En un taller de frenos de la calle Zempoala, a unos menos del Malecón, hay una pequeña oficina con una historia de más de cuarenta años en fotografías de luchadores, boxeadores, máscaras, cinturones, trofeos y otros artículos coleccionables.
Dichos artículos se encuentran colgados en las paredes o en pequeñas repisas, donde los clientes tienen la oportunidad de observarlos.
Son cuatro cinturones, uno Intercontinental que fue ganado en un cuadrangular de máscaras en Monterrey, Nuevo León.
Se exhiben fotografías de luchadores como Flama Roja, Legionario, El Bombero, además de boxeadores como Kirino García, Mágico García y César “Cobrita” Soto, así como del entrenador José “Chato” Gómez.
El coleccionista tiene tres máscaras, de Black Cat, Rayo de Jalisco y del Cobarde, las cuales fueron obsequios en una de sus visitas a tierras regiomontanas.
Desde los 12 años se volvió un aficionado de la lucha libre y comenzó a coleccionar artículos; ha tenido la oportunidad de convivir con varios de los luchadores.
En la oficina de dicho taller hay dos trofeos, uno de fisicoconstructivismo y el otro de lucha olímpica, además de unas cámaras de video o fotografías.
“Empecé a coleccionar, iba y entrenaba, cuando había oportunidad luchaba, pero en ese tiempo los sueldos, creo que en esta época también, un luchador en la primera pelea, para calentar la lona gana unos 300 pesos y en aquel tiempo pagaban unos 50 a 150 pesos, es más amor al deporte”, expresó el aficionado a la lucha libre.
“Porque simplemente las zapatillas cuánto cuestan, el diseño, la piel, le vienen costando como seis mil pesos, más el diseño de la malla, si trae camiseta, la máscara, entonces si lucha y le rompen la máscara no sacaba ni para comprar la máscara”, añadió.
Recorrió todas las arenas de esta frontera, entre las que destacó El Bombero y La Anáhuac. “Ahí es donde se forjan los luchadores”.
“La relación que tuve con el primer Cobarde, se llamaba Miguel Ángel, en ese tiempo yo era el costalito del Cobarde, me agarraba de costalito (sonrió) y a veces que faltaban luchadores, me hablaban y sí, tenía cuerpo de limosnero”, mencionó.
Consideró que ya la lucha libre es como un negocio, las máscaras, la incógnita, donde la gente quiere saber cómo será.
“Cuando anda uno en la lucha estrella es cuando ya más o menos le pagan bien, pero mientras hay que picar piedra, para subir”, resaltó.
“Pienso que la época de oro fue aquí cuando la tenía el señor Baca, estaba Flama Roja, Legionario, después fue Promociones del Pueblo pero ellos no protegen al luchador, ni al boxeador”, añadió.
Con respecto a los cinturones, mencionó “esos se van ganando, en los piques, máscara contra máscara, si es uno polémico tiene uno su público, si es rudo la gente entra con la ambición de verlo que le quiten la máscara al rudo”.
“Ahora como dijo el psicólogo la gente sin querer cuando va a una función de lucha libre, sin querer va a una sesión con el psicólogo, se desestresa, porque lo que no le puede decir a la suegra, al vecino, ahí saca todo, lo hace uno de adrede”, finalizó.
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