Los sueños que compartimos: Valentina Leduc hace su debut con un mensaje de esperanza
Su película forma parte de la cartelera del Festival Ambulante, el cual cumple 20 años de impulsar el cine documental en el país
Andrea Elizondo
Es el año 2050 y en los bosques de Galicia se ha erradicado al eucalipto depredador, los bosques alemanes se recuperan a pesar de la voracidad de las empresas mineras que amenazaban con su exterminio, y las comunidades poblanas cierran los pozos que las dejaban sin agua. Te preguntarás, ¿qué tienen en común estos escenarios? Desde la mirada de Valentina Leduc, en esta, su ópera prima, se convierten en utopías que nacen en el momento en que los zapatistas cruzan el Atlántico y comparten sus sueños con el mundo.
Los sueños que compartimos es el nombre de este filme documental en el que Leduc entrelaza las historias de tres proyectos de esperanza de organización comunitaria: en Froxán, Galicia (España), Lûtzerath (Alemania) y Juan C. Bonilla, en el municipio de Puebla (México).
Para conocer más sobre este proyecto cinematográfico, Diario de Querétaro conversó a través de una videollamada con Valentina Leduc, previo a la proyección de la cinta el 21 de mayo a las 20:00 horas en la Casa Guadalupe Ramírez de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), ubicada en la calle Mariano Escobedo #67, Centro Histórico, en el marco de la gira de documentales Ambulante.
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¿Sin planes? Visita los foros teatrales de Querétaro y descubre historias llenas de comedia, reflexiones y picardía¿Por qué ambientar el documental en 2050?
Viene en realidad de Joan, que es el personaje que menciona el año al principio de la película. Él es uno de los fundadores de las brigadas descentralizadoras de Galicia, España, y tiene esta teoría, o filosofía, de que es importante pensar en el futuro que queremos e imaginar que ya lo logramos, para que así podamos pensar en retrospectiva preguntas como: ¿qué tuvimos que hacer para llegar ahí? ¿Qué pasos tuvimos que seguir para lograr lo que queremos?
Él también dice que es muy importante trabajar siguiendo esa línea, desde el sentir que es posible lograr lo que queremos, porque eso nos da toda la fuerza para poder avanzar. Él dice: “Es muy difícil luchar por algo que crees que no vas a lograr”. Así que me pareció muy lindo empezar la película con este mundo utópico en donde ya aprendimos a convivir con la naturaleza, entre los seres humanos, y nos ha dejado de importar tanto el consumo. Y ya de ese planteamiento surgen todos los escenarios de lo que tuvo que pasar para que llegáramos a esa utopía.
Tu documental, más que denunciar o llamar a la acción, busca compartir un mensaje de esperanza. ¿Por qué esta decisión y por qué ahora?
A mí me parece importante abonar, como medio de comunicación —que es el cine— a la creación de narrativas esperanzadoras. Creo que hoy en día estamos sumidos en la desesperanza. Cuando estamos atrapados en mentalidades como “no hay nada que hacer, hagamos lo que hagamos no será suficiente, nos iremos al hoyo”, nos inactiva. Nos hace volvernos individualistas, nos orilla a que cada quien vea por sí mismo, y al final el mundo se irá al abismo.
Yo siento que esa mentalidad es muy peligrosa, y siento que solamente la esperanza nos permite caminar de la mano y tener la imaginación del tipo de mundo que queremos. Es el tipo de incentivo que necesitamos para avanzar.
Hoy más que nunca, después de la pandemia, siento que se necesitan este tipo de mensajes, de promover historias de colectivos y personas que están allá afuera poniendo la vida, literalmente, para proteger el agua, los árboles, los bosques nativos. Ver ese tipo de luchas colectivas pone en perspectiva la necesidad de retomar los lazos humanos.
La vida en la ciudad se ha vuelto solitaria. Siento que las redes sociales, en vez de acercarnos, nos han aislado. La conexión humana se ha vuelto un poco abstracta, porque conectamos con personas que no conocemos realmente, que no vemos físicamente, así que necesitamos recobrar esa dinámica. Retomar la solidaridad, empatía y confianza en el otro.
El proyecto nació gracias a un viaje que realizó un grupo zapatista a Europa. ¿Por qué seguir hablando del movimiento hoy en día?
Mira, yo creo que los zapatistas, si bien en algún momento han tenido la tendencia de cerrarse al mundo, la realidad es que sus avances al interior de sus comunidades son muy importantes. Son un ejemplo de comunidades autónomas que han logrado rehabilitar sus propios espacios y mejorar su calidad de vida. Por ejemplo, hay personas, que aunque no sean de la comunidad zapatista, acuden a sus clínicas de salud porque son más eficientes y tienen mejor atención al cliente que en las clínicas federales.
También tienen educación autónoma, sus propios medios de comunicación, trabajan de manera cooperativa y comunitaria. Creo que su filosofía de vida, el “si yo no tengo, tú me das, y si tú no tienes, yo te doy”, es sumamente valiosa y desafía el sistema actual. Al menos nos propone una alternativa para vivir, porque es más que evidente que el sistema actual es devastador. Pensar que el desarrollo es solo un fin y no un medio para el bienestar de las personas nos ha perjudicado enormemente.
¿Qué destacas del viaje?
Los zapatistas son un movimiento muy vigente, y el hecho de que se propusieron ir al extranjero para encontrarse con otros colectivos europeos que también enfrentan grandes empresas extractivistas fue algo sin precedentes, algo histórico.
Los zapatistas iban a escuchar lo que estaba pasando allá, pero también a compartir lo que estaba sucediendo en nuestro país. Me pareció algo muy lindo que se reunieran para compartir lo que cada colectivo estaba tratando de resolver. Fue algo muy esperanzador y me dio muchas ganas de comentarlo con las audiencias.
¿Crees que en algún momento estaremos listos para vivir esas utopías?
No será una cosa fácil, efectivamente. Creo que se tiene que trabajar muchísimo, pero más que nada se tiene que imaginar esa posibilidad. Porque si nos quedamos con la idea de que no es posible, simplemente nunca lograremos nada. En la película incorporamos un letrero que encontramos durante el rodaje, que decía: “Es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”, y creo que es muy importante revertir esa mentalidad, porque solo indica que estamos tan acostumbrados a ese sistema que no podemos imaginar el mundo de otra manera.
Al final, esta película trata de decir que sí existen ejemplos, que hay lugares en el mundo donde está sucediendo este sistema alternativo y que sí podemos vivir otras realidades.
Finalmente, ¿por qué decidiste llamar al documental de esa manera? ¿Qué buscas transmitir?
Siento que eso es lo que nos vincula de manera colectiva: todos tenemos sueños. Soñamos despiertos, soñamos un mundo imaginario en el que podemos cambiar las cosas y compartir con los demás.
El sueño es el primer punto de partida para cualquier movimiento, para cualquier acción, para cualquier cambio que queramos lograr, sea de manera individual o colectiva. Si empezamos soñando, terminará siendo posible. Pero aclaro, es soñar no desde la ingenuidad, sino como una verdadera posibilidad.
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Sobre la directora
Valentina Leduc es una de las editoras más reconocidas en México. Su narrativa ha quedado impresa en películas de cineastas mexicanos y latinoamericanos de renombre. Su trabajo ha sido premiado en cuatro ocasiones por la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas. Ha sido jurado en diversos festivales y ha impartido clases y seminarios en México y el extranjero. Los sueños que compartimos es su ópera prima como realizadora.