados, sigue siendo un personaje admirado por una mayoría de mexicanos. Si no tomamos consciencia de la gravedad de la situación y actuamos en consecuencia, no es poco probable que tengamos que soportar su peculiar forma de ejercer el poder más allá del 2024. Espero equivocarme.

Y hablando de servicios de salud. Se han evidenciado las deficiencias en el que reciben los empleados municipales y sus beneficiarios. La prestación de esos servicios, que son derechos de los trabajadores, y el garantizarles una subsistencia después del retiro, son problemas sociales, pero también cargas presupuestales. Durante mi breve estancia al frente de la Oficialía Mayor del municipio propuse que todo nuevo empleado fuera incorporado al régimen obligatorio del IMSS, como cualquiera otro de los trabajadores juarenses. A veinte años de distancia, hoy el municipio estaría liberado de esas cargas, y sólo con la responsabilidad de cubrir las cuotas respectivas. Ese es un tema que da mucho para seguir hablando de…

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