Letras universitarias / Protect the Dolls, ¿Pero a qué costo?
Fernando Ulises Domínguez Pérez*
Soy politólogx de profesión, educado en la UAQ desde el bachillerato, pero una gran parte de mis aprendizajes han surgido de Trans*(Formando), el proyecto que cocreé con dos amigas mías como un acto de fuga y resistencia frente a una disciplina que tiende a la cisheteronorma, la blanquitud, la hegemonía y la invisibilización de luchas que considera “personales”.
Para mí, lo personal es político, y tiene todo que ver con lo que estudié. Con esta mirada, me permití realizar una reflexión sobre la reciente avanzada de la ultraderecha, los esencialismos biológicos y la manera en que se ha respondido a través de la consigna
“Protect the Dolls”
Lo que otrora creíamos obsoleto se refuerza, trayendo consigo una versión remasterizada de la política conservadora y de vigilancia de lxs cuerpxs y las identidades. Los ataques provienen de partidos políticos, entes gubernamentales y señores naranjas, pero también de figuras mediáticas con enorme poder simbólico. Tal es el caso de J.K. Rowling, autora de Harry Potter, quien se ha puesto a sí misma en el ojo público una y otra vez por sus posturas biologicistas al afirmar que el reconocimiento de las mujeres trans pondría en peligro a las “verdaderas mujeres”.
En la contraparte, las filosofías antiesencialistas, desde hace (literalmente) décadas, han echado abajo la idea de que el sistema sexo-género es una verdad biológica. Ser mujer u hombre no es natural, sino cultural; se trata de una experiencia situada, histórica y múltiple. En clave de esto, lxs cuerpxs trans, nb, cuir y feminizadxs no son errores sino formas legítimas de ser y habitar(se) en el mundo.
Durante las semanas recientes ha emergido la consigna “Protect the Dolls” o, lo que sería lo mismo, “Protejan a las Muñecas”, expresada en playeras como respuesta tierna, pero política, al odio. “Dolls” es un término usado para hacer referencia a las mujeres trans, y la idea de protegerlas surge como un imperativo en medio de las embestidas constantes.
Sin embargo, es necesario preguntarse quiénes llevan estas playeras y desde qué lugares lo hacen. Aunque la frase es poderosa, ha circulado entre personas y en espacios dominados por dinámicas capitalistas e imperialistas, desde la blanquitud y el norte global, los cuales, la mayoría de las veces, implican desconexión de las luchas de las “Dolls” racializadas, migrantes, precarizadas, del sur, así como de las transmasculinidades. Los fantasmas de la mercancía, la moda pasajera y el “washing” se hacen presentes, aun cuando las ganancias de la playera son dirigidas al apoyo de las trans.
Proteger a las Dolls no debe ser un acto ocasional ni de consumo solidario. Implica tirar los sistemas colonialistas que obstaculizan la plenitud: el cissexismo, sí, pero también el racismo y el capitalismo. Si la defensa antiesencialista no viene acompañada de crítica material y decolonial, es inútil. Llevar la playera es un gesto simbólico potente, pero no basta: hay que transformar las condiciones que hacen necesario su mensaje.
*Egresadx