Sabemos que en la sociedad actual, las relaciones interpersonales en general, son apasionantes, son fuente de bienestar; pero también de desacuerdos, por lo que es muy frecuente asociar la palabra "discusión"; con la idea de una pelea o confrontación.
Sin embargo, cuando se emplea de manera adecuada, la discusión puede ser un mecanismo valioso, para generar nueva información y solucionar problemas de manera efectiva.
Por lo que es fundamental comprender que la discusión no tiene por qué ser sinónimo de conflicto, sino más bien una herramienta que fomenta el intercambio de ideas y perspectivas, lo cual puede llevar a resultados innovadores y benéficos en diversos ámbitos, ya sea profesional, empresarial o personal.
El problema, no es con quién está discutiendo, sino cómo está discutiendo.
Ya que discutir, no tiene por qué ser algo negativo. Lo importante es cómo se lleva a cabo.
Referir, que discutir no es sinónimo de expresar “su” opinión de forma agresiva, sin antes escuchar a la otra persona.
Por el contrario, discutir puede suponer exponer asertivamente su punto de vista, mientras contrasta e integra el de la otra persona.
Las verdaderas discusiones, ayudan a entender a la otra persona, pero lo más importante es evitar llegar a los insultos y a las agresiones; para que una discusión se convierta, en un intercambio “educado” de impresiones.
Recordemos, que cuando surgen confrontaciones por opiniones diferentes y se llega a una discusión, no hay avance, ni aprendizaje; sino por el contrario, se podría provocar una herida que habría que resolver en el futuro.
Ya que, en el peor de los casos, esto puede ser motivo para que una relación de amistad o de pareja termine, o incluso que se deteriore una relación laboral.
Para poder evitarlo, debemos saber cuándo no hay que llegar a una discusión y cómo podemos hacer, para evitarla de forma asertiva.
Además, puede ser extraño, pero para tener un argumento exitoso, primero debe ponerse de acuerdo sobre lo que está discutiendo.
Porque no se trata de ver quien gana, ya que siempre habrá ideales o valores que chocan entre dos personas, donde por supuesto no hay ninguno más válido que otro.
Por esta razón, es necesario controlar las emociones frente a una discusión, pero lo más importante, es que debemos escuchar correctamente y no mal interpretar a la otra persona.
Porque existen frases, que son muy comunes, que es necesario evitarlas como: “lo sabía”, “te lo dije”, “no entiendes”, “tampoco es para tanto”, “si hubieras hecho”, “eres un(a) ignorante” y muchas otras más, que pueden herir o hacer sentir mal a la otra persona.
Así que es recomendable, mirar en qué nos hemos equivocado y tener la capacidad de rectificar.
Recordemos que, frente al escenario de una discusión, una persona asertiva, es aquella que expresa su opinión de manera firme y con seguridad, respetando las ideas de los demás.
Se trata de una cualidad indispensable para guiarnos con éxito en el terreno personal y profesional, sobre todo, en esta época inundada de polarización, caos, falta de cortesía y una grave falta de respeto a un semejante.
Porque cuando se respetan las ideas de los demás, se sabe mantener el turno de ejercer la palabra, cuyo resultado es crear el interés de los involucrados para poder dialogar; esto nos permite llegar a un entendimiento, porque cuando nos sentimos auténticos y convencidos de lo que somos, es más sencillo llegar a entender que el otro puede ser diferente y esa diversidad enriquece la comunicación.
Sin duda una persona coherente, tiene muchas opciones de llegar a reconducir situaciones complicadas, pero a veces, llegado a cierto punto, también puede ser necesario establecer límites de manera respetuosa pero firme.
Porque ciertamente, un conflicto pude parecer un hormiguero después de un aguacero.
Pero estimado lector(a) de usted depende controlar el hormiguero.
¿Será cierto?