/ martes 30 de noviembre de 2021

La literatura se escribe sin arrepentimiento ni censura dice Sergio Ramírez

Ramírez reconoció el apoyo indirecto del gobierno de México

A pesar de que le mereció el exilio, Sergio Ramírez no se arrepiente del tono en que escribió su reciente novela “Tongolele no sabe bailar”. En ella sintetiza los totalitarismos del presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, y sin mencionarlo explícitamente, refiere a un gobierno “unipersonal”.

“Una novela no se puede escribir con arrepentimiento porque en tal caso te autocensuras, y a mí no es la primera vez que me sucede”, refirió Ramírez, ganador del Premio Cervantes 2017, primer latinoamericano en recibir este reconocimiento. El autor ofreció una charla sobre la novela en la 35 Feria Internacional del Libro de Guadalajara, acompañado por el periodista Sergio Sarmiento.

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La novela sigue los pasos del detective Dolores Morales quien debe enfrentarse, bajo el apodo Tongolele, al responsable de su exilio en Honduras. La hazaña toma como escenario la política actual de Nicaragua y sin nombrar de manera directa el autor hace una crítica al gobierno totalitarista de Ortega, alejado de la revolución de hace más de tres décadas.

En la charla, el también autor de Margarita señaló que el gobierno actual está basado en el esoterismo, y lejos está del movimiento sadinista. “Daniel Ortega comienza a convertirse en caudillo cuando perdemos las elecciones de 1990 y las gana Violeta Chamorro, se queda solo y la revolución, la revolución ha muerto, olvidémoslo”, señaló quien vive en Costa Rica.

La política de Ortega de conservarse en el poder presidencial ha convertido a 150 civiles en presos políticos, entre ellos los diferentes candidatos que al declararse en la contienda presidencial fueron encarcelados, una práctica que se ha hecho más común en los últimos años.

En la novela, el también autor de “Ya nadie llora por mí” juega con la ilusión del tiempo para cronicar varios de los acontecimientos ocurridos recientemente en Nicaragua contra quienes se oponen al gobierno en turno, desde el incendio de una fábrica de colchones hasta la detención de varias personas de manera ilegal.

“Lo que diferencia la novela a un libro testimonial o de relatos periodísticos, es que la novela no tiene que respetar las cronologías exactas. Habla de los hechos tal como ocurrieron, pero puede trastocarlos en el tiempo, de manera que la síntesis narrativa sirva para que el relato sea verdaderamente eficaz”, argumentó de la novela que también da cuenta de la represión del gobierno contra la población.

A pesar de que añora su biblioteca personal que, contó, está en las tinieblas en su casa de Nicaragua, Ramírez no se arrepiente de la narrativa de esta novela, pero dejó en claro que la literatura no hace denuncias políticas, sino recrea contextos y momentos para provocar una reflexión en cada lector. Él no denuncia al gobierno de Daniel Ortega, sólo lo muestra tal cual es, dijo.

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Ramírez reconoció el apoyo indirecto del gobierno de México, pues si bien Andrés Manuel López Obrador se negó hacer un posicionamiento sobre el exilio del escritor, es cierto que retiró al embajador de México en Nicaragua. Sólo México y Argentina tomaron esta medida para desconocer el gobierno de Ortega, apuntó.



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A pesar de que le mereció el exilio, Sergio Ramírez no se arrepiente del tono en que escribió su reciente novela “Tongolele no sabe bailar”. En ella sintetiza los totalitarismos del presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, y sin mencionarlo explícitamente, refiere a un gobierno “unipersonal”.

“Una novela no se puede escribir con arrepentimiento porque en tal caso te autocensuras, y a mí no es la primera vez que me sucede”, refirió Ramírez, ganador del Premio Cervantes 2017, primer latinoamericano en recibir este reconocimiento. El autor ofreció una charla sobre la novela en la 35 Feria Internacional del Libro de Guadalajara, acompañado por el periodista Sergio Sarmiento.

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La novela sigue los pasos del detective Dolores Morales quien debe enfrentarse, bajo el apodo Tongolele, al responsable de su exilio en Honduras. La hazaña toma como escenario la política actual de Nicaragua y sin nombrar de manera directa el autor hace una crítica al gobierno totalitarista de Ortega, alejado de la revolución de hace más de tres décadas.

En la charla, el también autor de Margarita señaló que el gobierno actual está basado en el esoterismo, y lejos está del movimiento sadinista. “Daniel Ortega comienza a convertirse en caudillo cuando perdemos las elecciones de 1990 y las gana Violeta Chamorro, se queda solo y la revolución, la revolución ha muerto, olvidémoslo”, señaló quien vive en Costa Rica.

La política de Ortega de conservarse en el poder presidencial ha convertido a 150 civiles en presos políticos, entre ellos los diferentes candidatos que al declararse en la contienda presidencial fueron encarcelados, una práctica que se ha hecho más común en los últimos años.

En la novela, el también autor de “Ya nadie llora por mí” juega con la ilusión del tiempo para cronicar varios de los acontecimientos ocurridos recientemente en Nicaragua contra quienes se oponen al gobierno en turno, desde el incendio de una fábrica de colchones hasta la detención de varias personas de manera ilegal.

“Lo que diferencia la novela a un libro testimonial o de relatos periodísticos, es que la novela no tiene que respetar las cronologías exactas. Habla de los hechos tal como ocurrieron, pero puede trastocarlos en el tiempo, de manera que la síntesis narrativa sirva para que el relato sea verdaderamente eficaz”, argumentó de la novela que también da cuenta de la represión del gobierno contra la población.

A pesar de que añora su biblioteca personal que, contó, está en las tinieblas en su casa de Nicaragua, Ramírez no se arrepiente de la narrativa de esta novela, pero dejó en claro que la literatura no hace denuncias políticas, sino recrea contextos y momentos para provocar una reflexión en cada lector. Él no denuncia al gobierno de Daniel Ortega, sólo lo muestra tal cual es, dijo.

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Ramírez reconoció el apoyo indirecto del gobierno de México, pues si bien Andrés Manuel López Obrador se negó hacer un posicionamiento sobre el exilio del escritor, es cierto que retiró al embajador de México en Nicaragua. Sólo México y Argentina tomaron esta medida para desconocer el gobierno de Ortega, apuntó.



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